Elder Silva

Afortunado

Horacio exageraba un poco
y decía que de los huecos de
las encinas manaba miel
y que en estas Islas Privilegiadas
las vides se enracimaban
sin poda alguna.

Estrabón hablaba de las
Islas de los Bienaventurados
de las que se apropiaron los fenicios.

Como Hesíodo,
prefiero hablar de las
Islas de los Afortunados
y llamar así a estas tierras que
voy dejando
desde el avión en vuelo.

Especialmente puedo decirlo
después de haber visto los ojos de la
vendedora de libros de la calle Anchieta,
sus hermosos pechos,
sus suspiros

O tierra para afortunados
como suena mejor.

Elder Silva



Bellezas

Bello como un amanecer
desde el avión
que me devuelve a mis pagos,
ligero de equipaje
y raquítico de alma.
Bella como la Bahía de Guanabara,
la autopista a Leblón
en la madrugada,
brillando allá abajo
donde ocurren las cosas verdaderas.

Bellos como los nubarrones
que me tapan las lagunas
de los Patos más adelante,
el petrolero anclado cerca de un
puerto
ya por Caxías,
por el Río Grande do Sul.

Tudo é joia
de arriba del Boeing 737 de Pluna,
vuelo 803
Barajas / Aeropuerto de Carrasco.
tudo é joia.

Y lo demás no importa.

Elder Silva




En la alta luna

Una luna alta hacia el lado de Patitas
se reparte las nubes
y acaso el sur de la Vía Láctea,
como señales para el prójimo.

Las chapas del excusado
golpeándose en el viento
toda la noche.

Recostado en la cama
pienso que el verano es un invento
de los pájaros.

Tengo doce años
y he besado por primera vez a mi novia.

Elder Silva




La última atajada

Los tiempos se ponen duros
y uno no tiene donde caerse un miércoles de noche.
Te sentás frente al televisor
y entonces te dicen que ha muerto Lev Yashin.
La última atajada de la araña negra.
Con un cáncer comiéndole el estómago
y una pierna amputada hace dos años, se murió
el héroe deportivo de la Unión Soviética.
El hombre al que sólo le hicieron seis goles
en veintisiete partidos cuando el Dínamo de Moscú.
El electricista que se enroló en los tres palos de
un equipo de hockey.
Veo las atajadas siempre en blanco y negro.
paró cien penales dice el periodista.
Como si dijera:
El muchacho se comió dos docenas de peras.
Era el mejor golero del mundo.
Pero Darnauchans lloraba arriba de un taxi.
Y el chofer no entendía las lágrimas de un cantor flaco
a las nueve de la mañana.
Y no supo que apenas escuchada la noticia me fui
a vomitar al baño, como si con el alcohol que se iba
por la pileta, pudieran irse los doce años,
cuando uno también cuidaba el área chica.
Y ella y yo teníamos tanto miedo
como Yashin ante el tiro penal. 

Elder Silva



Muchacha en Puerto de la Cruz

Dicen que en los Juegos Olímpicos de
Berlín, en 1936,
el negro Jesse Owen
batió a cuatro alemanes rubios,
de miradas azules
y cuerpos apolíneos,
para disgusto de los nazis.
Era el primer atleta que utilizaba
unas zapatillas deportivas con clavos,
creadas por el alemán Adi Dassler
junto a su hermano Rudolf,
un fiestero y negociante.

Dicen que desde entonces
Adidas empezó a ganar mercados
en todos los pies ligeros de la gente
del planeta.

Escribo esto mientras observo
a una muchacha rubia
( ¿Suiza?, ¿alemana tal vez? )
que corre descalza por las
arenas del Puerto de la Cruz.
Inalcanzable para mi:
senos perfectos bajo el sweter
blanco,
el cabello cuidado con las mejores
hierbas sintéticas.

Inalcanzable,
aunque me calce esas zapatillas Adidas
como el negro Owens
y eleve por diez mi rendimiento.

Elder Silva



Vuelta al mundo

Canta un sabiá en Tala,
en la profundidad del espinillar
y le responde un azulito en Migues
en el huerto silencioso, en casa
del poeta Juan Carlos Macedo.
Una bandada de zorzales
voló por la mañana
y su canto nervioso se escuchó
por las orillas del Laureles
y por Parada Herrería,
sobre unos campos de trigo en Valentín.
En "El viento nos llevará"
(Bad ma ra khahad bardr" en iraní)
Abbas Kiarostami
registra el canto de una ratonera,
ese pajarito saltarín que anida en los chilcales.
Al lado de Malí, viendo la película,
comprendí que aquella ratonera
registrada por la cámara de Siah Darek,
a 700 quilómetros de Teherán,
es la misma que atería los mediodías de
mi infancia.
Es que el canto de los pájaros
da la vuelta al mundo, al sol, al sistema planetario,
como algunas veces
-pocas, muy pocas-
también le sucede a la poesía. 

Elder Silva






































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