Juan Afanador

La montaña
 
Para Jorge
 
Fuimos con un amigo
a caminar por la montaña
habíamos dormido
tres horas solamente
y la terquedad del sueño nos rayaba las cabezas.
Paramos en un claro
agotados
el viento había partido nuestros labios
y nos dolía hablar.
Entonces nos sentamos en silencio
simplemente
sobre la punta de unas piedras
en lo alto
y nos fijamos en las figuras
que armaban las hojas a lo lejos.
La naturaleza temblaba levemente
y nosotros temblábamos con ella
en un arrullo antiguo y verde.
Hacía calor y él cerró los ojos
no sé qué pensó.
Yo pensé (unas aves negras
nos empezaban a orbitar)
que este momento era importante
y tenía un lustre propio
aunque la vida fuera larga e imperfecta.

Juan Afanador



Por un instante
 
El agua corre entre los dedos
la luz del sol
      avanza entre las ramas
 
por un instante
hay rejas leves en el mundo,
que filtran débilmente
y entresacan
 
y en ese rito
la luz es de repente distinguible
igual que el agua
 
tiemblan ambas ya visibles
evidentes
 
privadas un instante
de su inmensa vastedad
que las hace incomprensibles
a ojo humano
 
ahora caben en la vista
son tiempo deshilado.
 
 Juan Afanador



Todo persiste
 
No se puede destruir a los fantasmas
solamente diluirlos
hasta que sean tenues ramas transparentes
que se posan en cualquier parte
que se agregan a cualquier grieta
y se mecen con el viento de la noche.

Juan Afanador



 
Una distancia
 
El tren va andando con su suave traqueteo
que mece a casi todos hasta el sueño
pero allá en la esquina, una madre y una hija
tejen la vigilia con sus cartas.
Es una pequeña perfección donde no cabe nada más
ni la oscuridad, que trepida por fuera.

Juan Afanador










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