Max Rojas

“A veces, en voz baja, los poetas muertos leen para los poetas vivos sus poemas desde el fondo, los escuchan desde el fondo del silencio, y entonces sí, las veladoras cumplen su trabajo, y el mundo resplandece.”

Max Rojas



Algo cruje 

Algo cruje; ciertamente algo cruje.
Madera o mundo o muerte ya cansada
cruje;
ciertamente algo cruje, roe campanas,
masca niebla; algo mastica huesos
de angustiadas palomas.
Algo cruje; ciertamente algo cruje:
caen sonidos o golpes de azadón
o alguien escombra piedras
o quién va hacia mi hueco,
pero no, y sigue de largo.
Ciertamente algo cruje, algo en alguna parte
se está muriendo a escombros,
algo se está viniendo abajo.
Tristeza o soledad o rabia oscura:
qué desolado mundo sin ti se desmorona.

Max Rojas


I

Lo furioso, lo verdaderamente animal
que me sostiene, lo que me guarda en pie
con el rencor crecido, esto como de hueso,
como de dientes que me muerden
después de haber mascado el polvo,
esto de sangre, esto de grito ahorcado
como un aullido en la garganta,
esto como un muro, como un sollozo
largo de noche sin hogueras, lo animal,
lo verdaderamente bronco que me duele en los ojos.
Dije que el mar es algo así como esa diaria muerte
de mi cuerpo. Hoy me sale lo bronco
y me revuelvo, hoy me sale lo herido
y me desgarro –perdón por esta forma
de amargura, pero es que hoy
de muy dentro me sale lo animal desbocado,
la verdadera furia que me empuja:
esto de maldecir espinas por la boca
lo formalmente triste
lo exactamente amargo como el llanto.

Max Rojas
El turno del aullante




"Lo verdaderamente animal que me sostiene está dolido."

Max Rojas



“Me convertí en poeta de culto porque edité El Turno del Aullante en plaquete y lo regalé a unos cuantos, nadie sabía que era poeta y eso se convirtió en el detonante de una fama pre postuma de la que viví hasta que escribí "Cuerpos"… llegó a ser uno de los libros más fotocopiados en México.”

Max Rojas




Hoy tengo que saber algunas cosas,
averiguar ciertas costumbres de las aves,
ciertas maneras de la tarde que no entiendo.
Debo saber —es un ejemplo— aquello que concierne
a las personas a la hora de la lluvia,
su modo de perderse entre la niebla, su tristeza,
su nostalgia sombría como el viento;
quiero saber, también, las causas de la muerte
del erizo, su manera tan fiel de arder a solas,
su sollozo;
después, tengo que averiguar algo pluvial
que llega en las palomas, algo que duele,
algo que suena hueco y sabe frío:
un caracol que se hunde en un espejo y un lamento:
la destrozada forma de un rostro que me escalda
y todo aquello:
el hosquedal de pájaros que empieza,
el viento en la ventana dando miedo
y esta manera de llover que parte el alma.

 Max Rojas
El turno del aullante


VI 

Hoy de golpe me vino todo aquello,
y de golpe, también, me encontroné
en un muro.
No es para menos, dije, y me tiré al olvido,
y luego anochecí mascando penas.

Me dio por acordar de amargas cosas,
y me puse a morder tales mordidas
que los dientes después me hicieron daño;
aconteció que el llanto sonó a desbarajuste,
pero mejor me fui por si llovía;
hubo no sé ni cuántas bajaduras
y tantas cosas más que me arrumbaron.
La pena me entristó y estuve a punto
de barbotar de tanto que traía;
de golpe se me vino todo encima,
y hubo un dolor aquí y un aguacero
y un poco de llorar por si las dudas
( la cosa fue que el agua me hizo daño).

No es para menos, dije, y me tiré al olvido,
y enmohecí en un rincón mascando penas.

Max Rojas
El turno del aullante

 

VIII 

Anoche me dolió la esqueletada, de modo tal,
y de manera triste, que al rato de crujir
se vino abajo;
ni para qué moverla —dije— de ese sitio
si al cabo he de acabar igual de caído:
la dentición ya me anda carcomiendo
y adentro el huesadal haciendo estragos;
mejor que de una vez se quede allí tirada,
que pronto he de ir por ahí a recogerla;
me importa poco el hueserío que falte,
porque de sobra sé que faltan muchos;
no por nada se me han ido cayendo,
a cada tropezón, un resto de ellos.
Si así de invertebral he de quedarme,
mejor ya de una vez me angosto el alma,
y vale madre lo demás que venga luego.
Anoche me dolió la esqueletada, y nadie más
que a mí me vino el crujimiento. Me entristo
un poco más y trago en seco, que al cabo sé
que he de acabar mi crujición a solas.

Max Rojas
El turno del aullante



Vinieron por el hueco
vinieron luego por la pared y los clavos
se llevaron ladrillo tras ladrillo
se llevaron los goznes
desmantelaron todo:
a pisotadas demolieron la escalera,
a puñetazos acabaron con los vidrios,
arrasaron con todo,
chamuscaron el pasto, pisotearon
tristísimos huesitos de paloma;
se llevaron el frío, se llevaron las últimas botellas,
se llevaron incluso la pared de enfrente,
se llevaron la cama y el montón de yerbas,
se llevaron la mesa y su montón de escombros,
se llevaron incluso los escombros,
arrasaron;
arremetieron después contra el silencio,
un gritadal dejaron en vez de aquel silencio,
deshilacharon más después mis alambradas,
sépase a mis puitas qué le hicieron,
pateáronme después mi fiel madero, mi astilla de querencias,
la dolorida armazón de donde cuelgan mis colgajos,
heláronme la voz heláronme la brasa,
se llevaron en fin, finada, a mi hosca huesa,
me llevaron a mí, me quedé solo,
di un traspiés, caí, caí hasta el fondo,
allí me derrumbé, me hice de herrumbre,
me puse a masticar mi triste hilacha,
pensé en llevar a hojalatear mis cuarteaduras
mejor me desistí, me eché un requiéscat,
un trago de mezcal,
cavé mi hueco
crepité
-concluye todo.

Max Rojas nombre artístico de Jorge Juan Máximo Rojas Proenza



































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