Alejandro Cortés

Abren las mandarinas su hechizo de luz 

Algo me dice que mi hijo está solo
recién salido de la ducha
con la piel húmeda sobre las sábanas
Se levanta tarde
sediento entre alcoholes negros
debe echar de menos las mandarinas que le daba cuando niño
cuando llegaba de jugar fútbol con las rodillas verdes
y devoraba cada gajo en un segundo

Creo que mi hijo piensa en cómo era la vida
cuando existir importaba más que ser útil
Se acordará de los programas de televisión:
Los guardianes del universo
protegí­an la bondad de los niños solos

Mi instinto me dice que está tirado en la cama
El aire de flores desnudas entra por su ventana
Fijará las pupilas en un punto de la pared
o del armario debidamente ordenado
y con la toalla secará la sal de su cara
¿Se acordará de sus ojos cerrados cuando le bañaba la espalda? 

El diciembre que nos hicimos distantes
no pesa más que todos los diciembres que estuvimos juntos
Yo solo puedo presentir cuando él me piensa
y verlo como a un niño
sin importar sus años

Si yo supiera de premoniciones
jurarí­a que mi instinto sabe más de lo que conozco
Si yo supiera de señales
dibujarí­a el punto en la pared donde fija la mirada
Pero soy su madre
solo sé esperar
Solo sé esperar
a que me visite un domingo a mediodí­a
y poder darle
todas las mandarinas del mundo.

 Alejandro Cortés González



Aydala

En memoria de Daladier Arismendi “Dala”, (1975-2014)

Fueron ellos quienes trazaron en tu cráneo los caminos del Huila en oleajes de hierro
Fueron ellos quienes ataron tus manos con pedazos de cuero de tu primer tambor
Fueron ellos quienes hicieron que tu cabellera bailara separada del resto del cuerpo
Fueron ellos quienes te abrieron nuevas bocas y allí guardaron la baba de su risa
No fue un robo
Fueron ellos

Firmaron su sevicia con tu sangre en las paredes
y se alejaron en la nocturna fosca del domingo

Degollaron al ruiseñor y tú en tu cántiga
Mutilaron la flor y tú tan espina de crisálidas
Cosieron tu boca para el grito, no para el canto
En el filo que destaja al mundo suena un tambor de manos atadas

Te lloran el Rin y el Magdalena
Tu madre envejeció veinte años de lágrimas
Agua apozada en erizos de cuarzo

Nadie ve ni oye las pisadas de las botas de caucho que apagan la hoguera entre las montañas

Nadie

Pero fueron ellos

Ay Dala

Aydala
Tu nombre se ha unido a la herida

Fueron ellos

Los que se nombran con escupitajos de sierras eléctricas
Los que ya nadie quiere ver ni oír

Porque hoy quieren cantar
Porque hoy todo es canto
Y el recuerdo de la edad febril que nos hermanó entre casetes y polvorines

Ángel de cristo negro Señor de Etiopía cielo que se mira en lo profundo de la tierra para acogerte en un batir de sombras

Hoy todo es canto
Y tambores de manos atadas
Las voces de tus hermanos bordan con hilos de sangre
banderas sobre tu féretro.

 Alejandro Cortés González


Cartografía del agua

El que desde el ojo de buey contempla la lluvia,
se va con el galope del agua.
Sus ojos, agrietados de relámpago,
recorren los mapas que las gotas trazan sobre la ventana.
Aprende a esperar sin esperanza,
a recibir sin ansiedad la calma.

El que desde el ojo de buey contempló la lluvia,
entiende que hay un país perdido
en la cartografía del agua,
y busca en los cielos grises,
el galope que lo haga regresar.

 Alejandro Cortés González

 

El primer oficio del día
 
Poesía es un desempleado que lleva a un niño al colegio.
La mano que protege y la mano que redime,
se unen y se transmiten silencios.
El niño no habla de los libros que le faltan.
El adulto no habla del empleo que no ha conseguido.
La poesía es omisión.
La calle, un río crecido.
Antes de cruzarla se aprietan las manos con más fuerza,
para que nunca se vayan a soltar.
Poesía es un desempleado que lleva a un niño al colegio.
Es la fábrica ausente,
es el libro no leído.

Poesía es caminar de la mano con la promesa de nadie.

 Alejandro Cortés González



Ofrenda del abismo
 
Para un nacer de alas
el acero deber cortar la carne y arrojar el cuerpo

No es el cielo quien otorga el vuelo
Es la caída.

 Alejandro Cortés González



Pronóstico de lluvias

Cuando los océanos se enfurezcan
la tierra se llamará cubierta,
su norte, proa,
y el testimonio de los antiguos terrenos del hombre
solo serán mapas
mojados de mar.

  Alejandro Cortés González



Un girasol dentro de una botella vací­a puede beberse la noche

Una noche
abrí­ la puerta
y volteaste hacia mí­ la cabeza
como girasol nocturno 

Me hablaste de la inutilidad de los dientes
para el pez sacado de las aguas
De la ciudad que esconde el cadáver del rí­o
en las bodegas de las fábricas 

La imagen de esa noche cuelga de mis paredes
Vapor de ningún aliento
Uñas invisibles contra los vidrios 

Me siento en el sillón
Tú no estás
El aire forma tu cintura y se arrellana en mi regazo
Te imagino diciéndome
que en la boca de los pescados
hay una oración por el rí­o 

Una corriente abre la ventana
Ahora la noche aletea sobre tu hombro
y soy yo quien voltea la cabeza
como girasol nocturno.

 Alejandro Cortés González















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