Anuar Elí­as

Casi todos tus hijos
se han ido de casa
o han muerto
pero eso no importa
lo que ahora tiene
vital importancia es
saber por qué
y el primogénito
a quien le tiemblan las
mandíbulas al hablar
a quien le vibran las cejas
cuando miente
han quedado en consigna
del hogar que antes
presumíamos
patrimonio de
todos

intentas explicar
eso que palpas los domingos
almorzando solo
en una mesa para seis
en la que todavía supones
una reunión
familiar

Anuar Elí­as



Cóncavo es
el camino del misterio
y la reproducción

la voz
que atraviesa el vacío
como condición
para sonar
la forma particular de acoger
el soplo
la expulsión al mundo
de lo que gestamos
la incógnita en
las perforaciones del cuerpo

sospechoso
el triunfo de la convivencia
entre los nuestros
descendientes de un dios tan
solitario

Anuar Elí­as




Crecimos con la idea
prohibida
del incesto
pero aprendimos
lecciones de sexualidad
en la casa de verano
de los primos
donde los mayores
se desvirgaban
con las tías

y todavía lo dicen
con la misma gracia
de cuando aprendían a
masturbarse en grupo

años después
el hermano mayor
quedaría a cargo
de sus propios hermanos
como si fueran
hijos

 Anuar Elí­as





Es verano y estamos lejos de todo
suceso astronómico
las luces de la casa de campo
se mantienen
apagadas
es de noche y todos los
primos duermen
en la misma cabaña
donde han puesto
sábanas
en lugar de cortinas
la tía **** reza
en una voz muy tenue
como esas cosas que se cuentan
alrededor de un fuego
en tu sueño eres un albatros
planeando a ras
luego un maremoto sacude el mar
y el agua embravecida
se lo traga
todo va bien hasta aquí
pero algo cimbra
más allá del sueño
despiertas
y el primo que
te masturba mientras duermes
consigue la primera
eyaculación familiar

Anuar Elías Pérez



Las familias
han desarrollado
una especie de comunicación
a base de premoniciones
generalmente
una tía sueña contigo
te llama al amanecer
para constatar
que el sueño ha sido
premonitorio

le cuentas
ella asiente
aunque esté
al otro lado del mundo
y las cosas están más
familiarizadas
en el sueño
que en las reuniones donde
las mismas tías
se quedan calladas
cuando alguien dice algo
-que ya sabemos-
no es cierto

Anuar Elí­as




Las nueras
-para el clan-
son las nuevas
herederas de secretos
serán hijas adoptivas
del insomnio
que aflige a los condenados
de esta
constelación

ellas
vigilarán
estrellas muertas

Anuar Elí­as




Linaje
y nutrición
tendrán la misma raíz
en el futuro

leche y semen
tendrán el mismo nombre
y los varones
eyacularán sangre
para fecundarnos

nosotras guardaremos
las piezas dentales
y el ombligo de los
descendientes

confiaremos el retorno
a la buena memoria de los guías

Anuar Elí­as



Simulacro de mudanza

I 

Cada tanto ejecutamos el ritual 
de mudarnos 
a la misma casa 
con la esperanza de contrarrestar  
—inútilmente
el miedo a la imposibilidad 
o al estancamiento

empacamos todo
corremos de lugar el mobiliario
y —agitados por el vértigo 
bailamos hasta el agotamiento
la extraña danza
de la renovación

luego al colocar todo como estaba 
reparamos en aquello que con tanto empeño
seguimos llamando hogar
un conjunto de pertenencias
que pasarán 
más tiempo juntas 
que nosotros. 

IV 

Nunca imaginamos llegar al punto
en el que tocaría
renovar la loza —venida a menos 
por el uso— o el plaqué 
sin filo
que muy bien nos sirvió de arma 
contra el hastío 

entonces nos veremos 
caminando sobre los blancos pasillos 
del supermercado
agitados frente a lo irresistible
que siempre nos parecieron las ofertas 
¡Un juego de cuchillos en rebaja!
—nos diremos entre dientes

al llegar a casa 
abriremos la caja dominados 
por el nervio de quienes 
frente a los metales nuevos
no contienen el impulso 
de afilarlos —por primera vez 
con el aliento  

segundos después 
—y sólo entonces
en el reflejo de sus finas hojas
nos daremos cuenta
que las cicatrices ya empiezan
entre tantas arrugas
a disimularse. 

V 

Días en los que la novedad 
es un espejismo
alteramos el orden 
de la norma
asumiendo el riesgo
que implica toda transferencia 

doblamos con esmero
la ropa sucia 
antes de apilarla en el canasto
fregamos la vajilla con shampoo 
le damos forma 
al polvo 

costumbres que sin duda
representan un pequeño triunfo 
sobre cualquier ideal de convivencia
si se piensa la soledad como una pérdida 
de tiempo
perfeccionando las técnicas
estrictamente orientadas
a la higiene. 

VII 

Discutimos con lujo de violencia
esperando que la gravedad 
nos empuje 
—una vez más 
al coito

separados por el humo 
de una colilla apagada con 
desgano
hablamos del clima a solas
como manera de 
provocación 

pasaremos la noche 
buscando entre ceniza
un pequeño indicio 
de pronto el 
guiño de una brasa
—donde alguna vez ardió el 
fuego de la complicidad— 
en el contagio de un bostezo. 

XII 

¿Hace cuánto que no 
cerramos los ojos 
al mismo tiempo?
me pregunto mientras
apago la luz 
y el ritmo de tus respiraciones
nos contradice 

te digo que te amo 
aun sabiendo 
que ya no me escuchas 

mañana cuando despiertes 
me preguntarás 
—como todos los días
¿qué hora es, 
amor?  

bajo la mesa de noche 
buscaré a tientas 
el interruptor
que nos lleva de vuelta  
a nuestra
primera mudanza.

Anuar Elí­as



Yo nací antes
que la familia
pudiera mezclarse
por métodos ajenos a la endogamia
fui hermano de mi progenitor
y tío de mis propias hermanas

también fui padre
cuando no era delito
golpear a los menores
y las niñas nacían preñadas
desde el vientre de su madre

nadie necesitaba enfermarse
para pertenecer al grupo

vagué
a través de las generaciones
como un fantasma
me hice adulto muy viejo
y cansado de morir
bostecé:
“la muerte me da sueño”

Anuar Elí­as















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