Héctor Cañón

Agua firme

Me pregunto si regresas
en el barco que se asoma a mi mirada
si en altamar navega la botella
que nos embriagó con espuma de olas
si recuerdas las luces
                                de aquel pueblo en la costa
mientras te peinas
sin mirar el reflejo en la corriente
y acaricias las orillas con un gesto
.

Me respondo somos cómplices del agua:
la tierna caracola
predijo que el eco de la lluvia
nos descifraría si dormíamos desnudos
                                  y el río de la memoria
se ha llevado la piel muerta de la primera cita
y el peso de dos nombres en tierras lejanas

Héctor Cañón




El sabor de la semilla 

El sabor de la semilla
permanece en la flor
y la piedra no ve agua corriendo.

La hoja no es raíz
ni la corriente es fragmento de cielo:
solo la palabra talla a la orilla
como vientos al bosque. 

El aire borra
el color de los pájaros,
la respiración de las hojas
y la sentencia del horizonte. 

Cuando hay no ojos,
no sucede el curso del río.

Héctor Cañón




El viento borra las estrellas 

El viento borra las estrellas
de la piel del rí­o.
Hoy el agua solo busca
unir orillas
y los pájaros blancos
se hunden en la noche
como semillas en tierra. 

Las hojas respiran sin prisa
a la vera del rí­o
mientras el fondo del mar piensa
en todo lo que se mueve.

Ya no espero
lo que siempre ha de llegar
porque los dí­as suenan
uno tras otro como música de olas.

Héctor Cañón



La paradoja del agua 

La música de la corriente
está enseñando
que no existe el tiempo. 

Cuando las luces del cielo se apagan,
permanece el pulso azul de las estrellas
batiéndose en el agua
como una vieja melodí­a
que contiene todas las palabras. 

Eso es amor:
la música como el tiempo es solo agua. 

A esta hora los viajeros reposan,
la luna no tiene orgullo por alumbrar al hombre
y tanto aire entre las hojas
se va diluyendo
en la música buena y larga 

de agua 

que, aún desvaneciéndolas,
hace interminables las orillas.

Héctor Cañón




Las ondas que dibuja la piedra 

Las ondas que dibuja la piedra
al caer en el agua
regresan desde las orillas
al corazón del rí­o. 

Todo lo que va y viene
es solo música
de agua nadando contracorriente. 

El cuerpo no cambia
por agitar su reflejo en el rí­o
ni la sombra se deshace
tras reposar en la noche. 

La piedra del fondo recuerda
que todas las aguas viajeras regresan
aunque el camino de vuelta
nunca sea el mismo.

Héctor Cañón




NO ES EL HAMBRE IMPLACABLE 
devorando al jaguar
ni el cuerpo insistiendo en bañarse 
una vez más en el mismo río. 

No sucede el círculo de los siglos:
el hombre escribe la noche
y el aire la atraviesa sin hacer ruido. 

Héctor Cañón



Sombras 

He visto un animal
comerse a otro vivo en un instante,
he visto mis manos suplicándole al vacío
no regodearse en la danza de la muerte,
he visto mis ojos sedientos de río
y el horizonte ancho que refleja el cambio. 

He visto los planetas de miradas cerradas,
he visto la semilla en el bosque de la mente:
dispuesta, radiante, como una ola sencilla
que se replica sin fin al amparo de los astros. 

He visto a las sombras confundir los cuerpos
cuando hay solo una estrella en el firmamento. 

He visto que no existe el tiempo un instante,
antes de la vida y de la muerte,
he visto mi sombra
ladrándole al río del día,
a la sal del aire,
a los barcos de cristal hundiéndose en el horizonte.

Héctor Cañón









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