Christian Peña

AUTORRETRATO

No tengo el pudor necesario para guardar silencio.
Mis ojos son verdes como la hierba que crece en las banquetas.
Nací un día de lluvia. Alguna vez un hombre confío en mí y fue en vano.
Casi no abrazo a mi padre, pero la primera vez que hice el amor
llevaba sus zapatos puestos. No sé nadar pero conozco la muerte.
No pude estudiar química. No me enseñaron a trabajar sin quejarme.
Me gusta el ron. Tengo una úlcera del tamaño de mi boca.
He entonado la primavera en la voz de los muertos.
No he visto el atardecer en Punta del Este,
pero me enamoró la luz en los ojos de Gabriela.
Fui un hijo íntimamente deseado aunque mis padres no me planearan.
Adoro el mar y sus olas que me rompen los labios.
En mis sueños tengo siempre una mejor vida. Me dan miedo los pájaros.
Sé leer la hora en los ojos del gato. Puedo llorar por casi todo.
No tengo hijos, pero sé lo que es perder a uno.
Un día, no muy lejano, espero dar un grito que incendie a los hombres
y apague al sol, porque amo desinteresadamente.
Y sobre todo, voy a la poesía como quien va a la iglesia y me inclino
ante estos dolorosos papeles que no atienden plegarias.

Christian Peña




“En realidad creo que la poesía mexicana goza de salud y de distintas voces, que es lo más interesante, voces que se sobreponen a tiempo, lugares y regiones, es un mapa mucho más amplio. Me parece que lo que puede no gozarlo es el tema de la promoción de la lectura, las librerías y el acceso a los libros, creo que más allá de la poesía es el tema del lector, de cómo se le trata al lector en general. La lectura, pensándose como una imposición, es complicado establecer una cercanía con la poesía.”

Christian Peña



JOHNNIE WALKER

A punto de llevarme el vaso a los labios,
recuerdo que la noche antes de su muerte, 
mi abuelo, que era escocés,
me enseñó que el secreto consiste
en dejar que los hielos se derritan
unos cinco minutos
antes de dar el primer trago;
“sólo después de ese tiempo
podrás probar un whisky puro”, me dijo.

Al día siguiente lo mató su vecino 
clavándole un arnés de carnicero.

Christian Peña




“La inspiración es una idea bastante romántica dentro de la poesía o en la aproximación al arte en general como algo que toca a quien intenta crear como un aparato artístico o que se cierra en busca de esa inspiración.
Al menos en mi caso, para mí no sucede de esa forma. Tiene que ver más bien con estar en un estado latente de observación, de investigación y de apertura a esa capacidad de asombrarte sobre las cosas, de no dar nada por sentado.”

Christian Peña




Lengua, lengua, otra lengua.

Desde hace días tengo ganas de gritarle a alguien: Malnacido.
Un malnacido dijo en ese principio en el que estuve,
y que no recuerdo ya si ocurrió de noche o al amanecer,
que su ingle olía al sudor del mundo;
que su mujer era la mejor amante del mundo;
que su dolor era humano y de este mundo;
que él había creído en el mundo hasta que cayó enfermo.
Otro más dijo: A mí me duele el mundo, pero no me quejo.
Otro lo interrumpió y dijo: Yo nací mal: mi cuerpo se puso en mi contra desde el principio. Dentro de mí hay más de un centro, una cadena de mundos que chocan entre sí. Digo cosas que no pienso. Me muevo sin querer. Nací mal, seguramente un día que Dios estuvo enfermo. Yo fui el dolor de cabeza del mundo, el malestar de Dios. Yo soy el accidente.

Christian Peña





Lengua larga. Lengua, otra lengua.

Por qué todo se repite.
En el principio fue el verbo
y luego nadie supo qué decir.
Por lo que sé, yo estuve en ese principio, pero quizás estuve en otro.
En ese principio alguien dijo: Hay quienes piensan que soy un farsante, que mi enfermedad no existe; que me encuentro cómodo gritando obscenidades a los cuatro vientos. Hay quienes piensan que sólo hablo el lenguaje de cantina y que no es cierto que la coprolalia sea un síntoma del síndrome de Tourette.
Otro dijo: Todos tenemos Tourette.
Vallejo estuvo ahí y dijo: Yo nací un día que Dios estuvo enfermo.
Vallejo dijo: Golpes como del odio de Dios.
Vallejo dijo: El suicidio monótono de Dios.
Yo lo sé, porque estuve en ese principio.

Christian Peña



“Los libros pueden suceder desde lo más inmediato, lo más humano y cotidiano que en ocasiones uno puede escribir un poema en una sala de juntas, en una sobremesa con la familia o caminando en la calle. Por ejemplo, yo hago muchas notas de voz sin necesariamente la parafernalia o el ritual alrededor de la escritura. Quizás hoy en día lo complicado para escribir es encontrar el tiempo para poder hacerlo.”

Christian Peña




"Odio las filas. Pero odio incluso más los trámites por computadora. Así que me levanté temprano para ir al banco y logré llegar cuando recién abrían la puerta. Eran las nueve de la mañana. Pasé directamente al cubículo de una ejecutiva y me pidió que tomara asiento. Era una mujer joven: no más de 28 años, morena y delgada. No llevaba gafete, y no quise preguntarle su nombre. Fui directo al grano. Quería saber si mi seguro de vida me cubriría en caso de suicidio. [...]"

Christian Peña



Otra, otra, otra lengua.
¡Cuidado con el perro!

No sé si fue ese día, o noche,
cuando le lancé un guiño a la muerte, y otro, y otro.
Pero la muerte no quiso coquetear conmigo
y le grité hasta que los labios me dolieron y fue en vano.
La muerte sólo vino por los otros, yo conocí a alguno,
que sí murieron y ahora me llevan ventaja.
Uno de ellos, antes de morir, dijo:
La muerte es una señorita de escote pronunciado.
La muerte cobra por hora y no da besos en la boca.
La muerte es blanca; tiene la piel de gallina,
y cuando no está matando a alguien,
se mira en el espejo y se arranca las canas y los pelos de la nariz.
Otro, señalando al cielo, dijo: Al amanecer el sol hará polvo las tumbas.
Otro más, dijo: En una urna de mármol tendrá lugar el desierto de mi piel y huesos.
Vallejo dijo: ¡Hoy he muerto qué poco en esta tarde!
Vallejo dijo: No temamos. La muerte es así.
Yo escuché lo que dijeron, aunque estaba ocupado diciendo:
Sé de memoria la fecha de mi muerte. Nada es relevante.
Alguien más, inmerso en su discurso, dijo: Hay quienes piensan que hay algo primitivo en mí, que el síndrome de Tourette libera lo que habita en lo más hondo de mi inconsciente. Pero lo que yo tengo es un trastorno neurobiológico de tipo hiperfisiológico; una excitación subcortical y un estímulo espontáneo de muchos centros filogenéticamente primitivos del cerebro.

Christian Peña




Puterías. Muerdealmohadas. Soplanucas.

Alguien dijo ese día:
Qué vergüenza escribir malas palabras en un poema;
y más aún en un poema aislado,
un poema como una isla donde el lector no entiende lo que pasa
y sólo desespera e intenta en vano atravesar el mar.
Muchos le dijeron a ese alguien que estaba equivocado.
Otro le dijo que lo que había dicho era cacofónico, que rimaba.
Tal vez alguno estuvo de acuerdo. Yo no.
Yo estaba ocupado, diciendo: Nada es relevante.
Alguien, uno del que ya hablé,
ese día o noche del principio del que hablo, dijo: Lo que yo tengo fue descrito por Georges Gilles de la Tourette, un neurólogo amigo de Freud. Lo que yo tengo, según Tourette, se caracteriza por tics compulsivos, repetición de las palabras o los actos de los demás (ecolalia y ecopraxia), y por pronunciar de una manera involuntaria o compulsiva maldiciones u obscenidades.

Christian Peña



Quiero comprar una dentadura postiza.
Quiero otra lengua, una larga.

Por qué el principio fue contradicción.
En ese principio era de día
porque los árboles tendían sus sombras al descanso,
las aves recogían migajas de la mano abierta de las banquetas
y una anciana llevaba lentes de sol.
Era noche, quiero decir, por qué todo es contradictorio.
Era de noche en ese principio porque mi corazón estaba oscuro
y los ciegos atenuaban su tiniebla,
pasaban desapercibidos entre la oscuridad de los otros,
y alguien quiso encender la luz, prender una vela,
y todos corrimos confundidos y alertas
y nadie supo qué hacer ni qué decir.
Por qué todo inicia con el caos.
Por qué la luz necesita la sombra.
Por qué no logro recordar si ese día era noche.
Por qué alguien preguntó si escribir es un acto involuntario.
Por qué dije: Escribir no es relevante, nada es relevante.
Por qué otro dijo: Lo que yo escriba quedará impreso en la noche 
como una prueba de que siempre estuve solo.
Mi amor renacerá en cada palabra,
alguien escuchará ese canto afilado a la luz de una lámpara;
alguien dirá que era hermoso como el nacimiento de un leopardo;
otros dirán que era en verdad horrible
como una mujer amarilla de hepatitis;
otros dirán que nunca lo escucharon;
y alguien más, alguno, acaso, dará la vida por él.
Por qué los aullidos de alguien rasgaron el cielo
e interrumpieron intempestivamente lo que se decía.
Por qué Vallejo dijo: ¡Y si después de tantas palabras, no sobrevive la palabra!,
por qué dijo: Esperaos. Ya os voy a narrar todo,
por qué dijo: ¡hay ganas de quedarse plantado en este verso!
Por qué quiero otra lengua.
Por qué el mismo del que hablé hace un momento, dijo: Lo que yo tengo puede ser utilizado creativamente. Cuando los tourétticos nos exponemos a la música o a una actividad rítmica, puede producirse una transición instantánea de los tics descoordinados y convulsos a la capacidad de moverse de manera perfectamente orquestada. Lo que yo tengo puede darme paz a ratos. Lo que yo tengo puede olvidarse, pero no sanar.

Christian Peña



TULLAHOMA

Desviaron la carretera
porque alguien atropelló un venado.
Las luces de la policía interrumpían la noche,
intermitentemente.
Los autos avanzaban poco a poco
para contemplar la escena.

La carretera: una vertical interminable,
una línea que inicia de los polos hacia el centro.
El centro se atraviesa en el camino,
como un venado que salta de entre los árboles.

Más tarde me golpeó un recuerdo:
tus corvas sobre mis hombros,
tus piernas creciendo
como cuernos de venado en mi cabeza.

¿Qué sucedió esa noche?
¿Qué vendrá con la noche?
¿La vertical oscura en los huesos de tu espalda?
¿Sabes qué se atravesó?
¿Sabes qué nos golpeó?
¿Qué es eso
que apenas iluminan a lo lejos
los faros del auto en medio de la lluvia?

Christian Peña




“Yo creo que aquel que se acerca por primera vez a un libro de poesía seguramente lo recibirá, por un lado, con un poco de este prejuicio de la lectura impuesta, pero por otro lado, puede hacerlo en la medida que así lo decida, con cierto asombro, con cierta apertura, con esa capacidad de asombro que uno pierde con el tiempo, y eso es vital en la poesía. Más preguntas que respuestas se encuentran a través de la poesía.”

Christian Peña










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