Agustín Sánchez Vidal

"De Toledo me impresionan tantas cosas, que no acabaría. Recuerdo que cuando Carlos Saura y yo mismo estábamos escribiendo mano a mano el guión de su película “Buñuel y la Mesa del rey Salomón”, en el Parador de Toledo, nos pasábamos horas y horas mirando la ciudad desde la terraza,
viendo cómo cambiaba la luz. Y, luego, ya en ella, se puede callejear día tras día. Es un espectáculo inagotable. Uno tiene sus rincones favoritos, claro: la mezquita del Cristo de la Luz, la iglesia de San Román, todo el pasaje desde Cobertizos hasta Santo Domingo el Real, los alrededores del puente de San Martín desde el Baño de la Cava hasta el Degolladero detrás de la Escuela de Bellas Artes, la sinagoga de Santa María la Blanca, el hospital Tavera… Pero lo que realmente me gusta es la ciudad como conjunto, los despeñaderos sobre el Tajo, la capacidad que tiene para trasladarte a otras épocas sin ningún esfuerzo por tu parte. Eso se encuentra en pocos lugares."

Agustín Sánchez Vidal




"Le temía. Era un hombrecillo premioso y ceniciento, al que sus conocidos solían dejar con la palabra en la boca, por su inveterada costumbre de intentar explicar hasta los más nimios detalles. Todo en él infligía cansancio: su atribulada calva y adormilados párpados, sobre unos ojillos desenfocados, los labios exangües y anémicos, sólo interrumpidos por un menesteroso bigote, a juego con sus esfumados rasgos. Rezó por que no se lo hubieran endosado, convirtiéndolo en su interlocutor."

Agustín Sánchez Vidal
La llave maestra











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