Tom Sharpe

"A pesar de que la concepción original pretendía amalgamar comodidad y sencillez medieval, Baby se había encargado de retocarla para darle una nota supuestamente sensual, su cama en forma de corazón destacaba encima de una alfombra con un estampado de arco iris entrelazados, que rivalizaba en destellos con un taburete adornado con volantes en los bajos y un tocador art-déco. Para completar el conjunto, una gitana española, enorme y a todas luces demente, sostenía una pantalla de lámpara adornada con borlas colocada encima de la mesita de noche y una cómoda de cristal ahumado resplandecía con brillos oscuros que contrastaban con las paredes azul Wedgwood.
Piper se sentó en la cama y alzó los ojos hacia las enormes vigas de madera del techo. Destilaban una solidez de acabados que no casaba con el brillo efímero de la decoración.
Se desnudó, se lavó los dientes y se metió en la cama. Al cabo de cinco minutos ya se había dormido.
Una hora después volvía a estar totalmente despierto.
A través de la pared contra la que se apoyaba la cabecera acolchada de la cama se filtraban unas voces. Por un momento Piper se preguntó dónde demonios se encontraba, pero las voces se lo aclararon enseguida. Era evidente que el dormitorio de los Hutchmeyer era el contiguo al suyo y tenían un cuarto de baño común.
Durante la media hora que siguió, Piper se enteró con asco de que Hutchmeyer llevaba braguero, que Baby no estaba de acuerdo con que utilizara el lavabo como si fuera un orinal, que a Hutchmeyer le importaba un rábano que no estuviera de acuerdo, que la difunta pero nunca llorada señora Sugg —La madre de Baby— habría hecho un tremendo favor al mundo abortando antes de que Baby naciera y, para terminar, que en una traumática ocasión Baby se había tomado un somnífero con el Dentaclene del vaso que Hutchmeyer usaba para su dentadura postiza, así que le agradecería que tuviera la amabilidad de no dejarlo en el botiquín.
Y de estos penosos detalles domésticos la conversación derivó a cuestiones personales. Hutchmeyer tenía a Sonia por una mujer tremendamente atractiva. Baby no. Lo único que tenía Sonia Futtle eran las garras clavadas en una criatura inocente y encantadora.
Piper tardó un momento en reconocerse en aquella descripción, y precisamente se estaba preguntando si le gustaba que le llamaran pequeña criatura inocente y encantadora cuando Hutchmeyer replicó que no era más que un inglesito hijo de puta y gilipollas que había escrito un libro que daba la casualidad que se iba a vender bien.
Esto ya no fue del agrado de Piper en absoluto. Se incorporó, manoseó la anatomía de la gitana española y por fin dio con el interruptor de la luz.
Sin embargo, los Hutchmeyer habían acabado por dormirse de cansancio."

Thomas Ridley Sharpe más conocido como Tom Sharpe
La gran pesquisa



"Cuando fotografío, todo es vida real, ¿pero luego? En cierta manera es una forma artística de retratar la vida."

Tom Sharpe



"Cuando salía con mi cámara por las calles de los diferentes lugares en los que he vivido, lo hacía exclusivamente por placer y cuando veía alguien, un momento que captaba mi atención, lo sacaba. Pero no iba detrás de nada en concreto. Buscaba a las personas y sus momentos."

Tom Sharpe



"De lo único que me doy cuenta ahora es que a todos los sitios a los que he ido y que han sido muchísimos, siempre he querido fotografiarlo todo. Creo que en eso he sido mejor fotógrafo que escritor."

Tom Sharpe



"En 1864, mi abuelo, que era carpintero, emigró a Australia, donde prosperó en la construcción de Melbourne. Cuando llegó la quiebra de los bancos se trasladó a Johanesburgo, donde se vivía la fiebre del oro. Fue uno de los primeros constructores de la ciudad. Allí se conocieron mis padres y allí estuve yo hasta los seis años. Luego, como era un niño débil, enfermo, cada vez que mi madre viajaba de Londres a África del Sur me llevaba con ella. Es curioso; no es que estuviera gravemente enfermo, lo que sucedió fue que el médico de cabecera de mi familia tenía a uno de sus hijos enfermo y desatendía a la clientela. Eso agravó mi estado."

Tom Sharpe



"Lo que me gusta es retratar a personas anónimas, a desconocidos, gente de la calle, de la vida diaria. Jamás a alguien en particular."

Tom Sharpe



"Me siento escritor solamente."

Tom Sharpe


"Mi biografía es tan extravagante que probablemente explica la clase de libros que escribo."

Tom Sharpe



"No me importaba lo que escribía. Vi cosas tan horribles en el apartheid que llegué a detestarlo. Por eso me deportaron. Estuve en cinco cárceles."

Tom Sharpe




"No tengo ni idea de lo que voy a escribir cuando empiezo. Tengo un personaje por allí, un personaje por aquí, y simplemente voy viendo lo que pasa."

Tom Sharpe


"Pero Slymne ya estaba confuso. Había conducido toda la noche para llegar a Ivry-La-Bataille, pero no se había atrevido a quedarse allí y había seguido hasta Dreux. Había redactado la carta de la Comtesse en un hotel de Dreux y tras un breve sueño había vuelto con el mensaje amenazador para que Glodstone lo recogiera. Luego, había estado vigilando la carretera desde una vía lateral y había visto pasar el Bentley. Con una maldición sofocada puso en marcha su Ford Cortina y siguió a una discreta distancia a tiempo de ver al Bentley cruzar el puente y girar poco después hacia la carretera de Mantes. Slymne se sintió muy satisfecho de momento, hasta que comprendió que, si Glodstone se hubiese propuesto renunciar a la expedición no habría tenido por qué dejar el hotel y tomar la carretera hacia el sur. Lo natural habría sido pasar la noche en Ivry-La-Bataille y volver hacia Calais a la mañana siguiente. Pero Glodstone no había actuado lógicamente y, para complicar aún más las cosas, no estaba solo. Viajaba con otra persona. Slymne no había podido verle bien la cara, pero evidentemente Glodstone había convencido a algún otro maldito romántico para que le acompañara en su aventura. Otra complicación. Con exasperación aún mayor, siguió al Bentley preguntándose qué podría hacer. Al menos el cochazo no era difícil de localizar. En realidad, era bastante escandaloso; en cambio su Cortina pasaba bastante desapercibido y podía igualar fácilmente al Bentley en velocidad.
Cuando llegaron a las afueras de Mantes, Slymne hizo otro plan. Si Glodstone abandonaba la población rumbo al norte, magnífico. Pero si giraba hacia el sur, Slymne se dirigiría hacia el Château e intervendría antes de que Glodstone pudiese llegar a ver a la condesa. Aún no había decidido qué acción emprendería, pero tendría que pensar algo. De momento, tenía que pensar en otras cosas. En vez de pasar de largo por Mantes, el Bentley se detuvo a la puerta de un hotel. Slymne se detuvo en una calle lateral. Al cabo de cinco minutos, sacaron el equipaje del Bentley y luego llevaron el vehículo al garaje del hotel.
Slymne se estremeció. Era evidente que Glodstone iba a pasar allí la noche, pero no tenía forma de saber cuándo saldría a la mañana siguiente; y la idea de permanecer despierto por si aquel maldito decidía salir al amanecer no le resultaba nada atractiva. Y además no podía quedarse en aquella calle tan próxima al hotel. Según todas las leyes de la naturaleza, Glodstone tenía que estar exhausto, pero aún así era muy capaz de salir a dar un paseo por los alrededores antes de irse a la cama, y reconocería el Cortina de inmediato si lo veía. Slymne puso el coche en marcha y volvió por donde había llegado hasta que se paró y se preguntó que demonios podía hacer. No podía enviar otro mensaje de la condesa. A menos de que fuese adivina, ésta no podía saber dónde se había alojado Glodstone; y, de cualquier modo, las cartas no recorrían cientos de kilómetros en un par de horas.
Slymne consultó el mapa y no le sirvió de mucho consuelo. Puede que todas las carreteras llevaran a Roma, pero Mantes no le iba a la zaga en cuanto a las carreteras que salían de ella. Había incluso una autopista que iba a París, por debajo de la cual habían pasado al entrar en la ciudad. Slymne la desechó. Glodstone odiaba las autopistas y si seguía de nuevo hacia el sur seguramente elegiría carreteras secundarias. Vigilando la intersección en las afueras de la ciudad estaría en posición de seguir si Glodstone tomaba una. Pero el «si» era demasiado incierto para la tranquilidad de Slymne y, en cualquier caso, seguir no bastaba. Tenía que detener a aquel imbécil e impedir que llegara al Château con aquellas malditas cartas.
Slymne continuó hasta que encontró un café y se pasó la hora siguiente cenando lúgubremente y maldiciendo el día en que había ido a Groxbourne, e incluso más vehementemente el día que había ideado aquel absurdo plan."

Tom Sharpe
Una dama en apuros


"Siempre que Wilt sacaba al perro a pasear o, para ser más precisos, cuando el perro le sacaba a él o, para ser exactos, cuando la señora Wilt les decía a ambos que se fuesen de casa para que ella pudiese hacer sus ejercicios de yoga, Henri siempre seguía la misma ruta. De hecho, el perro seguía la ruta y Wilt seguía al perro. Bajaban hasta la oficina de correos, cruzaban el campo de juegos, luego el puente del ferrocarril y seguían por el sendero que bordeaba el río. Continuaban, siguiendo el río, poco más de kilómetro y medio y luego cruzaban otra vez por debajo de la vía férrea y volvían recorriendo calles cuyas casas eran mayores que la de Wilt y donde había árboles grandes y jardines y los coches eran todos Rovers y Mercedes. Era allí donde Clem, un labrador de raza, se sentía evidentemente más a gusto, y hacía sus cosas mientras Wilt esperaba mirando alrededor un poco inquieto, consciente de que aquél no era su tipo de barrio y deseando que lo fuese. Era prácticamente el único momento de su paseo en el que él tenía cierta conciencia de su entorno. Durante el resto del trayecto el paseo de Wilt era un paseo interior y seguía un itinerario completamente distinto de su propia apariencia y de la de su ruta. Era en realidad una jornada de pensamiento ávido, un peregrinaje por sendas de posibilidad remota que implicaban la desaparición irrevocable de la señora Wilt, la adquisición súbita de riqueza, de poder, lo que haría él si le nombrasen ministro de educación, o, aún mejor, primer ministro. Era algo urdido en parte con una serie de recursos desesperados y en parte con un diálogo mudo, de tal modo que quien reparase en Wilt (y la mayoría de la gente no lo hacía) podría haber visto que sus labios se movían de vez en cuando y que se le fruncía la boca en lo que él suponía cariñosamente una sonrisa sardónica cuando abordaba cuestiones o respondía a argumentaciones con una agudeza de ingenio devastadora. Fue precisamente durante uno de esos paseos, bajo la lluvia, tras un día especialmente penoso en la escuela, cuando Wilt consideró por primera vez la idea de que sólo podrían cristalizar sus esperanzas y podría considerar su vida algo propio si su mujer era víctima de algún desastre no del todo fortuito."

Tom Sharpe
Wilt



"Todos los países de África son artificiales, no existían antes del colonialismo. Esto crispa la situación, porque existen todavía las viejas disputas, las rivalidades de tribu. La única salida es una solución federal, del mismo tipo que la que hace falta en Europa. La situación en África del Sur es verdaderamente mala. Está el problema de siempre, este otro problema de las tribus, y además tenemos allí una generación, los que eran niños en 1976, en la revuelta de los escolares, y que están sin educar. Esta generación, que se ha educado en la calle, sólo conoce la violencia."

Tom Sharpe


"Una vez me invitaron a una: corrida y, así de pronto, pensé que sería interesante conocer ese ambiente. Pero cuando llegó el día no pude asistir; creo que no me sentía en condiciones de poder soportar la náusea. Matar animales después de jugar con ellos durante una hora me parece una brutalidad... Yo he visto matar muchos cerdos y no lo encuentro nada artístico. Pero no he venido para criticar la cultura española; también la caza de zorros puede considerarse una crueldad; en todos los países hay algún deporte de sangre."

Tom Sharpe












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