Jaiko Jiménez

Al final nos mudamos todos.
Cada quien tomó su parte de la herencia del recuerdo,
y se echó andar.

Jaiko Jiménez




Despedida

«Todo lo que tuve y lo que fui,
sin testamento,
se lo dejo al viento».

Héctor Collado

Si me tocara irme de este mundo
en plena luz,
y no me diera el tiempo
para enhebrar adioses.
Si de golpe la vida se me muriera en el pecho,
y no quedara ni el recuerdo.
Si ya mañana descubriera que me he ido,
que todo yo me he vuelto ausencia:
lóbrego silencio.
Si no retornara el sonido de mi aliento,
y para siempre se alejaran,
oscuros, mis pasos…
Bien se sabrá que nada perdí,
que todo fue ganancia.
Que recorrí estas calles, sinuosas, imprecisas,
con la emoción de un niño que a cada paso
iba descubriendo la belleza.
Que amé,
y con locura.
Que fui amigo
de Dios y de sus hijos.
Que sufrí el acero de la traición,
sus garfios en mi vientre…
Que supe del hambre,
del miedo,
de la zozobra y la pérdida,
de la injusticia y la desnudez,
del dolor y de la angustia.
Y no caí,
ni mi voluntad fue menoscabada
por las piedras que me lanzaron,
sino que con ellas erguí un altar
para dar gracias.
Pude morir desde hace mucho,
y no pasó.
En todo momento fui
pálpito indeleble,
sangre inagotable,
llama que perdura.
Y así,
como nada tuve,
nada les dejo.

Jaiko Jiménez



“Es de gran importancia que se respete y se valore a los escritores; ser escritor es un trabajo y debe ser considerado como tal. Ser autor requiere de una formación, dedicar muchas horas a la lectura, practicar, explorar, analizar, escribir, borrar y reescribir. Hay que respetar eso, no se puede esperar que el artista siempre regale su tiempo y su trabajo, escribir para muchos no es un hobby, sino algo serio.”

Jaiko Jiménez



"Hasta cierto punto creo que la libertad consiste en poder elegir siempre, y para elegir se necesita más de una opción."

Jaiko Jiménez



"Hay que aprovechar las oportunidades del mundo digital."

Jaiko Jiménez




"Hombre que ya no mira con tanto asombro. Nací una noche de marzo según me contó mi madre, dice que la luna estaba enorme y amarilla. Y que en la sala de los recién nacidos, yo era el único varón. Desde ese entonces he crecido a la luz de lunas amarillas. Creo que no soy solo uno, y mientras escribo estas líneas son varias las voces que me dictan. De hecho, el yo adulto nunca sale sin el yo niño, la infancia manda. El resto es pura pose, una forma de estar en el mundo sin que me encierren en un manicomio. Alguna vez me describí como un hombre que mira con asombro, con el tiempo el hombre se asombra cada vez menos, por suerte el niño aún encuentra, cada cierto tiempo, algo en qué maravillarse. Me siento muy afortunado con esto de la poesía, yo no la busqué, y a veces siento que estoy aquí medio colado. Pero igual lo agradezco. Y a pesar de mis dudas, sé que la poesía fue quien me abrió la puerta, ella sabe más que yo. Sigamos bailando."

Jaiko Jiménez



"La verdad es que no me gustan las preguntas. Siento que nunca alcanzo a responder correctamente y lo que quiero decir nunca lo digo. Al final me defiendo como puedo y si no puedo no respondo."

Jaiko Jiménez



“Me parece que en las escuelas se debería leer más a nuestros premios nacionales de literatura. Estoy casi seguro de no haber leído más de cinco libros de literatura en mis años de colegio. Y de esos cinco, quizá tres los leí a medias.”

Jaiko Jiménez



Poema a un hombre que se ha perdido

A Víctor

Veo tu rostro que se muestra para siempre triste,
a la sombra de una noche ya lejana.
Te veo solitario en ese banco frío,
en esa esquina que te sabe desde siempre,
mas no te reconoce.
Aún recae sobre ti la lluvia que inundaba los caminos,
enhebrando suspiros y adioses sin retorno.
Son tus ojos un museo de efigies que se han ido para siempre.
Cementerio de árboles arrancados con violencia.
La insondable arena en donde cada paso se hizo huella,
luego recuerdo, luego olvido.
Siempre estarás allí cuando la noche te reclame.
Tú, entre sombra y muerte,
con esa vieja radio que ya no sirve,
pero que insistes en llevar bajo tu brazo,
como a un perro que se ha vuelto viejo;
la cuidas, porque nada se asemeja más
a la entrañable compañía de un amigo.
Tanto has dicho tu dolor
que ya lo sabes de memoria.
Por mucho tiempo esperaste el amanecer
y tu vida se detuvo en medio de la madrugada.
Habitas en la hora de la ausencia,
empotrado en el umbral de la hecatombe.
Todo se ha ido,
y tú yaces olvidado entre los escombros.
Has invocado el nombre de la muerte y no te escucha,
parece que también la muerte se ha marchado para siempre.
Víctor, espejo de mi propio desamparo,
te abrazo desde la otra orilla,
para ofrecerte mi amistad de aire.
No te olvidaré,
renacerás en los dichos de mi boca;
a donde yo vaya, irá también la sombra de tus pasos;
pronunciaré tu nombre, cuando llegue la mañana.

Jaiko Jiménez




XXII

No he de caer.
Allá en el fondo hay bocas que esperan por mí.
Desesperadas me reclaman para su hambre.
Es la hora de huir,
la hora de la única partida,
de salir volando en una nube triste.
Se han acabado las treguas,
he visto perderse en el horizonte la última piedad,
el cuerpo marcha a la dureza del sepulcro,
y la noche se ha bebido la última esperanza.
No, no he de caer.
Mi cuerpo demolido no soporta ni la brisa más liviana,
cualquier caricia ha de lastimar mi carne, mis huesos;
la mirada más tierna me hace trizas.
Quiero vivir, quiero disgregarme entre los matorrales,
habitar entre las fieras,
rajar el cielo cual relámpago en bifurcación,
brotar a la hora del silencio, una vez más,
conocerme y reconocerme.
No quiero ser más la sombra de mi sombra,
la hoja errante que seca se pierde en el anonimato.
Abrir esa puerta quiero, quiero palpar,
quiero ser un poco más que nada,
y quiero.
No, no he de caer.
He de ocultar la piedra que soy,
el ave que soy, la risa que soy,
la lluvia que soy.
Me he de salvar por vez primera,
permaneceré oculto
detrás de este cuerpo ajeno,
detrás de esta piel ajena,
de este dolor ajeno,
sufrido por el otro yo que soy,
y por mí.
Pero no he de caer.
En el momento más absurdo
abriré las alas de par en par,
a la hora en que el verdugo duerme,
y volaré como lo hace un poema,
hacia el lugar del encuentro,
de la comunión del cuerpo con su sombra.

Jaiko Jiménez
























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