Montserrat Acuña

Camino por el pasillo del supermercado
mi mirada se detiene en el refrigerador de lácteos.
Un niño va en el asiento
y mira de frente a su madre
empujar el carrito
Desde el pasillo perpendicular
escucho a la mía
pedirle consejo a mi hermana mayor
sobre una marca de mostaza.

Entre las botellas de yogurt cuidadosamente
ordenadas como un mosaico
en el reflejo del vidrio
encuentro la mirada de mi hermana mayor.

Nos miramos apenas una fracción de segundo
escucho a mi madre aún llamándola

Yo me pregunto
en qué refrigerador
habrían de colocarme
qué clase de persona soy
la que dice qué
la que jamás haría qué
es decir
textualmente qué soy
qué talento tengo
qué bondades profeso

Mi hermana escucha el nombre de su madre
que es también el suyo
y separa nuestras miradas
para acercarse a ella.
Ese es su lugar.

Atrás de mí, una chica
ordena las mantequillas
del refrigerador contiguo
basándose en algún criterio
color, ausencia o presencia de sal.

No tengo evidencia alguna sobre mi intelecto
cuánto es
qué potencias tiene
en qué lugar me coloca haber tenido
un cálculo renal en mis veinte
cuánta gente siente cuánto dolor
y cuál es parecido al mío.

Si mi hermana tiene un marido
está en ese grupo de personas
es decir, ¿es una esposa realizada?
si un día tiene una hija
¿será una madre igual que lo es nuestra madre?
¿será la otra una niña así como lo fuimos nosotras?
yo estuve en el lugar de las niñas asustadas
de las que tienen pesadillas.

En qué lugar me coloca
el gusto por hornear pasteles
en qué estadística se cuenta
mi incapacidad para andar en bici
cómo me salgo del conteo
de quienes no tienden su cama en la mañana
pero tienen un método para hacer café.

No sé si mi hermana y yo compartiremos espacio
igual que botellitas de yogurt de sabores idénticos
o si nos separará un abismo de diferencias

pensándolo bien
mi hermana pertenece al grupo de mujeres
con brazos largos
que saben distinguir un aguacate maduro
yo estoy en el de las pelvis asimétricas.

Su figura a lo lejos me recuerda que
estamos en el conteo de las hijas de Judith

Qué tanto altera mi identidad
ese hecho previo a mi existencia
qué permanece si cambia el nombre de mi madre.
Qué permanece si cambia lo que sea.

El niño que iba en el asiento del carrito
representante oficial del
grupo que requiere vigilancia
la vida vulnerable
los comienzos.

La madre
figura entre el grupo
que tiene responsabilidades.

Un día al niño le aterrará la idea de hacerse adulto.
Pero quizás nunca experimente
el compromiso de cuidar a alguien.

Yo, tal vez, tengo más en común
con las personas que deben ir a terapia
las que usan copa menstrual
y tienen carnosidades en el cuello.
Por ejemplo,
personifico muy bien al grupo
de los insomnes.

Alcanzo a mi hermana en el pasillo de los cereales
nuestras manos tocan al mismo tiempo
la caja café
Somos parte de la cifra de amantes de los chokokrispis
le digo
ella se ríe y contesta:
Es que tú y yo somos iguales.

Montserrat Acuña
















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