Ana del Corral Londoño

El orden

¡Cuántas cosas he enderezado
innecesariamente en mi vida!
El pocillo, la carpeta
la flecha en el corazón.
Mi espalda, mi cubrecama, mi vestido y mi sofá.
Todos tan derechos y a lo mejor
deseando prosperar —o escapar— 
en la libertad de su entropí­a.
Nadie endereza las olas ni ordena las conchas del mar.
¿y qué ganarí­amos con organizarle al árbol sus hojas
     de mayor a menor?
¡Que se tuerza todo lo recto!
y se extienda recta solo la mano
que suelta mariposas al viento
¡y se tiemple solo la cuerda
que libera la cometa en el cielo!

Ana del Corral Londoño




Estatuas y fantasmas

Fueron quinientos,
los mataron anoche.
Murieron a la vera del dí­a,
bajo el umbral del silencio,
ocultos por este cielo mudo,
cielo que cubre
las estatuas que somos.
Todos dejaron historias de sangre truncada
(héroes y enemigos, antihéroes y amigos).
Empero, amanece.
Cantan los loros y las calles están limpias.
Cada estatua corre en busca de su nicho.
“¿Aló? ¿Eres tú, mi amor? 
A mí­ también me mataron anoche:
Fuimos quinientos uno”. 

Ana del Corral Londoño

























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