José Sánchez Rojas

A mi pueblo

Alba, sombras, iglesias, el castillo;
un sepulcro, la vega sonriente,
el cristalino Tormes transparente,
donde amó Garcilaso, el buen caudillo.

Las glorias de los Duques, su cuchillo
y su horca, Teresa la doliente,
de los Perales la parlera fuente,
son su timbre de honor y su martillo

Con Teresa me tienes olvidado,
villa de mi niñez, que eres la fosa,
donde yacen de muerte mis querellas…

¡Tienes el corazón amodorrado,
yo saltaré tu masa pizarrosa
iluminando tu solar de estrellas!

José Sánchez Rojas



A Salamanca

¡El sol besa tus piedras, ciudad de oro!
Tienes la gracia del Renacimiento.
La majestad de tu reposo siento,
cantada por los ángeles en coro.

¡Salamanca de lumbre, yo te adoro!
Recoja tu beldad mi último aliento;
arrópenme tus piedras, cuando el viento
de tu existencia barra mi decoro.

¡Cabe á tu Escuela yo he soñado tanto!
Junto á tus rejas, miel gusté de amores.
Aquí, en tus aulas, mis pensares fueron.

¡Llevo dentro del alma resplandores
de tu luz otoñal, que se encendieron
al soplo de ilusiones que ahora canto!

José Sánchez Rojas



Alba de Tormes

Alba de Tormes tiene su Castillo
Del claro río espeja la corriente
Tu peregrina vega sonriente
Que cantó Garcilaso, el gran caudillo

Las glorias de los Duques, su cuchillo
Y su horca, Teresa la doliente,
De los Perales la parlera fuente,
Son tu timbre de honor y tu martillo.

¡Alba de Tormes, madre: eres la fosa
Donde yacen de muerte mis querellas!
¡Con Teresa me tienes enterrado!

Yo picaré tu piedra pizarrosa.
Tienes el corazón adormilado,
No dejas ver la luz de las estrellas!

José Sánchez Rojas




“Apenas si yo me llamo Pepe. Nací… iba a decir el año en que nací, pero los escritores, como las mujeres, no tenemos edad, o como decía Cánovas, tenemos la edad que ejercemos. Nací, digo, en una familia castellana, en un pueblo histórico de la provincia de Salamanca, expulsado con dos meses y medio de anticipación del vientre de mi madre. No soy siquiera sietemesino, y dicen los que me vieron que era del tamaño de un conejito, feo, sin las uñas formadas y apenas con cuero cabelludo: un verdadero monstruo. Me dieron agua de socorro y, la vida de mi madre y la mía, pendientes estuvieron de un hilo, hasta dos meses y medio después, en que empezó mi verdadera formación fisiológica.

Pero luego, fui rollizo y muy mamón (mamé cerca de dos años y medio, según las crónicas), y de una voracidad insaciable. No fui nunca niño precoz, como os cuentan otros colegas que lo fueron ellos, sino muy lento y bastante tímido. A mi madre la llamé siempre ‘Tata’; a la rolla Lorenza, ‘Ina’; a la leche, ‘michi’, y al chocolate, ‘tate’ o ‘tete’, según el humor que tenía al abrir la boca.

Me llevaron a la escuela, creo que a los cuatro años. Allí tampoco se guarda recuerdo de que asombrara a nadie. Pero quise al maestro, ¡pobre don Nicolás Caballero Blázquez!, con todas las veras de mi corazón de niño. Don Nicolás me regalaba continuamente libros, estampas, caramelos. Mi primer examen lúcido me valió un dominó de pastillas de chocolate que me regaló mi padre.

Aquel año presidió los exámenes el alcalde de Alba de Tormes, don Pedro Canto, que me quería mucho, y me preguntó lo del templo de Sansón con lo de la cabellera de Dalila, los ríos de España y la Salve. Yo no quise pedirle permiso para ciertos menesteres urgentes y de menos categoría que me apretaban en verdad, por miedo a que creyera una deserción lo que era simplemente urgente menester, y mantuve la línea de fuego, o de agua, en el campo de batalla. Fui soberbio y meón al mismo tiempo. De aquella escuela me llevaron a la de otro pedagogo que me tiraba de las orejas y que rompía las varas de fresno sobre mis costillas de niño de siete años, hasta que mi padre se cuadró, poniendo coto a las demasías de aquel ilustre majadero, bien avenido con los retoños de los ricachones, a los que adulaba.”




 Burgos

Burgos tiene las dos torres gemelas
De su Iglesia Mayor mirando al cielo;
estas agujas sienten el anhelo
De erigirse del sueño en centinelas.

Si eres Quijote, con las torres vuelas
Del ágil Clavileño en ancho vuelo
A otras regiones altas, sin recelo
De cansar al corcel con tus espuelas.

Pararrayos de luz fuerte y dorada,
Por doquiera verás aquestas torres,
Atalayando el firmamento, puras.

Y en tu visión de luz atormentada,
De estas agujas la visión no borres
Que serán tu caballo de aventuras.

José Sánchez Rojas





“Cuando hablamos de castellanos no nos referimos a los españoles nacidos en las seis o siete provincias de Castilla la Vieja, ni las de Castilla la Nueva, ni en las del viejo reino de León. Hablamos también del aragonés y del extremeño, y del andaluz y del murciano, y hasta del alavés dentro de las provincias vascas. En general, cuando decimos Castilla casi queremos decir España. Incluimos en la palabra Castilla algo más que una faja más o menos extensa de nuestra geografía peninsular: incluimos una cultura.”

José Jorge Sánchez Domingo más conocido como José Sánchez Rojas




"El campo es un amigo leal pero huraño que no revela sus secretos a tontas y a locas y a la buena de Dios. La tierra canta, pero su canción la oyen solamente los campesinos y los madrugadores. De sus entrañas surge una canción de anhelos, de presentimientos, de fecundidad alegre y lozana, que no llega a los alcázares de la ciudad, ni a la cama del sleeping, ni al ocioso que perecea, ni al ignorante que a duras penas distingue una espiga de trigo de una espiga de cebada. Dicen los labriegos que la tierra es mimosa y que no podrá gozarla aquél que no la corteje. Lo mismo, lo mismo que la mujer. Y como ella, tiene sus ingratitudes y sus preferencias y sus sacrificios. Galán la quiso y Galán la requebró. Y ella, la tierra madre, le colmó de caricias, le reveló sus secretos, le prodigó sus favores y le prestó sus rimas. Las rimas suaves del aire manso que menea las ramas de los árboles, ora cadenciosamente en Abril, ora brutalmente en las borrascas huracanadas del turbio Febrero. Las rimas cálidas de las tardes de siega, vibrantes como himnos de guerra y briosas como amor de mozallón. Las rimas mañaneras cuando un telón azul envuelve el campo, la tierra se empapa de rocío, los pájaros empiezan sus trinos y nos hiere la retina, el disco rojo del sol que se levanta."

José Sánchez Rojas
Elogio de José María Gabriel y Galán




“En la vida individual, cada año que nace de las entrañas del tiempo, este terrible Cronos que se devora a sí mismo, es un nuevo torcedor de angustia y a la vez un verde brote de esperanza. Vivimos, sencillamente, porque esperamos. ¿Qué esperamos? El corazón no lo sabe jamás a punto fijo.”
     “Sin embargo, a guisa de españoles, este en que entramos de 1932 nos sorprende con un gesto de interrogación infinita. Nuestra vida de relación, nuestra vida política se funden por primera vez en nuestros adentros con los anhelos y con las inquietudes de nuestra vida íntima. Advertimos que hasta nuestra economía espiritual está limitada e intervenida, y que la patria, que no es cosa externa, integra también nuestro tesoro interior. Porque 1932 va a ser uno de los años decisivos en los anales históricos de España. El cambio de rumbo, el viraje, se iniciarán en él. El año que entra es el puente que nos ligará con el porvenir. Todas las energías dormidas, latentes, de la raza, empezarán a actuar con las primeras flores de la primavera y antes que los frutos tempranos del estío. Con la primavera de 1932 coincidirá la del país.”
     “He aquí como la patria nos distrae de nuestro pesimismo personal, que no se convierte, gracias a ella, en cósmico, como el del pobre poeta de Recanati. Nos interesa la experiencia de la patria, que es la proyección de nuestro yo en los demás, en el tiempo y en el espacio.”

José Sánchez Rojas




"Salamanca no es Castilla: es León. Y León tiene la blandura de Galicia, la zorrería lusitana y la sequedad, ya un poco apagada, del suelo de Castilla. Y León en lo urbano produce al salmantino y en el campo al charro. Así, las piedras, que no son más que proyección del espíritu de la ciudad en la ciudad, despista á esos espíritus curiosos que, como mi amigo Pedro de Répide, han ido a Salamanca es busca de la austeridad, de la secura, de la llaneza castellanas. Y Salamanca no es eso. Salamanca es la floración, la eterna floración del espíritu, que no se concreta nunca porque si madurase se agostaría y es el anhelo de la posibilidad, frente a otras ciudades que son ya el fruto y la decadencia de una raza que vive de sus recuerdos."

José Sánchez Rojas














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