Federico Diaz Granados

Canto mineral

¿Y si el alma es de piedra por qué ese mineral sueña con tu cuerpo?
¿Y si el alma es de piedra por qué el dolor
toma la forma de un lejano volcán
y salta al vacío desde su desprendimiento?

No dejes la piedra a merced de la noche
ni esperes la llegada del canto a la soledad,
vendrán los pulsos tardíos a callar la palabra
y algunos muertos se acomodarán en el fuego de esa espera.

Nunca el silencio
la música siempre
las palabras llegan todos los días a la sed
con sus lecciones de llanto.
Hemos equivocado el mundo y como una secreta impunidad
no traducimos al mineral
la lengua del error y los colores de la ruina.

Espera a la piedra
la que te esperó aquí mismo hasta hacerse piedra
la misma que se acuña y se hace esbelta.

Nunca el silencio
la música siempre
el día trae el final
y la voz que huye.
La piedra se desprende día a día
de la vida.

Federico Diaz Granados



"En mis destinos literarios y turísticos siempre tengo dos visitas obligadas en cada ciudad a la que llego: librerías y cementerios. En las primeras trato de buscar novedades o joyas y de antojarme en algunas de mis secciones favoritas como poesía, crónica, biografía y ensayo. En los cementerios trato de visitar a algunos de mis poetas y escritores que han sido tutelares como acto de gratitud y reconocimiento.
Cuando pienso cuáles son algunas de las librerías a las que regreso con frecuencia cuando voy a algunas ciudades se vienen muchas a la cabeza, pero hay unas que permanecen en la memoria de manera indeleble."

Federico Diaz Granados



Hospedaje de paso

Nunca he conocido a los inquilinos de mi vida.
no he sabido cuándo salen, cuándo entran,
en qué estación desconocida descansan sus miserias.
Las mujeres han salido de este cuerpo a portazos
quejándose de mi tristeza,
en algunas temporadas se han quejado de humedad
de mucho frío, de algún extraño moho en la alacena.

Se marchan siempre sin pagar los inquilinos de mi vida
y el patio queda nuevamente solo.
Mi corazón deja de ser una posada de hambrientos
que acoge a todos los pájaros que llegan del verano
y aguardan a que regreses por tus cosas
a este hotel de paso donde siempre es de noche.

Federico Diaz Granados




LA ÚLTIMA NOCHE DEL MUNDO

¿Qué hay, amor mío, más allá de esa luz que canta su eternidad?
¿O que olvida al viejo Homero allá en la trastienda del mundo entre el polvo y la bruma?
¿Cuál será el decir de Dios en esas cenizas trocadas en voz
que han visto caer uno por uno los cristales del sueño
como un desembarco de mentiras?

Hasta aquí el sacrificio de extraviar fantasmas
y ver la vida propia que llega a destiempo
como los forasteros llegan a la Plaza mayor
como quien vende aves del paraíso.

Me olvido de todo:
de las noches que desafiaban los vértigos,
de la persistencia que demora la llegada del júbilo
de la vieja Itaca y Ulises como mendigo.

Y me olvido de los viajes
de la guerra de Troya y sus traiciones.

Y no queda sino mirar hacia arriba
donde brilla esa luz que canta su eternidad.
Esa luz que padecemos en el corazón
y que nos hace sostener junto a los ángeles
el mundo.

Federico Diaz Granados


PLEGARIA

Señor de los adioses
concédenos un poco de tu gozo,
inaugura la mañana en la herida de los pájaros.
Dime de cuál secreto mar provienen estas lágrimas
y por qué el corazón no encuentra nunca su camino de regreso.

Señor.
Qué fue de los amigos
de los que no volvieron a mi casa
y no excusaron mis diarios temores,
hacia cuál color trastearon ellos sus festejos.

No tengo sed, Señor
pero todo signo tuyo hace de mi vida
una permanencia en la sequía.
Seguro existirá un cielo que no veré
un cielo con su única estrella.
Será otro cielo el que toquen mis manos
otro oficio el del viento al inventar la primavera
Se nos rompe la vida y se nos rompe la muerte
y será un cielo repetido el que vean ese día mis ojos.

Señor
¿De dónde proviene esta ronca voz
que trae rumores de otras vejeces?
¿De quién es esta voz que golpea la casa y la rostro?
¿A quién preguntar si mis afectos no conocen ese júbilo’

Señor
por qué el amor y el tedio
están hechos a la medida exacta de mis azares y tristezas.
Estamos más solos que la ruina.
Ayúdame a reconocer mis gestos
en los cuerpos que un día fui
hace muchos siglos
todos los días
lleno de imprevistos y lejanías.

Federico Diaz Granados








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