Antal Szerb

"A la tercera pregunta se podía responder con un «Nadie». El instinto de supervivencia es capaz de producir un cúmulo de circunstancias que se pueden calificar sin duda alguna como milagro. Yo he conocido a alguien que se disparó a sí mismo en el corazón, después de haberse palpado bien las costillas para asegurarse de dar en el blanco. Sigue tan vivo como siempre, si no se ha muerto desde entonces; los médicos le aseguraron que en el momento decisivo su corazón se apartó de su sitio.
Los instintos avisan a uno de los peligros mortales. Algún órgano oculto nos avisa de la cercanía de la muerte. Parece que los miembros de la familia Pendragon tienen ese órgano muy bien desarrollado. El conde había detenido su coche a unos metros del cable, Osborne se detuvo ante el precipicio. La orden interior era tan fuerte en él que se imaginó que alguien le había agarrado del brazo para detenerlo, diciéndole ¡Stop! Un juego del subconsciente.
A la segunda pregunta, la de quién había dejado la puerta abierta, también se podía responder que nadie. A lo mejor llevaba trescientos años abierta. «Sin embargo, con eso no se explica el disparo contra el conde..., esto no se puede poner en entredicho... Si alguien dejó la puerta abierta con alguna mala intención, sólo pudo haber sido Maloney, puesto que él iba delante de nosotros y de milagro se salvó de caer por el abismo. Y en cuanto al disparo... Maloney sube y baja por las paredes como si fuera una araña."

Antal Szerb
La leyenda de los Pendragon



“Así vivimos nosotros también, almas en Budapest, como la Capitanía General, entre la estricta compostura por un lado y la pompa afectada del mercantilismo por otro.”

Antal Szerb



 "En este país hasta los carteles necesitan una revolución."

Antal Szerb



"Poco a poco, el ahorro se convirtió en su pasatiempo favorito. Se dio cuenta de que tenía, desde siempre, una inclinación hacia el ahorro. De niña, guardaba las chocolatinas que le regalaban, hasta que se llenaban de moho, escondía sus prendas más preciosas, y sus niñeras encontraban —en los sitios más inverosímiles, totalmente estropeados— sus pañuelos de seda, sus medias más finas, sus guantes más caros. Más tarde, la vida no le permitió a Erzsi desarrollar su pasión por el ahorro. De jovencita tuvo que cumplir su papel de señorita bien al lado de su padre, tuvo que volverse incluso derrochadora, para realzar la fama de su riqueza. Como esposa de Zoltán, no pudo ni siquiera soñar con el ahorro. Si, por ejemplo, renunciaba a un par de zapatos que le resultaban demasiado caros, al día siguiente Zoltán le regalaba tres pares, todavía más caros. Zoltán era un «hombre generoso», patrocinador de arte y de artistas, y su obsesión era colmar a su mujer de todo, en parte para calmar sus remordimientos, así que la gran pasión de Erzsi por el ahorro tampoco pudo ser satisfecha.
Estando en París, aquella pasión reprimida se manifestó con toda su fuerza elemental. Su pasión aumentó debido al ambiente y al modo de vivir franceses, al hecho de que en Francia hasta la persona más derrochadora siente un afán por el ahorro, y también por otras cosas más secretas, como la pérdida de su amor, el fracaso de su matrimonio, el sinsentido de su vida; todo eso encontró su compensación con el ahorro."

Antal Szerb
El viajero bajo el resplandor de la luna




















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