Norman Paba Zarante

Donde yace mi cuerpo

Donde yace mi cuerpo ha nacido un árbol.
Mis nervios se han vestido de follaje,
mis brazos por ramas, mis pies de raí­ces.
La tierra siente el pulso de una savia original.
Lo que quiero es emborracharme de brisa
mientras la hojarasca crece salvaje a mi alrededor,
lo que quiero es celebrar con el sol y con la lluvia y las estrellas.
He soñado hombres que bailan para reordenar el mundo,
hombres cuyas palabras se cierran como destinos.
Fogatas de doble sexo se multiplican
hiriendo la calma acuosa de la noche.
Ahora hay puertas donde antes cabalgaba el viento del sur.
Latidos que anuncian el corazón de la guerra.
Lo que ellos necesitan es una fidelidad materializada en milagro
y cantan a mi alrededor,
hunden sus brazos en el deseo,
devoran mis flores, fuman mis hojas,
ignoran que mi fruto no es sagrado ni luminoso.
Los niños enfilan sus lanzas contra el dios del mar.
Las mujeres se masturban frente a las olas.
Los hombres, en la profunda oscuridad de la noche sin luna,
nadan hacia la muerte.

 Norman Paba Zarante


  

El acto más pequeño

 En la plenitud está implí­cito el vértigo.
El pájaro en vuelo
lo sabe,
y lo sabe el martillo del revólver
en el momento justo.
Todo late, todo vibra,
todo muere y vuelve a comenzar.
Hasta el acto más pequeño
está colmado de fervor,
el mundo completo respira
y sus flores
borrachas de rocí­o
se entregan una a una
al poderoso incendio de la vida.

 Norman Paba Zarante


 
El Dios que vive en mis manos
 
Me inclino,
el dios que vive en mis manos
también se inclina.
Todo lo que vive en él
se concentra conmigo en oración,
y por un instante,
ardemos envueltos en el mismo fervor,
por un leve instante
somos humo que asciende y se hace pájaro
pájaro que surca el espacio hecho luna
espejo de la noche incinerada.

 Norman Paba Zarante



La dieta 

Come toda la luz que puedas antes del desayuno.
Si tienes ansiedad
cálmala con cerveza
y espera, pero sé precavido
el tiempo es un cazador ciego.
Al almuerzo
traga paí­ses como manzanas, continentes completos.
Y toma tu intemperie y viértele mares y rí­os y duras calles.
Repite esta rutina como respirar,
siempre cuida tus espaldas,
nunca confí­es completamente en nadie.
Al cabo de no pocos años
habrás ganado un alma de lluvia,
inundarás las calles, regarás las cosechas,
te rebasarás y escaparás de ti mismo.
Y tu casa será la soledad, allí­ aprenderás a amar.
Y te hallarás libre y completo
porque no ardiste lentamente hasta desaparecer
como todo lo que alguna vez ha vivido en este mundo.
Tu camino es otro:
Un beso prolongado. Una ruta salvaje entre las estrellas.

 Norman Paba Zarante


 

Visiones del ángel

 Vi la columna vertebral de la noche
floreciendo plena en el puerto,
dibujando estrellas para los navegantes perdidos.
Sé que en el norte
hay nuevas lenguas y nuevas formas de amar.
Y al sur
una suma colosal de colores
donde desembarcan
boxeadores derrotados y sacerdotes del sueño.
Es preciso haber amado y muerto en ambos lugares,
y haber consumido mi droga
una mañana de invierno entre los eucaliptos.
Es preciso entrar y salir constantemente del incendio
sin ansiedad o desesperación,
fundirse plenamente con la madera y la piedra.
Y vi un mundo de sí­mbolos
perceptible solo para quienes resplandecen
en la calidad de lo que trafico.
Y vi a Mercurio,
una huella diminuta en el cielo,
mientras el valor de la moneda corriente colapsaba.
Es preciso que me pagues con tu última felicidad
quiero esparcirla como polen
regarla por mis jardines de humo.
Búscame entre los pájaros y el aire.
Ya puede haber comercio entre nosotros.

Norman Paba Zarante




















No hay comentarios: