Hernán del Solar

Acabo de morir: para la tierra
soy un recién nacido.

Hernán del Solar Aspillaga



Después, después el viento entre dos cimas,
y el hermano alacrán que se encabrita,
y las mareas rojas sobre el día.
Voraz volcán: aureola sin imperio.
El buitre morirá: laxo castigo.
Después, después el himno entre dos víboras.
Después la noche que no conocemos
y extendido en lo nunca un solo cuerpo
callado como luz. Después el viento.

Hernán del Solar Aspillaga




"No consigo recoger el detalle preciso que abra un libre camino a mi recuerdo. Sin embargo, creo entrever a mi padre y me parece escuchar la física de grandes olas que levantaban, caían y regresaban a remover su espumosa cadena. Hablábamos del mar, seguramente. El me decía todo aquello que me gustaba, todo aquello que me ponía a oírle con ojos muy abiertos, y que en las noches derrumbaba terribles sueños sobre mi cuarto. A través de sus palabras, crueles monstruos de viscosos brazos y ojos verdes como hierba, se me aparecían vigilando el océano, aprisionando marinos, barcos y tesoros. Entonces temblaba a pesar mío y mi padre se burlaba de mis temores.
-Será un buen marinero- reía, porque no cualquiera es tan valiente como tú.
Yo miraba hacia el mar. Y el ronco aullido del agua me repetía un llamado de bestias sin destino, agazapadas y en acecho.
Pues bien, en ese momento como que -no lo dudo- la vi por primera vez. Era alta, hermosa, nos miraba como si sus ojos azules hubieran quedado lejos, me hablaba inclinando su perfume hasta cerca de mi cara. Y fue exactamente, su perfume el que me despertó un corazón distinto, que me pertenecía y yo ignoraba.
Recuerdo que aquello sabía arañar dulcemente, que aquello animaba extraños deseos: saltar, gritando, alrededor de ella, ser dueño de todas las aventuras, besar repentinamente su mano. Pero a veces mi padre me alejaba de ellos. Si me aproximaba, dejaban de hablarse. Me decían que corriera, que alcanzara algún pájaro detenido, lejos, en la playa, que los niños no debían cansarse nunca. Y yo sentía un vago rencor hacia todo, apretaba los puños, me sentaba donde no podía escucharlos. Entonces, cerrados los ojos, me acuerdo de haber pensado cosas imposibles. Evocaba los monstruos submarinos que mi padre me describiera tan a menudo, y me imaginaba caído entre sus duras amarras. Me veía perdido en la noche, apresado en horribles tormentas, muerto silenciosamente, mientras se me buscaba con un corazón desesperado."

Hernán del Solar
Viento verde




Yo canto como el sol,
y el sol no canta.

Yo sueño como Dios,
y Dios no sueña.

Yo, cual la tierra, muero,
y la tierra no muere, ¡pero canta!

Hernán del Solar Aspillaga


























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