Tao Yuanming

 Bebiendo vino

5
Construí mi casa junto a las de otros hombres,
pero no escucho sus voces ni el sonido de sus carruajes.
¿Quieres saber cómo lo consigo?
Cuando el corazón está alejado del mundo,
todo se vuelve remoto dondequiera que estés.
Corto crisantemos junto a la cerca del este,
a lo lejos contemplo la montaña del sur
que se vuelve apacible bajo el sol del crepúsculo,
como bandadas de aves que vuelven a sus nidos.
En esas cosas hay una auténtica verdad.
Quiero explicarla, pero he olvidado las palabras.

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El color de los crisantemos de otoño es exquisito,
corto unos pétalos bañados por el rocío.
Los dejo que floten en mi remedio contra los dolores
y hacen que me sienta todavía más alejado del mundo.
Aunque bebo esta copa en solitario,
cuando se vacíe escanciaré otra y otra.
Al atardecer, todo movimiento tiende al descanso
y un pájaro canta mientras vuelve a su nido.
Silbo complacido en la veranda del este
y disfruto de esta vida una vez más.

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Al alba escucho llamar a mi puerta,
me visto rápidamente y abro.
“¿Por qué me traes todo esto?”, pregunto.
El viejo agricultor me colma de cuidados,
cree que me falta el alimento y, desde lejos,
viene a visitarme y me trae una jarra de vino.
“Tú”, me dice, “andas en harapos
y vives bajo un techo de paja;
esta vida es indigna de ti.
Si los demás intentan salir adelante,
me gustaría que los imitaras”.
“Estoy conmovido por tu consejo,
pero no puedo ir contra mi naturaleza.
Podría aprender a conducir un carro,
pero domar mi corazón sería engañarme.
Mejor bebamos juntos este vino,
¡porque no cambiaré nunca de conducta!”

Tao Yuanming



Cuerpo, sombra y espíritu

1.

El cuerpo habla a la sombra
Cielos y tierra por largo tiempo perduran,
montañas y ríos no cambian ni un momento.
Hierbas y árboles poseen el principio de lo permanente,
escarchas y rocíos los hacen florecer y marchitarse.

Al hombre llaman la máxima inteligencia y sabiduría
y es el único que no puede recuperar la vida.
Se le encuentra una vez en este mundo
y de pronto se va sin fecha de retorno.

¿En alguna ocasión es notoria su ausencia?
Los que lo conocían cuánto van a extrañarlo.
Solo deja detrás las cosas de su vida
y llanto en las pupilas de los seres queridos.

No poseo el arte de ser un inmortal.
Seguro que es así. No tengo dudas.
Deberías escuchar bien mis palabras:
cuando tengas buen vino, no dejes que se escape.

2.

La sombra responde al cuerpo
No se puede opinar de retener la vida;
para cuidar la mía no soy capaz de nada.
Me gustaría viajar por los montes Kun y Hua,
pero quedan muy lejos y los caminos son malos.

Desde que tú y yo nos hemos conocido
compartimos las penas y los júbilos.
Si tú estás en lo oscuro parecemos distantes,
pero a la luz del sol nunca nos separamos.

Esta compañía no puede durar siempre,
un día entraremos juntos en lo negro.
Con la muerte del cuerpo se perderá tu fama,
pensar en ese día amarga mis sentidos.

El que hace buenas obras provoca un buen recuerdo,
en buscarlo uno pone todas sus energías.
El vino, como dicen, disipa las tristezas,
pero, ¿qué vale el vino al lado de la fama?

3.

El espíritu explica
la rueda del Gran Alfarero es imparcial,
todo por sí mismo nace y crece.
Si el hombre es una de las Tres Potencias,
¿no soy yo, el espíritu, la causa?

Aunque en esencia somos desiguales,
nacimos estrechamente unidos,
ligados por efectos de actos malos y buenos,
¿por qué no habríamos de hablar entre nosotros?

Los Tres Emperadores fueron grandes y santos
y ahora no sabemos dónde están.
El ancestro Peng amaba su edad eterna,
pero siguió su curso y no pudo quedarse.

Los viejos y los jóvenes mueren la misma muerte,
los sabios y los tontos van al mismo destino.
Cada día borracho tal vez pueda olvidar,
¿no será ese un modo de apurar la vejez?

Las obras buenas provocan alegría,
mas, ¿quién podrá elogiarlas?
Mucho pensar derrota mi existencia,
apropiado es dejarse llevar por el destino.

Dejémonos llevar por el Gran Cambio
sin grandes entusiasmos ni temores.
Si hay que acabar, entonces acabemos
sin que esto nos inquiete demasiado.

Tao Yuanming



De vuelta al campo

1
Desde niño fui ajeno a la vulgaridad del mundo,
mi naturaleza me hizo amar por instinto colinas y montañas.
Por accidente caí en la red del polvo vanidoso
y como si nada se fueron treinta años.
Los pájaros cautivos añoran sus nidos en el bosque,
el pez en el estanque anhela las antiguas profundidades.
Limpié un terreno en las llanuras salvajes del sur
y estoy aquí, como labrador, de regreso en el campo.
Poseo una casa rústica de ocho o nueve habitaciones
con unos pocos acres de tierra alrededor.
Olmos y sauces sombrean el patio de mi hogar
y melocotoneros y ciruelos crecen frente a mi ventana.
A lo lejos escucho las voces distantes de un caserío,
veo el humo que se eleva de sus chimeneas.
Los perros ladran en los caminos alejados
y un gallo canta encima de un moral.
Mi casa no está sucia por el polvo del mundo
y en sus cuartos vacíos me sobra el tiempo para meditar.
He dejado atrás para siempre la vida enjaulada
y he regresado al fin al seno de la naturaleza.

3
Al pie de la montaña del sur he sembrado habas,
pero las malas hierbas las rodearon enseguida.
Al alba me pongo a escardarlas.
Y no regreso a casa hasta que me alumbra la luna.
El camino es estrecho, las hierbas proliferan,
el rocío vespertino humedece mis ropas.
Pero qué importa el rocío
si cumplo con mi voto de vivir en paz.

Tao Yuanming



La fuente del jardín de los melocotoneros

Durante la era Taiyuan de la dinastía Jin[1], había un hombre de Wuling[2] que se ganaba la vida como pescador. En una ocasión, mientras seguía la corriente del río, no se percató de lo lejos que había llegado. Inesperadamente llegó a un jardín de melocotoneros en flor, que ocupaba algunos cientos de pies a ambos lados de la orilla y no contaba con ningún otro tipo de árbol. Los pétalos de las resplandecientes y perfumadas flores caían profusamente por todos lados. Juzgándolo como un lugar fuera de lo común, el pescador siguió avanzando para ver cuán lejos llegaba.

Los melocotoneros desaparecieron en el nacimiento del río, donde el pescador se encontró frente una montaña con una pequeña abertura, a través de la cual parecía verse luz. Dejó su barca y entró en la abertura. Al principio era estrecha y le costó pasar, pero después de haber avanzado un poco esta se abrió repentinamente, dando paso a un área extensa y llana en la que había casas imponentes, tierras fértiles, hermosos estanques, moreras, bambú y cosas semejantes. El pescador vio caminos que se extendían en todas las direcciones a través de los campos, y pudo escuchar los sonidos de las gallinas y los perros. Los hombres y mujeres que trabajaban en el campo parecían vestir ropajes de otras tierras extranjeras. Mayores y niños parecían felices, disfrutando por su cuenta.

La gente estaba fascinada por ver al pescador, y le preguntaron de dónde había venido. Él se lo contó en detalle; entonces lo invitaron a sus casas, sacaron vino, sacrificaron una gallina y prepararon un festín. Algunos otros aldeanos oyeron hablar del pescador y fueron a hacerle preguntas. Entonces los aldeanos le dijeron: «para evitar el caos de la guerra durante la dinastía Qin [3], nuestros ancestros condujeron a sus familias y vecinos a este lugar alejado y jamás lo abandonaron, por lo que no hemos tenido contacto con el mundo exterior.»

Le preguntaron al pescador cuál era el reinado actual. No habían sido conscientes de la dinastía Han[4], y mucho menos de las dinastías Wei[5] y Jin[6]. El pescador les relató detalladamente todo lo que sabía y los aldeanos suspiraron, fascinados. Entonces, otros aldeanos volvieron a invitar al pescador a sus casas, donde le dieron comida y bebida. Después de pasar varios días allí, el pescador anunció su despedida, ante lo cual algunos aldeanos le dijeron: «no sería bueno que le hablaras a la gente del exterior acerca de nosotros.»

El pescador atravesó la abertura, encontró su barca y reemprendió su ruta mientras dejaba marcas para encontrar nuevamente aquel lugar. Cuando llegó a la ciudad de la provincia, se dirigió al prefecto y le relató lo que le había ocurrido. Inmediatamente, el prefecto mandó a una persona que siguiera al pescador y buscara las marcas, pero se perdieron y nunca encontraron el camino.

Liu Ziji[7], de Nanyang[8], era una persona de noble carácter. Cuando escuchó esta historia se alegró y planeó visitar el lugar, pero murió a causa de una enfermedad antes de que pudiera realizar el viaje. Después de eso nadie ha vuelto a buscar ese lugar.

Notas
[1] El relato hace referencia a la dinastía Jin Oriental, 317 – 420 d.C. En concreto, la era Taiyuan de dicha dinastía comprendió los años 376 – 396 d.C.

[2] En la actual Hunan.

[3] La dinastía Qin comprendió los años 221-206a.C.

[4] La dinastía Han comprendió los años 206a.C. – 220d.C

[5] Dinastía Wei, perteneciente al reino del mismo nombre, comprendió los años 220d.C. – 265d.C.

[6] La dinastía Jin se divide en la dinastía Jin Occidental (264 – 316d.C.) y en la dinastía Jin Oriental (317 – 420d.C.)

[7] Un sabio retirado, perteneciente a la dinastía Jin.

[8] En la actual Henán.

Tao Yuanming



Mudanza

1
Desde hace muchos años quiero vivir en la aldea del sur,
no por sus bellas casas, sino por la simplicidad de la gente,
que viven día y noche en una sana alegría.
Luego de soñarlo por años, finalmente puedo mudarme.
Aunque la casa es pequeña, ¿quién necesita una enorme?;
es suficiente que quepan camas y esteras.
Los vecinos me visitan y cantan,
hablamos con nostalgia de los tiempos antiguos.
Nos deleitamos juntos con viejos poemas
y nos explicamos partes que no habíamos comprendido.

2
Primavera y otoño ofrecen los mejores días
para ascender montañas y escribir nuevos poemas.
En cada puerta nos saludamos con cariño
y si hay vino se comparte entre todos.
Luego de trabajar el campo todo el día, vuelvo a casa
y mientras descanso, pienso en algún amigo.
Cuando esto pasa, me visto y voy a visitarlo
y no paramos de hablar y de reír.
Este tipo de vida no lo cambio por nada,
cuanto necesito lo tengo ahora aquí.
Es cierto que la ropa y la comida son necesarias,
pero si aro estos campos, el trabajo nunca va a engañarme.

Tao Yuanming



Recriminación a mis hijos

Los cabellos blancos me cubren las sienes;
mi carne se pega ya a mis huesos.
Y aunque tengo cinco hijos
ninguno gusta del papel y los pinceles.
A-shu ya tiene dieciséis
y nadie lo iguala en pereza.
A-hsüan trabaja bien
pero no cultiva la literatura.
Yung y Tuan tienen trece cada uno
mas apenas diferencian el seis del siete.
Y Tung-tzu, que casi tiene nueve años,
no hace más que pedir peras y castañas.
Si esa es mi suerte,
¡prefiero vaciar todas las copas llenas!

Tao Yuanming o Tao Qian






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