Emmanuel Hocquard

Cómo 

Para escribir elegías, es necesario saber cómo está hecha una elegía. Y para saber cómo está hecha una elegía, sólo hay que proceder como con un motor. Deben seleccionar una elegía standard, desarmarla y estudiar las partes que dispusieron sobre una mesa. 

Como la elegía no tiene una forma particular (pueden darle aquella que más les convenga) ni dimensiones fijas (puede ser larga, corta o entre estar entre una y otra), ustedes tienen que buscar aquello que la distingue de otros géneros poéticos. Bueno, el examen no revela nada particular, excepto, tal vez, un porcentaje de pasado superior a lo normal. Es bastante raro encontrar verbos en futuro en una elegía. Y cuando hay uno, generalmente está en forma negativa. Ej.: Nunca más te veré sonreirme. El poeta elegíaco es decididamente pesimista. 

Una vez que examinaron todo, rearmen su elegía, giren y escuchaen cantar al motor. La diferencia está ahí. La elegía da un tono específico, reconocible entre todos, como los armónicos menores de los relojes. El tono del reproche y del resentimiento. 

Por lo tanto, escribir elegías es muy fácil. Deben leer muchas (aunque no demasiadas, porque en verdad son bastante deprimentes) y, si tienen oído y predisposición elegíaca, van a poder hacerlo. 

Se hace, de hecho, solo. En fin, así lo hice yo (V. Hacer).

Emmanuel Marie Hocquard



Copiar, copiador

Cuando era chico -bueno, no tan chico en verdad- solía copiar libros enteros o pasajes enteros de libros que yo amaba para mi novia, a quien amaba. Hubiera podido enviarle los libros, pero le enviaba las copias, escritas por mi mano. Mi intención tal vez fuera decirle que la amaba enviándole, copiados por mi mano, los libros y los pasajes de los libros que yo amaba.

Emmanuel Hocquard



Hacer 

Imagine un tipo desbordante de buena voluntad, lleno de entusiasmo y totalmente decidido a exclamar su propia desgracia presente a partir de los buenos momentos de su pasado. Cuando examina este pasado, no encuentra más que espantosas evocaciones de angustias, de fobias, de incertidumbres. Entonces, él, que tiene tanto interés en escribir elegías, ¿cómo va a hacer? 

El se dice: Voy a hacer lo mismo que los demás, pero al revés. Voy a buscar en la basura de mi pasado y en los residuos de la historia. Con este material lamentable, desigual y anecdótico, es decir, muy privado, veré lo que se podrá salvar en la edición. Sí, soy un editor.” 

A partir de fragmentos (V.esta palabra), destellos significantes de una cotideaneidad insignificante, el elegíaco inverso se fabricará, en la edición, una historia hecha con todas las piezas, como su musa, el general de brigada interino John A.B.C Smith, de Edgar Allan Poe. Y cuando yo digo fabricar, inspector, quiero decir –cito– que esta historia es la mía. La historia de un hombre rehecho.

Emmanuel Hocquard




TAUTOLOGÍA

Viviane es Viviane. Una, evidenteme.
Quien habla?
La frase no tiene autor. La frase no tiene sujeto.
La frase no tiene verbo.
En “Viviane es Viviane” es no es un verbo, la primera Viviane no es el sujeto y la segunda no es el predicado.
Sólo hay una Viviane. Una, evidente.

Si acepto como regla que todo enunciado es una tautología, entonces toda proposición, hablada o escrita, dice lo que ella dice y no dice otra cosa.
La tautología es autoliteral (V. Literal, literalmente, literalidad)
Nada la explica. Ella no explica nada. Ella es suficiente. Nada la produce, no produce nada. Ella es ella misma, una, evidente. “Como nuestra vida”

La tautología ocupa todo el espacio del lenguaje
(…)
Si, Viviane es Viviane.
La tautología no dice todo, pero si.

Emmanuel Hocquard



Tres lecciones de moral

I

Miremos a nuestro alrededor.
Todos nuestros compañeros tienen un nombre;
todos los objetos,
todos los animales en nuestros grabados
tienen un nombre para designarlos.

Todas las personas,
todos los animales,
todas las cosas
tienen un nombre.

II

Si te dicen:
dibuja una naranja
preguntas:
¿una verde, madura, gorda, chica, redonda?

Para dibujarla con exactitud
deben decirte cómo es.
Las palabras: verde, madura, etc.
que se añaden al nombre naranja
y que dicen sus cualidades
buenas o malas
son los adjetivos calificativos.

Las palabras que dicen cómo son las personas
los animales y las cosas
son los adjetivos calificativos.

III

Si digo:
Vuela una golondrina,
se me entiende.

Si digo:
Una golondrina roza,
se me pregunta:
Roza ¿qué?
¿La calle,
el techo,
el prado?

Requiero más información.
Por ejemplo:
Una golondrina roza el techo.
Bastó con añadir el complemento.

Así, a veces,
el verbo necesita un complemento.

Emmanuel Hocquard






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