Germán Sánchez Espeso

"Como capital del mundo, Nueva York es la capital de la basura humana. La manipulación de la Bolsa y las finanzas, los préstamos basura y el comercio de diamantes en manos de los judíos jasidim ultraortodoxos, por ejemplo, contrastan con la miseria callejera y los barrios marginales de negros e hispanos, que son una muestra de que es posible la convivencia de las culturas de la antigua Babilonia y la actual Calcuta, y un claro ejemplo de la hipocresía calvinista, en la que el alma humana se redime por la adquisición de riqueza.

Las desigualdades sociales de Nueva York son la definición más perfecta de la obscenidad del alma en medio de un mundo de puritanos religiosos. La mayor desgracia no es ser ciego en Granada, (Francisco de Icaza), sino pobre en Nueva York. “Si volvemos a vernos, llámame Gwen” puede parecer a primera vista un ejercicio de provocación y lo es. Pero pretende ir un poco más lejos, y acaso descubramos su intención si lo sabemos mirar. Es una crítica a la decadencia de nuestra cultura, engañada por la publicidad, que es la mano armada del capitalismo, en la que se cree que el enemigo está fuera (comunismo, Al Qaeda), cuando, en realidad, está dentro de nuestro propio sistema de valores."

Germán Sánchez Espeso




"Nueva York es, por una parte, la ciudad más bella del mundo, la más poderosa, la más atractiva, la más mimada por la arquitectura, la ciencia, las artes, la cultura… y, a la vez, la más descarnada, la más fatua e indiferente, la que parece solo ansiar la riqueza material, sin tiempo ni lugar para los otros bienes que también anhela el alma humana, como son la compasión, las relaciones con los demás, la justicia…"

Germán Sánchez Espeso



"Pienso que mi literatura, en general, está poco o nada emparentada con el panorama actual español. Más bien, lo contrario. Cada una de mis novelas, desde la primera, Experimento en Génesis, es una propuesta nueva, un camino inexplorado que decido abordar, de la misma manera que los antiguos conquistadores de los nuevos mundos se abrían paso a través de la selva, la sabana o las nieves perpetuas. Nunca me ha gustado repetir o hacer diferentes versiones de lo que ya he hecho, ni recorrer caminos que ya han sido andados por otros. Me gusta sentirme siempre a punto de explorar una nueva ruta que pueda conducirme, sin lugar a dudas, a mundos literarios totalmente desconocidos, abrumadores e inciertos."

Germán Sánchez Espeso




"También por aquellos días quedó en el camino alguien que desistió de seguir envejeciendo, alguien que nunca se soltó las trenzas de colegiala, y que, a ese no querer representar su edad, contribuía su excesivo optimismo: Tía Juana de Arco (¿la recuerdas atrapando «besitos air mail» con una soga al cuello, en lo alto de una silla?), que se casó con un acróbata-cómico confiando ser amada al margen de su dinero, y se colgó (se colgó de verdad) con la esperanza de que alguien cortara la cuerda.
Mi adolescencia fue menos brillante e igualmente turbadora. Transcurrieron mis estériles horas puberales a la sombra de gruesos volúmenes grecolatinos y compendios de química (ingenio e industria), y otras disciplinas altisonantes, siempre al amparo de ilustres preceptores sifilíticos, dómines pedantes y tutores que atendían con extraño placer a la voz de «pedagogo» y «preceptor».
Fue por aquel entonces, antes quizá, cuando comprobé por primera vez la placentera reacción de algunas partes de mi cuerpo a determinados estímulos de unos fascículos de La Biblia en Imágenes (Lámina VII, las hijas de Lot. Lámina XV, Judit seduce a Holofernes. Lámina XXI, El baño de Susana. Lámina LXII, Salomón y la negra Sulamita).
Es de saber que entré en la pubertad alto de cuerpo, pulcro de maneras, timorato de espíritu y frescos los novísimos (Muerte, Juicio, Infierno o Gloria, aprendidos en este orden). Pero pronto me torné en sucio, deshonesto en el mirar y goloso en el comer. Este trueque, mis padres lo atribuyeron a cierto prematuro desliz que conocerán quienes no deseen dejarme de la mano, y que relataré seguidamente, más por ofrecer datos al sociólogo que holganza al licencioso.
¿Pero nos alejará mucho de nuestro objetivo si antes nos remontamos, de una manera sucinta, por los eslabones de esta cadena que ya me atenaza, para presentar lo que en el Código Penal se llaman «antecedentes»?
Para intentar una reconstrucción exacta de mis primeros gambitos, diré que sobre el damero de entonces estaban el rey Salomón de los grabados, y una sirvienta negra, que no dudé en llamarla Sulamita (véase lámina LXII de la Biblia en Imágenes), y una sirvienta blanca, y una noche negra, y una luna blanca, y un peón aventurado.
El caso es, interesado lector, que la negra Sulamita dormía en un aposento algo apartado, que daba a la cara posterior del edificio, cercano a las cocheras, para estar al tanto de los que por aquella puerta pudieran entrar o salir. El desvelado muchacho (a quien la chica, por otra parte, miraba con muy buenos ojos, pues los guiñaba y sonreía al paso del chiquillo) ardió en curiosidad por muchos meses, sin hallar sosiego ni de día ni de noche. Al principio, poco sagaz y nada discursivo, buscaba el niño ocasiones para ver las tripas al juguete, atisbando por ventanas y cerraduras."

Germán Sánchez Espeso
Narciso








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