Alfredo Fressia

Adán

Cuéntanos, padre Adán, ¿cómo se nace puro?
¿Amaste a tu mujer? ¿Cómo es tener virtudes?
Yo no tengo ninguna y por eso pregunto,
¿a qué olía el Edén? ¿Era su fruto dulce?
¿Por qué estaba prohibido? Un jardín con clausuras
fue un mal comienzo, Adán. ¿Serías como un niño?
¿Y por eso eras bello? ¿Tuviste un alma justa,
ardiente el corazón, prudente el apetito?
¿Para qué te crearon? ¿Para mostrar al mundo
humildad, diligencia, templanza, compasión,
castidad (y la Fuerza en sentido profundo)?
¿Y acabar en pecado?, ¿caer en tentación?
¿No sabía tu padre que no resistirías?,
tan luego Él, tan sabio, que todo lo conoce.
Cuéntanos, padre Adán, ¿comiste con codicia
los frutos del pecado? ¿Recuerdas sus sabores?
Yo sé que te escapaste de velar una infancia
perdida en la memoria. Perdiste un paraíso
con un árbol cargado de imposibles manzanas,
y unos ríos bucólicos. ¿Tal vez sentiste alivio?
Hoy escribo estos versos y no espero respuestas,
son preguntas retóricas, no saldrá una mujer
ni un hombre ni un andrógino con sus falsas promesas
como de tu costilla tan llena de altivez.
Pero sé que estás solo, como se está en pecado,
materia de mis versos, nostalgia del Edén,
eres padre y hermano, el primer humillado
y siempre, siempre, siempre, el último a nacer.

Alfredo Fressia




Aquí yace el despojo de un poeta.
Nació bajo un eclipse, fue extranjero,
nada os pidió, labró un Edén de ausencia
y al fin reunió en la aurora a sus espectros.

Alfredo Fressia




Candilejas

Es un hombre. Está
sentado en el muelle y mira al mar
como si el mar le prometiera una respuesta
o un consuelo. 
Inmóvil, ve desfilar pasajes de su vida
sobre la línea del horizonte.
Se ve a sí mismo en la ilusión de óptica,
es una de las figuras trémulas de esa linterna mágica
o gira como una sombra chinesca.

Parado junto a una roca de la playa, un segundo hombre mide
el tamaño de la ensenada que los separa.
Para este, el primer hombre también es una sombra 
chinesca sobre la línea del muelle:
no distingue sus rasgos y no imagina
qué historia se desliza en las escenas
-escurridizas como peces-
que el del muelle ve en el horizonte. 

Un hombre mira a otro que mira el brillo del horizonte.
Distraídos ambos por las luces de la hora
tampoco sospechan que un día serán las siluetas
de un poema fantasioso entrevisto por un poeta venido de Uruguay
una tarde límpida al fin del otoño
junto a las rocas de la playa en Santos
mirando hacia el muelle de los pescadores.

Alfredo Fressia



Lujuria

La chair est triste, hélas, pero ¿y la fantasía?,
¿y es mental un pecado si usamos los sentidos?
Por los nueve agujeros del cuerpo, como un guía,
un vértigo fue abriendo las llaves del alivio.
No es el apelo mudo de la especie en el tiempo
que nos habla de lejos como de un deber último.
Ese goce no tiene ni locura ni exceso,
es el dios de los hijos, el secreto del mundo.
A ti, vieja lujuria, te cometí tan poco
y tanto algunas veces, fui más allá del sexo.
Hubo hombres que me amaron, y el amor no es vicioso,
pero a ti te entregué la otra faz del deseo
donde se desvanecen Actos contra naturam
(cuando yo me perdía en las nalgas de Eros)
y hoy palpo en tus palabras -concupiscencia impúdica-
y mi vicio más íntimo acaba en desenfreno.

Alfredo Fressia





"Mi vida tuvo que circular entre tres idiomas, el castellano “uruguayo” (que incluye mi infancia), el francés y el portugués. Siempre supe que en ese trípode el ángulo central era el español, donde reencontraba mi intimidad, con ese barroco tan español, los sujetos pospuestos, los pronombres pleonásticos, las jotas como clarines. Y sí, ese ámbito que llamo intimidad, el de la reflexión, el del espejo que piensa y se piensa, tiene del barroco ese movimiento, ese ir y volver, esas volutas, tan sugestivas en español. Agregale la infancia, el descubrir palabras, la leche materna del idioma, ese que se hablaba en mi barrio en Montevideo, lleno de italianos –como mi familia paterna-, de españoles -como los gallegos de mi lado materno-, de gente que venía de Europa central en aquellos años ’40, después de la guerra. Ese idioma mestizo es mi identidad, la que no me deja extraviarme. Y hasta hoy, después de más de 40 años en Brasil y un denso pasado francés, sigo siendo irremediablemente uruguayo."

Alfredo Fressia



Poeta en el Edén 

No, Señor,
nunca huiré del Paraíso, tengo en mí
la leche eterna de los padres y los hijos,
y escribo poemas para la nostalgia.
No, Señor,
nunca seguiré el rumbo imprudente
de los cuatro ríos, el que impele a los nautas
hacia el mar de monstruosas criaturas.
Habían podado las ramas de oro
que brillaban en el árbol de la vida.
Y ahora me llaman como almas.
No, Señor,
nunca comeré del árbol prohibido.
Apreté tantas veces en mi mano
las frutas suculentas. Aspiro
los perfumes seductores,
—Et d´autres, corrompus, riches et triomphants—
Nada sabes de mis íntimos
paraísos artificiales, y te ofrezco las costillas
húmedas y turgentes
para que sigas modelando al mundo
mientras duermo.
Soy un niño inmenso
escribiendo dócilmente en el barro del Edén.
Tengo un muñeco de porcelana blanca.
Balbucea.

Alfredo Fressia




Sobre la piel de la noche

Con Juan Introini y Jean-Francis, mis dos Juanes, 
                    que ya no son de este mundo.

Me desliza la piel de la noche, soy arcaico
por nacimiento. Traigo conmigo el abismo aterrado 
al borde de los astros y un planeta al acecho.
He visto mi perfil al carbón, la parte 
sideral de la vida, tragada 
en el agujero negro de los días
y yo escribía poemas buscando la salida
al laberinto de los huesos.

Me desliza la piel de la noche, restos
de los cuerpos, mechones de cabello 
como el de la cinta azul en la caja repujada, 
el diente de leche engarzado en un anillo,
y perdido en cajones que daban siempre 
al más allá, mis preguntas al polvo 
gris que fue Jean, el que sostuve en mis manos
y que voló con el viento del mar.

Ya nadie leerá en mi mano los secretos
de las líneas como rutas, huellas, guías. 
Cubre la piel de la noche
el polvo dulce de los muertos. Cubre
a Juan, la calle Libres, la de los paraísos
que entonces declinaban los días en latín, y yo los recito 
desde los años 60. Y enumero los días
de salvar sanantonios, poemas, tréboles 
para la buena fortuna, las cruces 
de sal gruesa contra el mal de ojo.

Y la alarma del sexo que se erguía
sobre la piel de la noche,
el deslizarse suave del amor
que acababa y no acababa. Como los versos. 
Como mi tiempo. Como hoy deambulo entre mis muertos
como astros y escribo
los últimos poemas, al fin la noche
abrupta de este mantra.

Alfredo Fressia




“Tengo exactamente esa impresión: el poema ya existe. Y cabe al poeta encarnarlo, ponerlo sobre el papel.”

Alfredo Fressia




Último viaje

Soy el dueño de los presentimientos, ausculté
al borde de mi almohada,
los contaba como ecos que volvían del abismo
hechos poema.

Y me acerqué al pozo.

La aventura del verbo había ido lejos.
Lo que quedó por decir latía en penumbra
para mejor adivinar todo lo dicho, mar infinito
donde navega el viscoso animal en mi poema.

Entonces vi el coral arcaico
sobre el que deslizaba la medusa. 
Aprendí a ser la anémona y la quemadura,
yo vivo entre lo dicho y lo que silencié.

Y mis preguntas caen como piedras.

Alfredo Fressia


Verso ocioso

Combino con distancia y con recuerdo,
existo poco y mal en el presente.
Vengo de lejos, pero sólo en sueños,
de cerca mi presencia se disuelve.
El sol que me ilumina es de topacio,
y en mi carta la luna es de papel
en áspero cuadrado con el astro
más opaco: mis tonos son pastel.
Escribo versos en endecasílabos
los días lluviosos (como es hoy) y llego
casi al presente donde me deslizo
recto hacia atrás en busca de sosiego.
Visto de cerca yo me desvanezco.
¿Música en mí? Sólo de las esferas.
Por la línea del tiempo huyo del duelo
de ese abismo en el hoy que nos acecha.
Lo aprendí en el camino del exilio:
duele el país real de la memoria
y nace como un hongo en otro sitio,
envenenado y que también acosa.
Y por eso hoy combino con distancia.
Cuando casi estoy vivo casi muero,
y casi escribo, torpe de añoranza,
un verso ocioso, ausente y con defectos.

Alfredo Fressia



"Yo hablo de esa articulación ambigua, equívoca, que existe entre el poeta y el poema. Para decirlo claramente, tengo la impresión de que, con mucha frecuencia, el poema preexiste al poeta. Claro que soy muy consciente de que soy yo el que estoy escribiendo. Pero siempre tengo esa impresión; la vieja impresión de la musa que te dicta el poema. Obviamente, sé que no es esa musa. Es más, en nuestras generaciones, la tuya y la mía, esa musa sería más bien psicoanalítica. Sería la mejor lectura de una eventual musa. Pero yo insisto, y no debo ser el único, en esa respiración del poema que me es ajena, y llego a pensar que es lo que precede al poema. En el libro cuento de cuando estuve en Manantiales, con este muchacho [Pablo] Atchugarry, maravilloso escultor, y hablamos justamente sobre aquella idea renacentista que pasa por Miguel Ángel, de que la estatua ya está en el bloque de mármol, y que cabe al escultor sacarla. Pero la estatua ya está. Y yo tengo exactamente esa impresión: el poema ya existe. Y cabe al poeta encarnarlo, ponerlo sobre el papel. Todo esto con las limitaciones, sabiendo muy bien que es uno el que escribe, en efecto, el poema. Pero coexiste esa especie de perplejidad frente a este sentimiento de que el poema me preexiste, y la conciencia racional de saber muy bien que soy yo el que está escribiendo. Y ese juego entre esos dos puntos de vista lo tenés en [Paul] Valéry cuando él dice que el primer verso nos es dictado por la musa. Es maravilloso, porque la musa todavía existe en Valéry y es capaz de dictarle el primer verso, nada menos, y el resto del poema es transpiración del poeta. La doble postulación está hasta en eso, por eso hablo de esa articulación ambigua y hasta equívoca, porque es una cosa y es la otra. Ese sentimiento de que el poema no es totalmente escrito por uno, que de algún modo él baja al papel, sin saber qué papel tiene, y por otro lado la conciencia de saber que sí, que es uno el que está escribiendo. Me ocurre mucho cuando escribo poemas con metro y rimas prefijados. Me sorprende: ¿cómo vino este verso, cómo puede ser? Yo me releo poco. Pero cuando me releo, me sorprendo; digo: ¿de dónde vino esto? Esa imagen de repente me gusta, de repente no tanto, pero sobre todo me sorprende: ¿cómo fue posible? Esa doble articulación no tendrá nunca solución."

Alfredo Fressia



“Yo siento que después de los 60, por ahí, me fui delimitando un poco más a mi mundo. Yo entiendo, ahora, que los poetas viejos lean menos a otros poetas, y no es ilícito. Hay un protagonismo de las obsesiones que ocupa un espacio que va quedando en los nuevos poemas.”

Alfredo Fressia




"Yo soy bastante optimista. Por una vez en la vida, porque no suelo serlo. Un amigo me decía que esos movimientos son el vaivén de la historia. Esa marea alta y marea baja. Me decía: “ahora viene el fascismo, los valores de la familia, de una cierta narrativa de la familia, y Dios como valor ahistórico, que es típica del fascismo y que se reencuentra mucho en el discurso de [Jair] Bolsonaro y de otros fascistas”. Y naturalmente, feministas, LGBT, minorías en general pierden espacio. Pero mi amigo también me decía: “acordate que en el vaivén, cuando la marea baja, hay cosas que quedan adquiridas para siempre”. Yo me siento muy libre; siempre me sentí muy libre para escribir lo que quería, incluso en tiempos muy duros. Los 60 fueron tiempos de marea alta, había libertad sexual; yo nunca tuve dudas en cuanto a mis comportamientos sexuales, no pasaban por un tamiz de moral. No me parecía que fuera el caso. Me sentía muy libre. Digamos en los últimos 60, y en los primeros 70 vino la reacción. Pero para nosotros, para el resto del mundo no. Al contrario, en una sociedad que empezaba a globalizarse los movimientos siguieron adelante. Naturalmente, en América Latina y en particular en nuestro caso, en Uruguay, hubo un retroceso, pero que duró diez años y después hubo conquistas importantes, que vivimos durante 30 años. Y que ahora vuelven a entrar en peligro con la ideología del fascismo, que está ahí. Está aquí en Brasil; Uruguay no me parece que haya llegado a eso, pero el peligro siempre es inminente. Cuando aparece el huevo de la serpiente uno nunca sabe qué puede pasar. Pero, por ejemplo, en Argentina no parece. Del lado del Pacífico depende, también... México parece tener una libertad en ese sentido, que siempre tuvo. Porque en el fondo los comportamientos continúan exactamente iguales, simplemente se tornan evidentes en algunos períodos... Evidentes y con una validez que los otros momentos, los de marea baja, le retiran... En ese sentido, hay que estar siempre atento. Claro que a mi edad ya no es un tema que me concierna, pero estoy preocupado por los jóvenes. Y lo que yo veo es que los movimientos LGBT pueden eventualmente fortificarse. Frente a un enemigo tan importante y que va a retirar espacio, pueden ocurrir la radicalización y la potencia. Fijate lo que pasó con los movimientos raciales en Estados Unidos, con un fascista como [Donald] Trump, que por su lado es radical, a su modo, payasesco, tal vez, pero radical. Y hubo un movimiento de reacción tan grande que ganó en una semana lo que lleva generalmente años. Que todo el mundo, clases medias, blancos, wasp, tomen conciencia... Y he observado, porque conozco algunas personas de allá, que han desarrollado una conciencia nueva. De modo que trato de dejar este mensaje de cierto optimismo en cuanto al mero ejercicio de la libertad. Y llama a que estemos atentos, en Uruguay, a algún huevo de serpiente que anda por ahí y que de vez en cuando se pone, y queda ahí en la mitad de algunos discursos que pueden llegar a ser problemáticos. Esperemos que tengamos la fuerza de reaccionar... Pero esto ya es un tema extraliterario..."

Alfredo Fressia


"Yo susurré poesía con mi voz imperfecta del Sur."

Alfredo Fressia


















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