Rosa Díaz

Allí estoy, proyectada en la luna
de mi cuenta hacia atrás:
pero ya no soy yo o yo no soy ahora.
Soy una extraña mía con una risa intacta,
con una piel intacta. Confiadamente nueva
y pisando los pecados capitales.

Y allí me dejo hoy. Me dejo.
Me hago peregrina de mi acervo interior
y me recorro, me hurgo y aprendo a conocerme,
a sacarme a la luz.

Y bajo la renuncia diaria y las claudicaciones
me he dado muerte pero me he nacido.

Rosa Díaz



El caldero de la bruja Brigit

Bajando los pasillos
trasegados de fámulos
entro hasta la cocina
y dispongo el caldero.

Llevo siglos cociendo
todo el llanto del mundo.
Cuando queden tres gotas
las beberé al instante
para que la tristeza
no me mate los ojos.

Rosa Díaz



Esta sonrisa que ofrezco…

Esta sonrisa que ofrezco
es mi alma vestida de domingo,
acompasada en Fausto…
(las niñas tenían diademas blancas
y vestidos también blancos…)
(las monjas, rugosas unas,
rubicundas otras,
mantenían sus miradas cúbicas
de ángeles envenenados y fríos…)

y de pronto la acera,
el claxon,
el infarto,
el pluriempleo,
el paro,
el anciano sin sol,
el árbol sin lugar,
la cartera S,
el ceda el paso.
Y mi lágrima larga.
Diamante sin fronteras,
estratégica daga del destino
bordeando la historia.

Rosa Díaz
De: Cantábile (para cuerda enamorada)



Había que conjurar a la belleza…

Había que conjurar a la belleza,
traerla entre loso posos, era preciso.
Había que traerla a un círculo de sombra
con tres gotas de sol y un novilunio.
Y allí, en el núcleo del miedo,
todas las cabelleras y los oscuros ojos
con la rama de áloe,
-nueve días de cera-
-nueve días de aceite-
un grano de distancia mancillada de risa
y en medio, su mirada dardeando mi carne,
y aquella exacta mirra del borde de su aliento.

Rosa Díaz





















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