Emilio Sola Castaño

"...Atándole las manos atrás con recios cordeles
atáronle por el cuerpo y cintura a una peña que estaba allí muy cerca, a la orilla de la mar, con una soga doblada.
Y le apedrearon con gran número de piedras hasta que le rompieron toda la cabeza y deshicieron la cara y ensangrentaron todo y molieron --finalmente-- todos los huesos y miembros del cuerpo.
Y después de hartos de esto echaron el cuerpo a la mar."
El día exacto --obseso Sosa--, el 24 de enero de 1578. Y su retrato:
"Era el mancebo Gallo de edad --como dije-- hasta 24 años, alto de cuerpo, medianas carnes, blanco y bien proporcionado."
Y su compañero y cómplice de crimen y tormento, tres días después, y abreviando --monstruoso conceptualmente un cadáver Nadador--:
"No le dejando más de unos calzones de tela, de esta manera --y con las manos atadas atrás-- le enterraron hasta la cintura en un hoyo que hicieron allí-- en la playa del puerto de Susa--, muy cerca del agua y le aflecharon todos con grandísima crueldad con un número infinito de flechas.
Con que --atravesado-- parecía un erizo corriendo de él ríos de sangre que bañaban todo el rostro, cuerpo y suelo...
Muerto que fue --y que los turcos se hartaron de asaetearlo con sus flechas-- echaron el cuerpo a la mar, el cual nunca apareció."
Y su retrato y data:
"Era el buen mancebo de la misma edad que el otro, su compañero, y bien proporcionado. Matáronle a los 27 de enero, 1578"."

Emilio Sola Castaño
Nadadores, un ensayo de novela histórica




"Habían venido para la ocasión, además, algunos de los viejos socios y amigos, uno de Nueva York, otro de Sevilla, otro de Zaragoza, y hasta un invitado especial de Dusseldorf, músico, matemático y editor o programador de nuevas tecnologías, con la propuesta de una nueva Vakería de la Libertad Digital, pues ese era el nombre del antiguo local desaparecido. La reunión también había devenido junta de taberneros, de la generación de las tabernas agitadoras culturales, como se podría decir, esa esencia profunda de la cultura popular aflorando por todos los poros del cuerpo desnudo y hermosísimo de la ciudad. La vieja sabiduría, el saber sapiencial, remontando y ascendiendo por la seda del cuerpo tendido de la ciudad que se ofrecía procaz y generosa. Ellos decían que de ahí había nacido el Barrio de las Maravillas, al parecer ahora trasladado a Lavapiés.
La Murrús se sobresaltó a estas alturas, al oír nombrar su nuevo barrio circunstancial de Lavapiés, y de repente lo comprendió todo. Y le dio un abrazo al Moncho, allí a su lado, con cara de niño y toda la marcha del mundo aún por sus venas de jovencísimo gacetillero de la villa y corte, la ciudad de su juventud, aquella que afloraba ahí, en los guiños de los viejos vaqueros de la calle Libertad. Todo mítico y esplendoroso, luego cantó un chaval larguirucho y con cara comic vivísima, que se hacía llamar el Hombre Delgado, y a todos sobeteó un poco el lomo de esa nostalgia de ciudad de juventud, se pasearon por allí un par de jovenzuelos desgreñados y de acento imposible tomando imágenes con una cámara descomunal, se terminaron las copas, salieron a echarse unos cigarrillos a la calle –de la Libertad–, atronaron a los vecinos con sus discursos y risas, y se disolvieron como siempre, los carrozas al catre, los jovenzuelos a seguir pendoneando por ahí un rato y seguir charlando de la importancia de ir a por el todo, como decían en el Archivo Q que decía el Q."

Emilio Sola Castaño
Cuentos del paraíso de las islas para la acampada Sol
















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