Fabiola Acosta

Dios de pájaros 

Me habitan voces
árboles florecidos
mares lejanos
seres negros y blancos 

Me habita una niña vestida de rí­o
un disfraz de mariposa
una risa de acuarela
un perro cómplice 

Me habita una tarde de ojos amarillos
calles talladas en los huesos, un impulso
un miedo que pestañea cuando da la espalda para aprender a morir 

Me habita un amor de espinas
un canto suave de cuna
eucaliptos bañados de silencio
el alma del vino
un sudor verde en la sombra
una aguja cosiendo una lágrima
un siglo revoloteando en las manos de Dios
un rostro
una vida
el mundo y sus plegarias
un relámpago libre
una noche de centellas
una conciencia sin espantos
un placer amargo
la rabia
el perdón
un corazón de historias encerrado en la tierra
un espí­ritu de pantera 

Me habita un pueblo de párpados cerrados.

Fabiola Acosta



Existencia 

Para volver a ser lo que fuimos debemos
alimentarnos de luz y relámpago
revolotear en el ojo de Dios
sumergirnos en cataclismos
embriagarnos de mañanas ardientes
sentirnos selva
tierra
gritar la historia para no repetirla 

Para volver a ser lo que fuimos debemos
crecer por dentro como luz filtrada en el dolor
Devorar los dí­as para blanquear la memoria
Conocer el llanto de las estrellas
dividir un relámpago en las venas
Volar cometas con brazos de colores
y luego sentarnos a mirar cómo la tarde va guardando el sol en un bolsillo.

Fabiola Acosta



Indiferencia

Esta casa que ya conoces
está alquilada ahora por la
Indiferencia, esta indiferencia
Es ahora su habitante
Ella mostró sus documentos
solventes de desamores, y estampó
su firma de conformidad.
Esta casa se entregó con puertas de hielo
Toda ella es ahora un refrigerador,
donde puedes guardar
tu frivolidad sin que nada le ocurra.

Fabiola Acosta




La otra

Ciudades infinitas
Monstruos marinos en la sangre aprisionan este espacio

El tiempo tiembla en los dedos
La duda besa los labios con su boca de piedra
Manos quebradas dibujan este destino
Condenado
Implacable.

Otra alma navega en mí,
Otra que conoce mis fiebres
Y mis guerras.
Es un eco en este laberinto de seres repetidos

La inocencia se confunde
El olvido picotea los ojos
Una lágrima se diluye.
Y
los recuerdos encrespados y
blancos se pasean en los rincones

Caballitos de madera galopean sobre los ruidos del pasado
Su tac tac tac se detiene en los oídos
Rondas infantiles arrullan y respiran

Todo pesa en mí

Ciudades infinitas y monstruos marinos de la sangre

¿Cuándo escribiré la última página de esta novela de hojas repetidas que ya comienza a envejecer?

Fabiola Acosta



La suerte 

Hay dí­as que despertamos congelados
Todo calla dentro de nosotros
No hay tiempo ni cielo
La tierra es una cáscara de frí­o
Todo se acumula como una saliva endurecida dentro de la sangre
Un misterio nos acecha
cruza de prisa la senda
Surge un esfuerzo por sobrevivir 

Somos un dado que cae en las horas
Todo va hallando su suerte
La ruleta gira en la cabeza del mundo
nos lanza a un número no deseado
Persistimos y volvemos a jugar 

El sol siempre sale de nuevo
remendamos estas alas de trapo
sentimos que no somos una mentira 

El dí­a nos zambulle en su boca de hoja
mece este cuerpo
y nos cuenta otra historia.

Fabiola Acosta












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