Allison Hegde Coke

América, con mi canto te respondo

Para Phil Young y mi padre Robert Hedge Coke

América, con mi canto te respondo. Respondo con mi canto lo que en tí fue cantado
Respondo con mi canto el momento en que amabas el aliento.
Canto tu hogar hacia ti y de vuelta a la razón.

Oh, antes de que América comenzara a cantar, yo la arrullaba con mi canto,
la sostuve en la baranda de su cuna, la lloré hacia el día.
Mi canción la creó, preparó su parto,
Sostuvo su cordón cortado, hermosamente como un collar.

Mi canción le ayudó a erguirse, sostuvo su mano en sus primeros pasos,
nutrió su propio ser, la alimentó, le dio la fuerza de tres hermanas.
Mi canción la confortó mientras luchaba con mi razón
Rompió mi equilibrio, como cualquier niño lo haría.
Vean, mientras forzaba su salida, me forzaba a removerme
mientras yo lloraba este país mi canción plantaba rosas en cada lágrima.

Mis ríos de venas, teñían canteras de piedra humeante,
rodearon cañones, mientras se hacía ella una fina doncella.

Oh, pero aquí estoy, aquí estoy, aquí, permanezco en toda y cada cumbre,
retumba delicadamente su gran bajo vientre, preparada para descargar su canto

y habré de cantar de nuevo, como siempre lo he hecho
Nunca silenciada excepto en compañía de extraños, cantando
el rostro estoico, amable reposo, amable mientras danza profundo
al interior, amable
Madre de su mundo. Hermana de mí misma.

Cuando mi canción cante de nuevo en voz alta. Cuando yo la llame
de nuevo a su cuna.
La llame para atisbar hacia las aguas, para verse a sí misma en luz y oscuridad
día y noche, la llame para cantar juntas, la llame para madurar, para visionar.
Entonces, se renovará. Así como mi canción.

Cuando ella trascienda su propio anhelo
le responderé con mi canto, le responderé. Cantaré, oh lo haré.
América, te respondo con mi canto, lo que en ti fue cantado.

Allison Hegde Coke



Antes de la próxima aurora

Antes de la Próxima Aurora, fue como había sido por decenas de cientos de años.
Y la vida misma fue como había sido por miles de miles.
A través del horizonte, plumados y emplumados danzaron en los cielos,
diminutos reptaron entre la hierba, criados por el calor del verano,
sobre ellos tronaban miles y miles de pezuñas y patas.

Este fue sitio de comercio, de colonización de diez mil personas,
seis culturas, bandas, tribus, y todas las familias incluidas.
Este era el sitio donde el viajero podía parar a descansar, a comer a
estar con la gente luego que el cansancio se instalaba. Era el lugar de la paz.

Marcando su existencia en el mundo, como todo pueblo hace,
se erigieron estructuras de tierra humedecida remolcada en canastas.
Luego fueron colocados estratégicamente para formar los diseños reverenciales.
Al pasar la gente, fueron honrados con significativas cuantías
de su propiedad y llegaron a ser parte de este paisaje para siempre.

Grandes rocas fueron movidas del pasado asentamiento
y se tallaron piezas de acuerdo a la necesidad de
utensilios afilados, para los cambios cosmológicos, para
refinar polvo de granito rosa para hacer blanca faz de fantasma para la congoja.
Y El Pueblo vivió como le habían dicho
y trabajaron reunidos como se hace en las ciudades.
Rezaron juntos y a solas, como tiende a hacer la gente.
El gobierno era estable y trabajaba
por el bien común de todos los ciudadanos
como es de suponer en todos los gobiernos.
Y, vivieron y prosperaron
algunas veces viajando río arriba
a otros asentamientos para comerciar,
para importar y exportar mercancías. Algunas veces
permaneciendo, disfrutando el Sol de la tarde–fácil.
Ésta es la forma en que era y El Pueblo
estaba seguro que habría de ser siempre.

Empezaron a circular historias sobre
La venida de una nueva condición humana.
Historias tan comunes como ropa colgada
en aquellos días, ritual cotidiano,
guardando huella de experiencias
e instrucción para propósitos educativos,
para ocurrencia social pues existía la Historia
acerca de la entera Madre Tierra. Pero,
estas Historias pronosticaban terror,
una bestia de hombre que parecía no meditar
nada para ponerle fin a la vida de
una mujer, de un niño, del Pueblo. De hombres Extraños
sin familias que vinieron
en la noche, trayendo perros de guerra, ensordecedora
artillería monstruosa que podía matar
sin ni siquiera tocar a un hombre, en
un tiempo en que tocar realmente a un enemigo
tenía un valor más grande que poner fin a su vida.

Las Historias hablaban de
extranjeros venidos en botes a través del
límite acuoso del fin de La Tierra.
De desastres dejados tras de sus expediciones.
Una vez la Historia incluso habló de un asentamiento entero
quemado en la Noche
mientras El Pueblo dormía apaciblemente
esperando la llegada del Nuevo Amanecer.

Y hubo testimonio. Frazadas extrañas,
de hermosos colores y tela
densamente tejida con hilos ajenos a estas praderas y
llanos, no de pelo de búfalo, ni pelo de perro,
ni de ninguna planta jamás utilizada para tejer aquí.
Estas frazadas precedieron la llegada por medio del comercio
entre todos Los Pueblos que vivían
encima de la Caparazón de la Tortuga
comprometiendo el cuerpo Norte del
Hemisferio Occidental extendido
desde el Ártico hasta el Antártico donde cerca de cien
millones de personas a buen seguro ya tenían su hogar.

Al comienzo, cuando las frazadas llegaron,
El Pueblo quedó mesmerizado con ellas,
Ellas inmediatamente fueron parte del atuendo diario, altamente codiciadas.
Los poderes predictivos de los Extranjeros extrañamente rápido se
revelaron a sí mismos por medio de una rara enfermedad.
No como cualquier enfermedad que haya estado nunca
sobre El Pueblo hasta este día.
Fue una plaga de gran magnitud, en la que
miles de miles sucumbieron
para su cólera. Hubo una marca
sobre la tierra—el poder del Extranjero.
Era el poder de la muerte sin siquiera tocar,
sin siquiera ver los extraños
instrumentos lanza fuego y balas a un Ser Humano
desde una gran distancia.
Fue este mismo poder sin siquiera los retumbantes instrumentos de muerte.
Hubo una señal de tumba sobre la tierra,
una marca revelada ella misma por medio de otras marcas y señales
sobre El Pueblo. Este poder mataba.
Ni raíces, hierbas, o medicinas probaban
eficacia para combatir su curso.
La enfermedad se desató sobre Este Mundo desde las
frazadas vendidas al Pueblo
por el contacto que se había acumulado en la ropa tras ser
removida de los cuerpos
de víctimas de Las Tierras a Través de las Aguas
lejos, muy lejos, y traídas aquí
para hacer de la colonización una tarea más fácil. Había sido
efectivo en otros viajes
de la condición del hombre extranjero. Fue el comienzo del germen del
conflicto, quizás el primero practicado nunca sobre la faz de la Madre Tierra
y El Pueblo que había sido siempre
pronto estuvo casi perdido. Aquellos sobrevivientes juraron
recordar lo que había sido, y
para asegurar que los hijos de sus hijos no olvidaran a los
ancestros que los precedieron.

Esta es la historia del mundo. Este adorable sitio de asentamiento
salpicado de talloazul, yerba roja— Roja Racha.
El carcomido granito rosa testimonia la floreciente cultura
del tiempo antes de la Nueva Aurora.
De algún modo milagrosamente todavía rodando el canto del horizonte.
Esta es una Historia de Roja Racha y de la súbita
desaparición del reservorio de cultura regional.

Mientras enfrentamos el hoy renovado Miedo a la Peste, de la deliberada
liberación de la viruela, no nos olvidemos
que ello ocurrió aquí antes. Recordemos
a hombres, mujeres, y niños
que sucumbieron a tales males diseminados antes de la
llegada del nuevo género humano,
que apareció ciertamente como terrorista
sobre la pradera natural y las llanuras y
sus habitantes originales.

Recientemente testimoniamos sitios
sacros, demolidos, colapsados
durante otra conquista todavía.
Testimoniamos silenciosamente a la desacralización de sagrados sitios de
cultura en el oriente, así como en el resto
del mundo lo testimonian canteras de grava, cursos de golf,
edificaciones levantadas sobre tumbas
sin miramientos con las Bisabuelas,
Bisabuelos que duermen aquí
en esta tierra plisada con tierra cargada
en muchas, muchas canastas curvas y dañadas,
por docenas y docenas de manos trabajando al unísono
para el bien común edificando terraplenes
esculturas de la comunidad, estructuras, barreras seguras alzadas con
tierra y despojada en los huesos
de El Pueblo sobre su anticipación y fugacidad.

El sol arrastra azul desde la Tierra de la Oscuridad,
levanta el párpado cada amanecer
sobre las mismas ruinas
de esta gran civilización de hace tiempo,
sobre la pradera intemporal
relumbrante río, manantiales.
Es en este comienzo que
la conciencia se elevó.
Una era del hombre reflejada ahora respetuosamente
sobre la gloria de otro hombre.
Aun en peligro por las monstruosas máquinas,
excavando heridas sobre el suelo,
levantando la propia piel de la tierra,
cortándole huesos y huesos
de su gente para reunirlos, luego sofocando su
aliento con concreto, ladrillo, argamasa
no permitiéndole nunca más respirar libremente.

Que ella respire de nuevo.
Que ella respire.
Que el despojado halle refugio.
Que el despojado halle paz.
Que ella respire.
Que ella respire de nuevo.
Que el despojado halle rescate.
Que el despojado halle esperanza
Que ella respire de nuevo.
Que ella respire.
Que el despojado halle esperanza.
Que el despojado halle rescate.
Que ella respire.
Que ella respire de nuevo.
Que el despojado halle paz.
Que el despojado halle refugio.
Que ella respire de nuevo.
Que ella respire.
Que ella respire.

Allison Hegde Coke





Equipaje

Para Calabaza

Mirábamos filas de víveres
a través de una puerta de hierro,
cabezas de extraños con sombrero
abajo de nuestros pies y nuestro piso.

En el apartamento del pequeño pueblo y
el almacén general a ambos lados
pasábamos días y noches
pretendiendo ser espías.

Mi hermana y yo
aun bastante jóvenes
para cargar.

Nosotras estábamos
cargadas con 
un maletín de tiras color trigo,
sus lados ennegrecidos
por quemaduras de radiador,

nuestros trajes de algodón arrugados
con crayones de cera
metidos adentro.

Pegados a los asideros había
   ondulantes marbetes, con
los nombres 
de aquellos que nos dejaron
   aquí  
      y partieron.

Cada vez que los clientes
caminaban las aceras abajo
podrían haber estado caminando
pasillos suavemente alumbrados entre
psiquiatras y guardias–mi

padre visitante, mi madre paciente,
en Dix Asylum.

Allison Hegde Coke



Fuera de estación

Para trabajadores del campo y ensambladores como yo

Temprano, en las mañanas más grises, cuando nosotras
urticadas fuertemente en medio de los surcos de
tabaco y dulces patatas,
lejos de ambas estaciones del plantado,
razonabas que yo pertenecía allí,
fluyendo como arroyo de agua
abajo de nuestros campos de hojas brillantes,
mostrando luego sólo rastrojo dorado y raíz.
Dijiste que nunca lo había hecho
rítmicos martillos y dentadas
sierras para Construcción Interior.
Alcé las alas de mi espalda, esos músculos   
formados por surcos de primera mano, músculos
que mecieron mis costillas y costados.  Yo
dejé herramientas en la cama plana, señalando el
norte, a la ciudad extendida como  
mampostería esparcida y agrietados rieles, Raleigh,
vientos de fábrica ahumada y callejones de venta ilegal de alcohol.

Una polla blanca cayó de un aparejo Tyson,
un poquito adelante de mí en la calle Saunders.
Yo la llamé ôHookerö
desde el descenso de la calle de la luz roja.
El enrolador local era un tipo grande y rojo,          
sentado tras la puerta tendida como escritorio sobre una plataforma cenicienta.
Él se burló mucho como tú
al mirarme,  pero los campos y los caballos debilitados,
justificaban mis noventa libras de empuje.
Al día siguiente me hizo comenzar en una cuadrilla llena de hombres.
Hombres que nunca habían visto trabajar a una mujer
de esa forma en el pueblo, primera
vez que tenía la oportunidad de operar un azadón,        
primera vez que ensamblaba, y cuando blandía el martillo con
total fuerza, tres libras enfilaban derecho a dieciséis peniques.
En seis semanas, me hice capataz.   
Justo antes que me dirigiera a ti
ôHookerö casi fue picoteada de muerte    
por nuestros gallos—urbanizada como estaba ella.

Desembolsé tanto dinero, tiré
lo que tú aportaste para el otoño.  Nos establecíamos
para el largo frío.  Comiste ridículo y rápido.
nunca fuimos las mismas,
Hasta la primavera cuando los campos nos reclamaron
como su propiedad y regresamos
a lo que pertenecíamos y que conocíamos ambas.   
La estación extemporánea sólo una consecuencia
de aquello para lo que estábamos hechas.
Nunca conociste esta parte de
lo que yo soy. Trabajadora del campo o ensambladora,
yo solamente te mostré lo que tú decías que no podía ser.

Allison Hegde Coke




"Hay muchísimas cosas terribles en el mundo. El mundo corre grave peligro porque no se lo respeta ni se lo honra, y en cambio la industria, el dinero, las últimas generaciones de seres humanos abusan de la Tierra; es como si la estuvieran violando. Y la poesía es uno de los pocos lugares donde por un momento el oyente o el lector puede ingresar a un marco de referencia que ofrece una gran alianza con el poeta. De modo que lo que el poeta tiene para ofrecer, y pedir, es atención para con estas cosas que están en peligro, en esta especie de vorágine que vivimos en la sociedad de hoy. El lector, o el oyente, tiene la oportunidad de tomar el pensamiento que viene a través del poeta hasta el lenguaje, y de avanzar más allá del lenguaje hacia un lugar donde hay un cambio profundo del corazón, un cambio de enfoque: una revelación, que será del lector o del oyente en la medida en que lo sea del poeta. Se comparte el compromiso en la revelación. El lector, o el oyente, son llevados a un modo distinto del ser, donde pueden ser conmovidos de modo que se retiren de las acciones que causan conflicto, o que se comprometan en acciones tendientes en otra dirección, circunnavegando las áreas problemáticas reveladas por la poesía. Los que dicen que la poesía debe tener un tema político predeterminado son superficiales, carecen de conciencia y no saben nada de poesía. La poesía es donde el lenguaje respira; es un lugar que abarca todo lo humano, un lugar de encuentro donde compartir el pensamiento, y tener una intención o propósito detrás de la poesía derrota la intención de la poesía misma. Pienso que el propósito del poeta, el muy necesario propósito del poeta, es despertar a la gente, creando múltiples imágenes que seducen y cautivan, brindándoles así un código para que puedan leer aquello que ven sin conocer."

Allison Hegde Coke




La paloma

Para Joy

Una paloma debe haber muerto aquí-
plumas lanzadas giran
          hacia las junturas de la acera
gris sobre gris,
un zarpazo de viento las lanza en espiral
como cortinas de encaje emplastadas
                    sobre ladrillo de edificio-

de vuelta al tren «Amtrak» en Albania.
La ventana abierta ha acechado
por décadas las cargas de los trenes.
Los rostros de los pasajeros apretados contra el vidrio
asomándose tan cerca que el aliento de vida escapa

sueños y desesperación

rostros despojados de paz, alargados en su desesperación,
rostros desplazados y deshechos, anhelantes-
en el mismo tren de los años cuarenta,
tren cincuentañero en el que viajé hasta aquí.

Hace un instante una señora ciega cruzó
la intersección a mi izquierda,
diciendo, Son pájaros cautivos.
          ¿Por qué no podrán utilizar timbres como en Watertown?
              Estas señales suenan como pájaros cautivos

me palpo a mí misma luchando cada día,
esforzándome por mantenerme emplumada.

Suavemente levanto mis hombros,
los codos se invierten, las alas se estrechan.
Mi rostro se endurece y despelleja la piel.
Los dedos de mis pies se alargan y rasguñan
          las líneas y grietas de la acera

Vislumbrando
              y circundando bajo la ciudad

Allison Hegde Coke




"La poesía es un lugar donde al mundo real se le tiene consideración, se lo habita, se lo transforma y se lo interpreta para que ofrezca una revelación y sea comprendido. Es donde el mundo real conjuga y reúne sus elementos de modo tal que el poeta pueda ser testigo de todas las conjunciones que han estado presentes. A los elementos reunidos, el poeta los interpreta y embellece mediante un lenguaje que hace florecer estas conjunciones, devolviéndole así al mundo real un don que es el abrazo del lenguaje."

Allison Hegde Coke




"La poesía tiene que tener un sentido musical. La música, en cierto modo, es algo muy ceremonial. Cuando danzamos durante muchos días, el ritmo del movimiento nos lleva hacia otro estado. No necesitamos agua ni comida, sólo danzar. Danzamos lo suficiente para llegar a un punto en que nuestra resistencia es tanta, que empezamos a ver las cosas bajo otra luz, a trascender o transformar nuestro modo de pensar en un nivel integral. Y la musicalidad de la poesía nos abre una plataforma para que ese ascenso suceda. Es un encantamiento, es lo que permite que algo se vuelva un poco más profético o profundo. Esto puede ser demostrado mediante una imagen muy simple, pero presentada de una manera tal que la profundidad simplemente esté allí, esperando que el público la descubra, y será oída si el canto se emite limpiamente. ¿Tiene sentido esto para usted?"·

Allison Hegde Coke




Levantando fríjoles

Para HAZEL y DEJA

Con el delantal de cubierta de algodón para enlatar,
hace veranos, yo desgrané frijoles verdes para una vieja dama.
Los frijoles verdes lejos de hacerse al estilo francés,
ni siquiera al francés canadiense,
más a la Hurón supongo, o a la Tsalagi hacia la parte sur.
Apretando duro con los índices, pulgares, a dos manos
haciendo reventar regordetas vainas
frescas de colinas repletas en los campos.
Congestionado de abejas y avispas de tierra.
Levemente elásticas, levemente dulces
suficientes canastas repletas para espantar el hambre del invierno
por cerca de un año más.

Recuerdo la primera vez que enlaté en los cobertizos,
los quemadores de tabaco humeaban azul,
llené cuatro tinas de acero con setenta pintas cada una–
cuarenta si fueran canteros de un cuarto.
El granero mismo cubierto con almadías
para colgar estacas
llenas de grandes hojas de tabaco, verdes como judías,
aunque pronto serán doradas y café añejo.
Ahora en ninguna parte cerca a Winston o Salem.
Ni cercano siquiera al Espíritu Americano.
Más probablemente Bull Durham y Drum.

Estacas de sabor íntegro colgaban por todo el cobertizo de tablilla,
sobre mi cabeza donde encendí gas para hervir frijoles y
esperaba afuera bajo la sombra de la hojalata que
descansaba sobre postes que eran maderos únicamente a un lado

Una avispa aterrizó cerca de mi hombro
y murió.
Quizás se habría curado entre el ático.
Era enorme, negra, dura y reluciente, tan
grande como el único céntimo de mi bolsillo
su medio tórax escasamente marcado.

Recuerdo hormigas león arrojando polvo
sobre la avispa muerta
como un funeral.

Y el funeral de la abuela carretera abajo
cuánto tiempo había ella gastado haciendo ese delantal
que recuerdo sobre mi regazo.
En un tiempo en que las mujeres no llevan
delantales nunca más.

Cuando los animales dejen este lugar

Debajo de capas de hielo, picos glaciales
ciervos, alces, zorras comienzan a ascender.
Criaturas silvestres camufladas como
olas y olas retrocediendo

halando desde las planicies

arriba de pendientes y montañas empolvadas de nieve.
Sobre colinas moteadas y totalmente despojadas de abetos,
muy arriba de los valles tapizados de trigo, llanuras inundadas
arriba de donde residen las cabezas de agua.

Las gotitas azotan, escucha.

Mamíferos de pezuñas y garras
dando zarpazos y trotando hacia arriba ellos mismos, arriba, arriba.
A lo largo de ríos embalsados por castores color chocolate,
trasegados por salamandras—muñecos de barro.

Sumergiéndose a través de corrientes,
sobre barreras de concreto y acero hechas por el hombre

estas poblaciones de los bosques escapan
con tal frenesí, reventando en danza de chapoteos,
saqueando zonas de espadaña, azotando hojas de nenúfares–
el aliento de la vida en fangosos estanques y lagos quietos.

Abalorios líquidos se deslizan sobre el parabrisas de vidrio

a lo largo del marco rajado y destrozado,
como telas de araña con redes y prismas.
Mira, allí, el arco iris
tocó abajo los dos extremos de la tierra.

Arco completo, siete colores que bañaban, observando
lo que los indígenas sabían,
porque hace mucho ellos dijeron que el pueblo no era de aquí,
que esta tierra no estaba hecha para humedecerla con aguas
ni era fértil para cultivos y cosechas domésticas.

Los viejos decían,

cuando los animales dejen este lugar
las aguas volverán de nuevo.
Este poder está más allá de la fuerza del hombre.
El río retornará con su fuerza más grande

Nadie puede detenerla.
Ella fue creada para ser así.

El arco iris con rojo y verde como
aquel del pétalo de rosa, aunque sólo momentáneamente.
Los colores desaparecen como desvaídas fotos impresas.
Se mezclan con el gris oscuro del entorno.

Una ráfaga de aves pasa

como mechones, el culantrillo cae,
de ennegrecidas nubes encima
pululando adentro
cubriendo la cuenca y elevándose al cielo.

Arriba la oscuridad está suspendida

las colinas semejan crestas de agua negra,
oscuridad modificando sombras.
El sol está en alguna parte más lejos que el límite más distante.
Encrucijadas importantes de grava y caminos secundarios

se deslíen en arcilla, barro.
Las tortugas reptan a lo largo de las altas riberas, castañeando quijadas.

Las ranas engullen cantos guturales.
Las ranas sólo una parte del inmenso coro
anunciando el diluvio, los océanos que se precipitan.
Sobre el caballete del tren y el puente suspendido con tan
diestra corriente todo se desliza en sábanas.

Entre tocones podridos en profundos y oscuros estanques,
los siluros voltean entre aletas y se arrastran,
andando bigotudos hacia aguas más altas.
Las aguas arriba y abajo

el coro convoca adelante.

Arrendajos brillantemente emplumados y deslustrados pájaros cafés
vuelan como colgando de un solo sitio como girándulas.
Ellos danzan hacia la cresta de la lluvia,
la tormenta próxima

haciendo señas, invitando, convocando.

Un único gorrión que canta la caricia de la lluvia
atraviesa la fuerza de la luz solar.
El coro de ranas canta un estribillo,
melodía tamboril del trueno,

evocada por bestias y criaturas del agua que desean sus casas.
Desean regresar a claros y arroyos donde
bosques de abedules blancos se levantan y sobrepasan
y álamos temblones se alzan contra
oscuros, oscuros velos—cortinajes de lluvia cruzando

pastizales, campos, montañas.
Estallan sonidos.
Nubes convergen reuniéndose, empujan,
halan, empujan, halan forzando rayos

atrás y adelante formando
esculpidos y ventosos cisnes, patos silvestres, y gigantes
del estratocúmulos media.
Como si fueran una cámara de nubes vivientes,
Como si existieran solamente en los cielos.

El aire se esponja con la humedad.
Ha comenzado

Allison Hegde Coke



Mujer del camino del perro

Te llamaban   
abuela
Maggie    como al
Valle Maggie.

Recurrí a ti      
por tu conocimiento
del arte del retazo de algodón.
Yo trabajaba 
la cerámica
y el hilado  para tejer
pero    no tenía marco
ni comprensión   
de patrones
en colchas. 
Ascendiendo arriba
del sagrado bosque
que alimenta     el
fuego eterno,
yo capturaba
ramitas de nogal
que tú querías a modo de
cepillo de dientes
para chupar empapadas.
Dedos de cuero de 
noventa y dos años
acariciaron puntadas
y popelina
en tendidos de cama.
Tú con tu delantal  
y tu gorra
y tu risa  
ante los dólares de oro
y las carnes procesadas.
Tú que me enseñaste
a tasajear  
sin desperdiciar
y que revolvías
historias  en tu   
naipe    cuando quiera que
yo las escuchaba,
confeccionábamos estrellas.

Allison Hegde Coke





Mujer del camino del perro

Te llamaban   
abuela
Maggie    como al
Valle Maggie.

Recurrí a ti      
por tu conocimiento
del arte del retazo de algodón.
Yo trabajaba 
la cerámica
y el hilado  para tejer
pero    no tenía marco
ni comprensión   
de patrones
en colchas. 
Ascendiendo arriba
del sagrado bosque
que alimenta     el
fuego eterno,
yo capturaba
ramitas de nogal
que tú querías a modo de
cepillo de dientes
para chupar empapadas.
Dedos de cuero de 
noventa y dos años
acariciaron puntadas
y popelina
en tendidos de cama.
Tú con tu delantal  
y tu gorra
y tu risa  
ante los dólares de oro
y las carnes procesadas.
Tú que me enseñaste
a tasajear  
sin desperdiciar
y que revolvías
historias  en tu   
naipe    cuando quiera que
yo las escuchaba,
confeccionábamos estrellas.

Allison Hegde Coke


"¡Whitman fue influido por la poesía americana nativa! Tengo un poema dedicado a Langston Hughes, quien le contesta a Whitman, quien a su vez fue influido por el pensamiento aborigen. De modo que escribí una respuesta a una respuesta a una respuesta: una conversación. La poesía es una conversación."

Allison Hegde Coke




























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