Emilia Serrano

"He vivido meses y años, siguiendo con febril entusiasmo las veredas, que sin duda recorrieron los primitivos pobladores del vastísimo territorio americano, intentando descorrer el denso velo de las remotas edades y reanudar las mágicas leyendas, las tradiciones de aquella superficie inmensa, tan imperfectamente conocida y que ofrece ancho campo a investigaciones siempre nuevas, siempre interesantes."

Emilia Serrano



"Las escenas de la vida de los indios, descritas gráficamente; los descubrimientos y conquista, las batallas, las heroicidades de españoles y de indígenas, la lucha tenaz y justa de los hijos del Nuevo Mundo contra los invasores, me enajenaron hasta el punto de olvidarme de todo lo que no era leer, dándose el caso de renunciar a paseos y a otras distracciones, por entregarme a mi pasión favorita."

Emilia Serrano de Wilson




"Verdaderamente sentíame enamorada de la idea [el viaje a las Américas] pareciéndome ya verme en medio de aquellas majestuosas soledades que cruzaron los atrevidos españoles del siglo XVI y XVII, tan aficionados por su índole aventurera y audaz a enredarse en empresas riesgosas y erizadas de dificultades. No podía ocupárseme lo temerario del propósito; pero mi excelente salud y la incontrastable fuerza de voluntad, salían fiadoras para que no temiese el cansancio moral o físico."

Emilia Serrano



"Xóchitl soportaba con entereza aquella larga y trabajosa peregrinación.
Cuando descansaban cuidaba con ternura y con esmero las heridas de Pedro de Alvarado, que por la falta absoluta de medicina y la continua agitación, no se habían cicatrizado bien y le hacían sufrir mucho.
En cuanto á Marina, era el ángel del ejército y la abnegación de la india rayaba en heroísmo.
María de Estrada seguía siendo soldado en las marchas y enfermera activa y bondadosa cuando el soldado descansaba.
Aquellas mujeres eran el consuelo del ejército.
Algunas veces habían tratado de la desaparición de Illancuitl, siendo indudable para ellos que había muerto en la desastrosa retirada que tiene su página en la historia y su nombre La Noche Triste.
Sin embargo no era así, como ya hemos visto.
Temerosa de caer en manos de los aztecas y pensando en que los españoles todos iban á ser asesinados, se puso en manos de un tlaxcalteca que huía, y al que en horas más felices conociera en el palacio de Maxixcatzin.
Su anhelo era volver á Tlaxcala, en donde sabía que estaba Xicotencatl.
Su corazón no podía olvidar al joven jefe; sólo por él abandonó su patria, y á ella volvía para encontrarlo.
Escondidos en una choza medio arruinada pasaron varios días, y al cabo de ellos siguieron caminando hasta llegar al teocalli, en donde pernoctaron los españoles.
Allí Illancuitl encontró a un soldado español moribundo.
Rezagado á causa de sus heridas, que le impedían hacer largas jornadas, había llegado con mucho trabajo, siguiendo las huellas de sus compañeros, pero cuando éstos acababan de marchar, le fue imposible seguirlos.
Illancuitl endulzó con sus cuidados la agonía del infeliz.
Por él supo que Velázquez de León había muerto en el foso, después de obstinada resistencia y de sangriento y largo combatir.
No pudo averiguar si Maxixcatzin había perecido también, pero, al decir del soldado, acompañaba á Cortés y éste con otros muchos iba, á no dudarlo, camino de Tlaxcala.
Murió el soldado y la joven con el tlaxcalteca emprendió la marcha, débil y enferma por carecer de alimentos y de reposo.
Habían llegado á una ciudad que con asombro encontraron desierta, pero en la cual resolvieron pasar la noche, ocupando una casucha abandonada. Illancuitl, rendida de cansancio, se quedó dormida.
Entre sueños le pareció escuchar tumultos y voces y extraños rumores.
Abrió los ojos y nada vio ni oyó. Reinaba profundo silencio. La oscuridad era densa y volvió á dormirse.
El sol clarísimo, alegre, ardoroso, inundaba la habitación cuando despertó."

Emilia Serrano
Cuauhtémoc o el mártir de Izancanac










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