Aco Šopov

Estigma

De nueve jardines, ¡oh, sangre! te he tomado,
y de nueve gargantas te he ido atesorando;
¿qué más buscas? ¿por qué me asedias, sangre,
desafiándome con la voracidad de tu pezuña negra?
¿por qué?

De nueve jardines te he tomado, de nueve gargantas,
tranquilízate, ¡oh, sangre! húndete en tus propias tinieblas,
y en lo más profundo de ellas, finca ese antro
desde hace tanto tiempo buscado por tu jabalí de púrpura para su reposo.

Húndete ¡oh, sangre! en tus mismas tinieblas
y no regreses ya nunca.
No existe un campo cercado para domeñarte, tan seguro
como el que ofrecen estos nueve jardines, nueve jardines
que deben a ti su verdor,
ni como el que ofrecen estas nueve gargantas, nueve gargantas
que visten de encanto la primavera de tus canciones.
Húndete ¡oh, sangre! en tus propias tinieblas

y no vayas a decirme:
«Escucha el murmullo de los confines,
escucha el murmullo de los bosques:
ya vienen los caballos por el camino de la luna y las estrellas,
los caballos vienen, caballos, caballos tordos.»
Vienen los caballos para despedazarme,
vienen, vienen para despedazarme ellos.

Pero yo me les avalanzaré, atacándoles,
hiriéndoles en el centro de la cabeza con mis grilletes puestos,
para que ellos guarden memoria de mí, para que ellos hablen luego de mí,
cuando sus cicatrices resplandezcan en la noche,
en cada una de sus noches sin luna,
en cada una de sus noches sin luz,
de su andar bajo los sauces.

Nada me digas, sangre. Tranquilízate, sangre,
que de nueve jardines te he tomado,
y de nueve gargantas te he ido atesorando,
igualándote, así, a cualquier monarca todopoderoso
confinado en su fortaleza impenetrable.

Aco Šopov




La gaviota sobre mi cabeza

La gaviota no aterriza sobre
mis ojos, no hay manera de captar
esas ondas distanciadas que desde las
profundidades se elevan. La gaviota no
aterriza en mi corazón porque mi corazón
ya no me pertenece. La gaviota vuela más
allá de todas las regiones conocidas, solitarias,
alienadas y muertas, aletea pacíficamente, a la
deriva.

Aco Šopov



Lector de cenizas

Arde por dentro sin que te consuma el fuego
que tú mismo has iniciado, poema.
Palabras derramadas y en dispersión
que se toman de las cenizas de pedernales.
Lector de cenizas,
mira ahí el drama de la historia
que viene desde el fondo de la oscura primavera.

Yo te rescaté, poema, del pico del ave
que llegó en vuelo hasta mi sangre,
hasta el cielo rojo de mis venas que arden
hasta las hilaturas de dos mundos encontrados
hasta los amanceres de cambios a lo no conocido todavía.

Yo te rescaté de la ira de los iconos,
esos espectros despreciados,
tomando al relámpago y su estruendo
con la punta de la lanza de un soldado de piedra,
y desde los sueños de quienes
son más grandes que los propios sueños que alientan
y que renacen de su propia muerte dictada.

Ahora somos nosotros dos mundos, dos enemigos,
dos grupos en conflicto,
que hacemos una guerra sin tregua,
puñal a puñal.

¿Quién es el vencedor? ¿Quién es el que triunfa?
¿Quién se repone con heridas tremendas?
Arde por dentro sin que te consuma el fuego
que tú mismo, poema, has iniciado.

Aco Šopov



Mujer en Ivernaz

Efluvios nocturnos, lluvia vehemente,
noche y lluvia, lluvia y noche en Ivernaz y
una mujer sola bajo el distante trueno que
se retuerce bajo la lluvia como en los
brazos de un hombre. Una mujer en la lluvia,
un coche chirriante, una mujer que despertó
la lluvia ruidosa, una mujer loca de placer danza
en la noche desnuda y sola. Y la lluvia cae
como una cura para las heridas graves, la cura
de los poderes oscuros y las pasiones. La lluvia cae
como un murmullo, como una caricia en Ivernaz. 

Aco Šopov




Nacimiento de la palabra

Nudo a nudo.
Piedra sobre piedra.
Bosque petrificado.
Escarcha.

Nudo a nudo.
Piedra sobre piedra,
de piedra también nosotros dos.
La noche humea.
La palabra se desprende de la oscuridad.
Carbón azul quema en sus entrañas.
Oh tú que no existes sino por tu ausencia,
tú meces el cielo
tú haces girar la tierra.
Oh tu que no existes sino por tu ausencia,
la tierra gime bajo las losas de piedra.
Ebria de sus propios muertos,
surge la palabra
que quiebra todas las sienes.

Nudo a nudo.
Piedra sobre piedra.
Día a día cavo mi sepultura.
Destrípame
maldición
tú, ciudadela de piedra,
que me quema el carbón
de la palabra, y me fundo.

Aco Šopov



Padres

La tristeza y el dolor de tres días se reflejan
en la herida de los párpados que ni siquiera
sangran, en el corazón que tiene hambre, en la
garganta que se lamenta porque los combatientes
ignoran si verán salir el sol del silencioso
vacío que amanece para la diáspora de las almas. La
aguja perfora los oídos como alegres uñas de primavera,
el luto negro arde como el grano de Riga y el labio ligero
maldice el mundo como un pájaro trovador.

Aco Šopov




Sangre abismal

En las profundidades, una sangre pesada,
se diría allí desde el origen de los tiempos.
Apenas visible aquí en la cresta, en las tórridas brumas.
Maldición tendida como cicatriz de una herida.

En las profundidades una sangre pesada.
Sangre espesa como resina negra.
Sangre devoradora, su sed remonta al Génesis.
Es sangre antigua, negra y desnuda.

Extendida, como topo hurga.
Va de umbral en umbral, escudriña la conciencia.
Infalible como la muerte, inexorable,
llena todos los vacíos, los espacios.

En las profundidades una sangre pesada.
siempre ordenándome:
sígueme, sin proferir palabra,
no me abandones jamás.

En las profundidades una sangre terrible,
más aterradora que amenaza.
En las profundidades una sangre tan pesada,
que se diría allí desde el origen de los tiempos.

Aco Šopov



Sol negro

1.
Sol negro sin levante ni poniente
sin cielo para orar, sin tierra que incautar

Quien desea abrevar de tu esplendor
está exilado del Gehena, exilado del Edén.

Las hierbas se arrodillan, los árboles corren descalzos
ante tu flor en llamas, portadora de cenizas negras.

Sol negro, pájaro disfrazado de astro
quien cree haberte captado no sabe qué es el abismo.

Sol negro, negro, sin levante ni poniente
sol negro para sedientos que se acercan a la orilla.

2.
De qué país desconocido, de dónde vienes
oh sol negro, pájaro que picoteas el árbol vivo

¿Qué hechicero te envió, por qué secretos poderes
arcoiris sobre trescientos Volgas y trescientos Nilos?

¿De dónde viene este arnés celeste, cinta engalanada
entre las galaxias oscuras y nuestros dos universos?

Mi dolor es acaso anterior incluso al sufrimiento
anterior incluso a verte erigido como una barricada astral.
Oh sol negro, ¿quién te posa sobre mis hombros
para que te porte, poema, en lugar de mi cabeza?

3.
¿Dónde me llevas ahora, qué antro sordo
sabrá conservar todos nuestros secretos?

Las estrellas nos miran, pero las estrella son ciegas.
Sólo nosotros en el mundo, dos arrecifes confundidos

¿Pero quién nos acecha, quién es el arquitecto
que nos tapia vivos en una pirámide muerta?

Oh poema, tierra, mujer, o vida y muerte a la vez
me saciaré hoy todo cuanto me ofreces.

Sol negro, sin levante ni poniente
en vano te formulo una plegaria guerrera.

Aco Šopov



Sol negro siempre

Gran dolor, aquí todo se te parece.
El alquitrán esparcido en las colinas.
La resina
que se desliza a los largo de las resecas angosturas.
La tristeza del perro que gime en los suburbios
Ella también se te parece.

Y este arrecife rodeado de agua,
agua abandonada como una mujer
en brazos de alguien que pagará con su vida
su indómita sed.
Y ese púrpura avaro, cercano e inaccesible.
Y este arrecife rodeado.

Y estas viñas, estas viñas vírgenes. Y estos vinos
desbordantes de incandescencia, de ardor y quemazón.
Y la sequía.
Y la piedra del alma petrificada
Y nuestros tres hijos sol negro, nuestros tres hijos
Sedientos entre las viñas, las viñas vírgenes y los vinos.

Y este campanario en el denso avellanar,
rezando, maldiciendo.
Gimiendo herido.
Y todos aquellos que buscan reposo y curación.
Y todos los santos en los frescos de ojos arrancados.
Y este campanario en el denso avellanar.

Gran dolor, aquí todo se te parece.
El alquitrán esparcido en las colinas.
La resina.
Y por encima, la Osa Mayor.
Hasta el perro que gime en los suburbios
Hasta su tristeza se te parece.
Y esta tierra tumultuosa pero clara
Y la sequía. Y la quemazón.
Y la angustia.
Y mis tres heridas –tres palabras jamás pronunciadas
Oh sol negro, fuego de fin de otoño
Nos bañamos ya en el brillo de una estrella muerta.

Aco Šopov




Vidente de cenizas

Consúmete poema en el fuego por ti encendido.
La palabra estalla en el sílex y se disipa en cenizas.
Vidente, ¿has reconocido en las cenizas el drama original
que remonta desde el fondo de esta fuente sombría?

Poema, te arranqué del pico del pájaro que vuela en mi sangre,
el cielo rutilante de mis venas en fuego
bajel entre dos mundos irreconciliables,
auroras y lunaciones que han conservado su misterio.

Te arranqué a la furia de los iconos, esas escalas ocultas,
al rayo de la lanza del guerrero unido a la piedra,
al sueño de aquellos que están por encima de artificios y quimeras,
y, justo al lado, a penas muertos, renacen otra vez.

Ahora estamos dos mundos, dos diablos, dos enemigos en guerra,
estamos en guerra sin salida, puñal contra puñal.
¿Quién es el vencido? ¿Quién el victorioso? ¿A quién el alba de heridas insensatas?
Consúmete poema en el fuego por ti encendido.

Aco Šopov






















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