Juan Cristóbal Mac Lean

"El universo de la traducción, del aprendizaje de otras lenguas, de la lectura en otras lenguas y finalmente de la traducción, es de una vastedad extraordinaria. De la propia literatura podemos decir que es indisociable de la traducción. Hay traducciones, incluso, que han fundado lenguas: el alemán conocido es hijo de la traducción de la Biblia hecha por Lutero, mientras que el inglés lo es de la traducción bíblica conocida como la King James. En el hecho o el lugar de la traducción se rozan aspectos esenciales de lengua y literatura. Personalmente, siempre que me maravillaba ante cualquier texto en otra lengua (las que conozco son el inglés y el francés) sentía la tentación de traducir. Y a veces lo hacía, lo hago. En una época me parecía una manera de no estar solo cuando me ponía en el escritorio. Pero hablar de forma personal de lo que acontece en la experiencia de estar traduciendo ocuparía mucho espacio. Se trata siempre y más que nada en la traducción de poesía, digamos que, de una posibilitación de lo imposible. Ese hacer posible lo imposible tiene a su vez su propia ética, sus riesgos y posiciones. Hace poco leía, por ejemplo, la traducción de Manuel Mujica Láinez de los Sonetos de Shakespeare. Una traducción muy alabada, bonita y perfecta. Pero la leí muerto de rabia en muchas partes porque hace justamente lo que yo creo que nunca hay que hacer, no hay derecho, etc. O el asombro ante una traducción puede ser un placer suplementario de la lectura. Las versiones al francés de Pierre Seghers (que no es un poeta) de los poemas de Gerard Manley Hopkins son a veces un verdadero prodigio. No lo son menos, aunque en otro sentido, las que realizó Pound, con su escaso conocimiento del chino y tuvieron un enorme influjo en la poesía inglesa. Hay muchos casos de buenas traducciones al castellano pero en este momento no recuerdo ninguna que alcance tanto brillo como las citadas. Ahora mismo, por último, ando atormentándome tratando de traducir unos poemas de Alice Oswald, poeta inglesa que me gusta mucho. No sé si lo lograré."

Juan Cristóbal Mac Lean




Hay que coser estas nubes  

Hay que coser estas nubes
a la cordillera en deriva
y parchar los visillos deshechos de la mirada
al hambre pelada de los paisajes
a sus iris transparentes,
a su vieja piedad por nuestro nombre. 

Hay que coser un hálito a la voz,
una sed a la saliva
y un punto ciego tras los párpados. 

Hay que coserle al viento
un canto de botánicas amotinadas
y al cuello un suspenso
de diarias serpentinas. 

Tal vez así las cosas
sepan irse solas
o por lo menos encontrarnos
en su deriva.

Juan Cristóbal Mac Lean





 La luz 

Atraviesa el cristal viniendo
de no se sabe dónde
e implacable se derrama
sobre el doméstico pacto
de vivir, y clava la sombra
al aire, el florero
a la madera el alma
al cuerpo.

Juan Cristóbal Mac Lean




"La vieja querella entre filosofía y poesía está tan viva como antes y parece resolverse tan solo en algunos filósofos o poetas de punta, pero no es algo que inquiete, digamos, al gran público lector de poesía. El caso del romanticismo fue excepcional. Basta pensar, nada menos, que los jóvenes Hegel, Hölderlin y Schelling, ¡convivieron un tiempo en una misma casa! Asombrosamente, existe un poema de Hegel dedicado a Hölderlin. Y tal vez hoy la filosofía ya no puede pasarse sin un oído para la poesía, mientras que mucha poesía se acerca, cautelosamente, al pensamiento, aunque no deje de rehuirle repetidamente. Me imagino que la relación entre ambos campos seguirá siendo siempre tirante y es justamente esa tensión, esa parte irresoluble, la que enriquece el terreno fronterizo que así se desbroza o, peor, se complica. Pero es de esas refriegas que a veces saltan chispas memorables."

Juan Cristóbal Mac Lean




Mapa 

Todo yo limito con el aire.
El aire me dibuja, como si yo no fuera más que
un hueco, un vacío dibujable, un tropiezo del
viento o, porqué no, nada más que una
responsabilidad del aire.
A este paso
mi piel no es más que la fugaz ilustración de un recorrido
entre la geografía del Diluvio. 

Y vuelve Alejandría.

Juan Cristóbal Mac Lean




"Meterse con una definición de la belleza, tema al que deben estar dedicados más libros de los legibles en una vida, requeriría, en rigor, de demasiadas pinzas. Sin embargo, podemos ponernos pragmáticos y ensayar espontáneamente una que nos sirva para recorrer este trecho. Digamos, entonces, que la belleza es aquello que consigue o provoca una precipitación, en el alma, que la lleva, o la deja entrever por un segundo, algo que antes y en diversas culturas se consideraba como santidad. Términos como alma o santidad hoy prácticamente están proscritos, pero no nos amedrentemos, pues igual resistirán unos siglos más. De la misma manera, por mucho que parezcamos haber rebasado hace tiempo la conjunción platónica de belleza y verdad, en el fondo ella no cesa de hostigarnos. Por otra parte, siempre surge la pregunta sobre la belleza casi como un universal antropológico, aparte de que se haya concentrado en un concepto filosófico. Es un hecho, en efecto, que ante una máscara africana, una cerámica andina o una barca polinesia se está ante algo logrado con una gran e indiscutible belleza y que produce la referida precipitación, y ello independientemente de que sus creadores hayan tenido o no el concepto o noción de belleza como las concebimos nosotros. Y otro problema que es forzoso mencionar aquí es el fatal doblez de la belleza: la fealdad. Y ella hace lo contrario: precipita lo peor, entorpece la mirada, achica y arruina el alma. En lugares como este, efectivamente, estamos rodeados, acosados, atacados a diario por la fealdad. La extrema fealdad musical, la más perniciosa y mortificante, estropea la calidad del universo sonoro. Y vivimos en ciudades cada vez más degradadas en su estética urbana. Las aventuras de la belleza por estos lares, a todas luces, se hacen tanto más complejas, y es precisamente en medio de esa hendidura, en la dura grieta que así se produce, que debe alojarse la propia estética, si hemos de llamar con ese dejo que suena pretencioso, a los propios intentos de sobrevivir en tal fractura. La belleza es una ideal irrenunciable pero no puede ignorarse la fealdad. De hecho, hay estéticas pictóricas (pienso en Dubuffet) que lograron incorporarla, saliendo ilesas y engrandecidas. Siempre recuerdo a aquel sabio hindú para el cual debíamos ser como las aguas del Ganges, que ni se complacen en los perfumes ni se espantan ante la suciedad. ¡Exhortación difícil!"

Juan Cristóbal Mac Lean



Retrato 

Yo tení­a tantos años
como los que tiene un niño
cuando está enfermo
y encomendado nada más que a la dulzura
de la madre y el recreo; atento al mundo ese
que la realidad, o la fiebre, disponen
en el cielo
raso. 

Pero entonces le pedí­ a mi madre
que posara. 

Ella se sentó al frente
y con los lápices de colores
sobre una hoja rectangular
que sigue cayendo
de todos los árboles del mundo
hice el retrato de mi madre
hice el retrato del alma de mi madre. 

Qué será de ese retrato
en qué cajón de la vida habrá quedado. 

Sea como sea, sé que no lo he perdido:
tal vez se asoma entre estas lí­neas
desordena la otra lí­nea de un dibujo tuyo
o titubea en cada gota
que al final cae
en tu jardí­n.

Juan Cristóbal Mac Lean



viva buda 

en vez de tener una sola camisa
tengo cientos de corbatas
cajones atestados y roperos
varios guatos de zapato enormes espejos
me visto muy bien
me visto muy bien lo repiten
las tiernas lavanderas
que en turnos diurnos y nocturnos
lavan mi ropa 

antes de dormirme apago melancólicos cigarrillos
en mis sábanas trajinadas
y al verme las jóvenes costureras
que en turnos diurnos y nocturnos en vano
las remiendan lloran emocionadas
preguntándome cómo he dormido

en vez de tener una sola camisa
tengo cientos
cientos de camisas que varios diáconos
exactamente en los turnos arriba mencionados
bendicen en aguas consagradas y demás inciensos 

sobre todo me gusta ver y he de decirlo
aunque desdeñe toda confidencia
me gusta ver mi ropa secando al sol
qué hermoso espectáculo
hasta donde se pierda la vista
tantos balcones antenas de t.v.
y hasta estaciones ferroviarias canchas de fútbol
que he tenido que alquilar por los barrios
de las lavanderas tan tiernas
de las costureras tan jóvenes
que me visten emocionadas 

¿que si soy feliz?
—me preguntan sabios venidos de todas partes 

pues claro que lo soy 

y precisamente sépanlo de una vez:
la camisa del hombre feliz
esa famosa camisa
yo se la presté 

y a veces buda en persona
viene a mirar conmigo
el paisaje
el paisaje
de mi única
camisa
secando al sol 

—vaya
me dice buda
lacónicamente:
qué bonitas camisas 

maestro
tómame
tómame
la que quieras 

aquella, me dice
esa de allá

Juan Cristóbal Mac Lean




No hay comentarios: