Alice Zeniter

"Cuando se hacen guetos hay pocas probabilidades de que los prejuicios desaparezcan rápidamente. Francia necesitaba mano de obra inmigrante para que las fábricas funcionaran, pero con la primera crisis del petróleo hay que deshacerse de esa gente y a la capa de miedo se añade la del odio. Es el famoso: "Nos quitan nuestro trabajo"."

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"El FLN, defendía una identidad árabe y musulmana que era excluyente para otros pueblos de Argelia. Por eso hoy día movimientos como los bereberes de la Cabilia o los tuareg no se reconocen en el gobierno. Hay una lucha que sigue contra otras formas de opresión."

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"El problema: hemos querido que la existencia de los harki sea la prueba del colonialismo francés, por eso en el discurso político en Francia este tema ha sido secuestrado por una parte de la derecha y de la izquierda. Yo quería evitar caer en eso. Hay que parar de intentar probar constantemente que la colonización tuvo cosas buenas, hay que contar qué pasó con esas trayectorias múltiples que no fueron una prueba de un amor sin obstáculos, como se quiere hacer creer en Francia."

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"Es sorprendente la diferencia que existe entre mujeres de distintas generaciones, las que han conocido por ejemplo los años 70, con un modo mucho más socialista, con la emancipación de la mujer y las mismas oportunidades entre hombres y mujeres. Pero ahora las únicas que vemos bebiendo una cerveza en la universidad son las viejas. Las jóvenes solo han conocido un país islamizado. No tienen la misma práctica de libertad. Lo dice el personaje de Rachida: estas mujeres han aceptado el hecho de no hacer cosas que la ley tampoco les prohíbe, de manera que su espacio se reduce. Es desesperante para los mayores ver que los jóvenes se imponen prácticas a las que la ley no les obliga."

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"Escribí para oponerme al silencio de mi familia."

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"La historia familiar sirve para decidir si se lucha contra el determinismo o no. No sé cual es la mejor manera de convivir con la historia familiar pero me parece tan absurdo sentirse un héroe por ser nieto de muyahidín como avergonzarse de ser nieto de harqueño. En todo caso, es aberrante que los descendientes de inmigrantes no tengan acceso a su historia mientras la del resto de la población se cuenta permanentemente. Eso crea diferencias enormes que se pueden transformar en heridas. La historia francesa se ha comido la historia de los inmigrantes que vienen de países colonizados. Argelia solo existe como departamento francés."

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"La odisea de los migrantes es comparable a la de Ulises."

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"La vida es una sucesión de pérdidas, desde los objetos hasta el tiempo, los amores, las casas o los países."

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"Los nietos de los héroes tienen derecho a apartamentos, como si el heroismo se pudiera transmitir."

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"Me interesaba reflexionar sobre el silencio, pero no únicamente como un bloqueo personal. En esa familia hay una voluntad de proteger. Alí luchó en la segunda guerra mundial y no quiere hablar de ella porque, si pudiera, él mismo la olvidaría. En el caso de Hamid, el silencio quiere ser una página en blanco. Si no cuenta las dificultades por las que ha pasado puede que le traten como a un igual y no con compasión o desprecio. Hay esperanza en ese silencio."

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"Siempre hay un deseo de pertenencia. Es lo que Abdelmalek Sayad llamaba "la doble ausencia". Es duro no tener vínculos con Argelia y tampoco lograr formar parte de la sociedad francesa. Eso genera reivindicaciones de identidad muy fuertes en los descendientes. Miran a sus padres y se preguntan de qué sirve olvidar la cultura original cuando así no han conseguido nada ni ha funcionado el ascensor social."

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"Tenía la idea de que el feminismo progresaba, pero en los dos viajes que hice a Argelia, en el 2011 y 2013, me di cuenta de que era posible un retroceso. Las mujeres que no llevan pañuelo, beben alcohol o fuman tienen 50, 60 o 70 años y son las jóvenes las que no hacen nada de esto. Han aceptado que no tienen derecho a según qué cosas, aunque la ley no lo prohíba."

Alice Zeniter



"Tras hurgar en su memoria con paciencia y tesón, Naïma consigue desenterrar algunas imágenes sueltas: el vestido blanco y rosa de Fatiha, de un tejido sintético brillante; el guirigay durante el vino de honor en el jardín de la sala de fiestas; el retrato del presidente Mitterrand en el ayuntamiento (“Está demasiado viejo para ser presidente”, recuerda que pensó); la letra de la canción de Michel Delpech sobre Loir y Cher; el rostro ruborizado de su madre (Clarisse se pone colorada hasta las orejas, cosa que siempre les ha hecho gracia a sus hijos); el de su padre, dolorosamente crispado, y, por fin, las palabras de Mohamed, al que vuelve a ver tambaleándose entre los invitados en plena tarde, con un atuendo beige que lo envejece:
“¿Qué creéis que hacen vuestras hijas en las grandes ciudades? Dicen que van allí a estudiar, pero miradlas: llevan pantalones, fuman, beben, se comportan como putas. Han olvidado de dónde vienen.”
Lleva años sin ver a su tío en una comida familiar, pero nunca había relacionado su ausencia con la escena que acaba de volver a su memoria: simplemente pensaba que Mohamed había iniciado por fin su vida de adulto. Figura eternamente adolescente, con sus gorras, sus chaquetas de chándal fosforito y su apático desempleo, había tardado mucho en irse de casa: la muerte de Ali, su padre, le había dado un excelente motivo para no marcharse. Su madre y sus hermanas lo llamaban por la primera sílaba de su nombre, alargándola hasta el infinito cuando le gritaban de una punta a otra del piso o desde la ventana de la cocina, si estaba holgazaneando en un banco del parque infantil."

Alice Zeniter
El arte de perder










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