Robert Stone

"Admiro a Don DeLillo y Philip Roth . «La gran novela americana» ha sido la bestia mítica de una tradición, pero fue divertido que los jóvenes la imaginaran y persiguieran. Creo que, en general, los novelistas americanos sirven bien a su gente."

Robert Stone




"Creo que Herman Melville fue un gran profeta. «Moby Dick» es la parábola del destino americano en muchos sentidos. Me siento más cerca de Melville y Hawthorne que de Mark Twain y los populistas. Nunca me interesó Faulkner y no me sorprende que hoy en día no lo lea nadie. Hemingway no era admirable en absoluto, a menudo superficial, era hipócrita con la moral, la política y la guerra. Sin embargo, tenía un gran talento, descubrió la «tecnología» del inglés, fue un maestro del sonido. Fitzgerald fue ungido por los ángeles. Vonnegut tenía toques de maravillosa inspiración..."

Robert Stone



"Cuando estaba oscureciendo, hubo un momento de llovizna, una especie de neblina húmeda entre el chaparrón de la tarde y el de la noche. Converse cargaba con el maletín entre la multitud que se apresuraba al atardecer por Le Loi, andando con la mayor normalidad que podía. El peso de la cartera le estaba haciendo sudar incluso más de lo habitual y le dolía el hombro debido al esfuerzo por mantener la postura.
Aquélla era una ciudad de mirones. Los chaperos sentados en los cafés abiertos se fijaban en él, sin perder de vista el maletín. Ya no se molestaban en acercarse; su cara se había hecho conocida en el centro. Su barato reloj japonés era famoso en toda la ciudad, y los limpiabotas, incapaces de distinguir una cara de ojos redondos de otra, lo reconocían por su brillante pulsera metálica. Era un Number Ten. Su falta de distinción hacía que a veces lo insultaran por la calle, pero nadie intentó quitárselo nunca.
El reloj era un talismán contra los ladrones callejeros. En todo el tiempo que llevaba en Saigón sólo le habían robado una vez en la calle, mientras que a otras personas que conocía les robaban dos veces por semana. Cerca de un año antes, había perdido un maletín en un todoterreno conducido por un coreano y, como resultado, éste se había hecho con una colección de obras de Saint-Exupéry y un ejemplar de Zap Comix. En opinión de Converse, la idea del soldado coreano leyendo un Zap Comix había hecho que mereciera la pena perder la cartera.
Enfrente del mercado de flores, se hundió en la enloquecida circulación de Le Loi, intentando parecer indolente y desinteresado. Era necesario aparentar que una buena suerte innata lo hacía a uno invulnerable. La historia había hecho que los de Saigón creyeran mucho en la suerte. Las personas con pinta de desgraciadas les inquietaban, e incluso tentaban a algunos a ejercer ellos mismos de enviados de la mala fortuna. Era algo tan malo como parecer cómico.
Al otro extremo de la calle, el conductor de un ciclotaxi y un miembro de las fuerzas especiales del ejército norteamericano habían entablado una discusión. El de las fuerzas especiales frotaba el índice y el pulgar bajo la nariz del conductor del ciclotaxi y maldecía en italiano. El conductor, abriendo mucho los ojos, hacía demostraciones de golpes de taichí, zigzagueando y bailando en la acera. Tenía gran éxito entre los que pasaban. La gente aplaudía y se reía. Los movimientos de su pantomima eran los conocidos como Rechazar al Mono.
El hotel Coligny, donde vivía Converse, estaba justo pasado el mercado de flores, lo que permitía a sus huéspedes más optimistas bajar la escalera todas las mañanas para comprar ramas de ponciana y rosas recién cortadas con las que adornar su habitación. El corresponsal holandés de la habitación contigua a la de Converse lo hacía de manera regular. El holandés siempre estaba colocado, y le gustaban tanto las flores que una vez le había dado por ponerse una diadema de caléndulas en su largo pelo rubio. Un día unos vaqueros callejeros le tiraron en broma una granada de mano sin carga. Las flores le habían hecho parecer un tipo con mala suerte.
Cuando Converse entró en el pequeño y oscuro vestíbulo, Madame Colletti, la patronesse, una joven dama vietnamita de una belleza exquisita, lo miró con desconfianza y antipatía. Miraba a todo el mundo de ese modo."

Robert Stone
Dog Soldiers



"De vez en cuando fantaseo con narraciones extrañas que me gustaría capturar. Podría llegar a tener suerte y conseguirlo, pero hoy en día ya no me dejo llevar por la ambición. Lo que quiero hacer es cumplir con mi deber, completar mi trabajo."

Robert Stone



"La guerra es la peor de las locuras."

Robert Stone


"Lo queríamos todo; algunas veces confundimos la autodestrucción con la virtud y el talento, la aniquilación con el éxtasis, la temeridad con el coraje (...) Queríamos morir bien todos y cada uno de los días, ser tipos interesantes y dejar bonitos cadáveres. Qué absurdo… Aprendimos lo que tuvimos que aprender e hicimos lo que pudimos."

Robert Stone



"Los Beats tenían grandes corazones. Siempre pensé que el sentimentalismo de Kerouac echó a perder su obra. El sentimiento puede ser noble, pero el sentimentalismo es falsedad. La cultura de los 60 nos dejó cosas buenas y malas: gusto por el jazz, veneración al humor, intolerancia hacia la pomposidad..."

Robert Stone



"No sé cómo juzgar la obsesión del mundo con el materialismo. A veces la codicia parece única y terrible. Tal vez siempre ha sido así... A veces aparece la generosidad y te sorprende. ¿Cómo de profunda es nuestra corrupción? ¿Hasta dónde llegará? Por «nuestra» me refiero a la humanidad. La guerra es una metáfora torpe. La guerra en sí misma es tan extraña..."

Robert Stone



"Tengo tendencia a aplazar las cosas, soy perezoso, pero también se debe a mi obsesión con la perfección. Ojalá trabajara más duro."

Robert Stone



"Ya no me dejo llevar por la ambición. Sólo quiero cumplir con mi deber, completar mi trabajo."

Robert Stone


























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