Josef Amón Mitrani

Metáfora fácil

La vida, en general, es como esos dibujitos
que uno veí­a cuando era un niño,
cuando uno, digo, era más niño que ahora:
ese dibujo animado de un cangrejo ermitaño
que se queda sin concha y encuentra una lata de cerveza
y la convierte en su hogar.
Y sale caminando el cangrejo ermitaño,
tan animal, tan hermoso, con una nueva concha
tan pesada, tan excesiva, tan no animal…
Esa metáfora es facilí­sima de entender,
no requiere de ejercicios mentales
ni de altos conocimientos de herramientas poéticas y retóricas.
Es un cliché, podrí­a decirse, pero un cliché tan real,
tan cierto, que valdrí­a la pena explicarle al lector
esta fácil metáfora y, así­, hacerla más fácil,
más literal, menos poética, menos sublime.
Nosotros somos el cangrejo ermitaño, el animal desnudo,
libre.
Quisiéramos caminar por la playa
y vivir de las frutas
que caen, ya maduras, de los árboles.
Eso somos, eso quisiéramos ser.
Pero ya las frutas se han acabado,
ya todo le pertenece a alguien,
ya no hay dónde vivir ni dónde comer,
ya no somos libres, ya no somos la playa.
Conseguimos un trabajo para comprar las frutas,
nos vestimos de pantalón largo y camisa y zapatos
para poder ir al trabajo para poder pagar un hogar.
Y los astros nos miran desde lejos y piensan:
miren a ese hombre, tan animal, tan hermoso,
con una concha tan pesada, tan excesiva,
tan no animal.

Josef Amón Mitrani



Niño flotando #1

Hay, en el viento,
que vuela con las formas de los bichos
y el gusano y el río que nunca va a llegar,
un niño de botas de goma y mugre,
paloma agria y fábula quieta y paleta de mandarina.
Un niño que chupa el piso
para llegar al pulmón de alguna abeja.

Siente una fiebre que se le riega
por todas partes, y él ahí,
sentado en una banca,
escribiendo las pistolas de agua,
la estampilla de Frank Sinatra y el dibujo
que pintó para poder llegar al aire;
al viento;
a las ballenas;
al muelle;
al espacio de la nieve
que no existe en el país.

“A nosotros
(decía con ojeras y bosque y chaqueta de cuero),
los que todavía no hemos aprendido a ser poetas,
nos salen ronchas y carnes
en la piel;
nos sale mostaza en los ojos
y agua salada en la taza de café”.

 Josef Amón Mitrani



Niño flotando # 2

Mientras tanto, 
un chorro de burbujas se va quemando
en el talón,
en el frío de algún mundo…
…y a lo lejos del balcón
sale un hombre con pantuflas
y el sol que arranca el párpado de cinco moscas.
11:00am en la casa del señor:
no hay ni un chorro de vaso sanguíneo,
no hay ni un poster del Che,
ni Schopenhauer, ni Verlaine: 
la vida no es más que una hora antes
de salir para su fábrica de algodón,
la piyama y el periódico de los hombres de bien
que mezclan el café de una mañana sin Rimbaud,
sin Whitman, sin Artaud.
Es ese hombre, a lo lejos del balcón,
que no sabe que en el fondo del asfalto
nace un soplo, una grasa, una roña,
un cielo amargo que no respira la lluvia
en forma de arcoíris del color;
una culebra,
fondo del tequila, Coca-Cola, sombra y acordeón.

Debajo de la tierra, y él no lo sabe,
vive una idea cósmica que asfixia
y se va inyectando en los pequeños
pedazos de alma que le quedan a ese niño
que flota, burbuja, y que aún le queda un poco del alma.
Queda, querido niño ahogado,
solo un poco de letra
que de lírica no tenga nada;
que de poética sólo tenga telarañas.

 Josef Amón Mitrani



Niño flotando # 3

“Querido: 
He sentido últimamente
que ya nadie me quiere;
que ya nadie me convierte 
en el insecto
que puede,
poco a poco,
carcomerle la parte de adentro de los huesos.
He sentido que ya no digo;
que soy sólo una nube…
Que me la paso todo el día
leyendo el techo
que es linterna
que es la física cuántica de un zapatero
que es calamar en un puré de calamar.

Y después, en la cama ya, 
el ruido egoísta de un espermatozoide, 
el punto muerto de cualquier muchacha, 
los anteojos que se le encaraman 
a los ojos de una piña
que sale volando, colibrí, 
por el hueco roto de una hamaca 
de un cuarto mío
que ya no dice, 
que es sólo nube, 
que se la pasa todo el día leyendo su propio techo,
su propio cuarto”.

Josef Amón Mitrani




Qué miedo estar solo,
pero qué tranquilo.

Josef Amón Mitrani



Tomates 

Yo
hubiera
sido
un
poeta
famoso,
pero
el amor
me pasó
de
verdad,
sin
metáfora,
áspero
como
la
vida real.
Y no
se puede
ser
un
poeta
famoso
siendo
uno
adicto a verla
comer tomates.
Todo
el tiempo
la veo en mi cabeza,
al lado
de su novio,
comiendo tomates.
Él la mira.
Yo la miro.
Se va mucho tiempo en eso.

Josef Amón Mitrani



Un remolino de arena pasa con todas las respuestas sobre ver
un remolino de arena pasar.

Josef Amón Mitrani




Voladora

Hay veces en que dejo de leer el libro que estoy leyendo y me quedo ahí tirado y la memoria se pone a vagar un poco por esas callecitas donde la vida se hacía ligera o sea suave o sea voladora y me pongo a traer imágenes de whisky como armándome una peli en el alma y me acuerdo de cosas como que una vez estábamos haciendo el amor y yo estaba adentrísimo tuyo pero no me era sufiente lo adentro que estaba porque yo quería enterrarme más y más y más y que tú me dijeras que me entierre más y más y más y que yo te decía que cómo hacíamos para estar más pegados y tú me decías que lo que más te gustaba de mí era que yo sudaba muchísimo cuando hacía el amor y yo ahí tirado acordándome de esas cosas y me parece que había algo bello en eso porque yo nunca era cursi y hacer el amor contigo tampoco era cursi sino más bien agresivo y musical pero habían momentos como ese de “quiero estar más adentro” “lo que más me gusta de ti es que sudas mucho cuando haces el amor” en que ser cursi era una parte cheverona de todo lo que nos habíamos inventado y yo ahí adentro tuyo y me daban ganas de llorar de tantas lucecitas en el cráneo y me daban ganas de salir corriendo a comprar una botella de tequila para seguir haciendo el amor toda la noche y levantarse en la mañana y salir a caminar hablando de libros y de las nuevas pelis que habían llegado a Colombia y la mejor de todas era esa canadiense en la que hablaban un francés que tú podías entender sin leer los subtítulos y que la nominaron al oscar por la actuación de ese señor de Algeria pero eso sí lo mejor de todo era cuando nos cansábamos de hablar de cine y nos poníamos a hablar de un día en que tú eras chiquita (no tan chiquita) y estabas esperando el bus del colegio y estabas toda vestidita de blanco porque tenías clase de educación física y el vigilante del edificio te tiraba café sin culpa y a ti te tocaba subirte al bus toda llenita de café y te ponías a llorar y cuando llegabas al colegio llamabas a tu mamá para que te trajeran ropita nueva recién lavadita y yo sigo ahí y la memoria sigue vagando un poco por esas callecitas donde la vida se hacía ligera y me pongo a pensar en todo eso con el libro cerrado en mi panza y le doy un beso al libro como si fuera la biblia o un diario sagrado y me voy quedando dormido mientras me voy metiendo poco a poco en el mundo de los sueños que es un mundo tan raro pero tan lindo porque no tiene memoria ni esta nostalgia que tenemos todos cuando recordamos la vida cuando se hacía ligera o sea suave o sea voladora por eso me gusta tanto dormir porque acordarme de las cosas lindas del pasado es bonito sólo por las cosas lindas del pasado pero en la vida real no es tan bonito porque en el presente el mundo no es tan musical.

Josef Amón-Mitrani

















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