Mauricio Guzmán

 A mi madre 

El sol chifla a la huerta para que se despierte
Ella, ya despierta, mira al sol echarse agua en la cara
Esta mañana será más feliz que todas las demás mañanas
Una mujer, que aprendió de niñaa escuchar chiflidos
Entra en la huerta con su azadón enamorado: Sin ese amor
Cómo podría abrir un espacio en la tierra donde dejar caer un granito

Mauricio Guzmán




Alrededor del falso pimiento, el pasto se abre camino:

“Voy sin detenerme, seguro de dar mil pasos, aunque vosotros sólo veáis uno. Voy, vestido con mil vestidos, aunque vosotros apenas me veáis con uno. Voy de mil aromas acompañado y de mil palabras de mi estima, mil palabras inclinadas, aunque vosotros las veáis erguidas”.

Esto recitaba el pasto a medida que crecía en delgadas hebras, aparentemente iguales, pero tan distintas.

Sorprendido, el falso pimiento grita: “¡Ahí suben mil canciones, preparaos para saber cuál es cuál. Suben sin escalera porque el Espacio les ha lanzado una pita. Si las vierais cubriendo el campo, estirándose como sonoras cuerdas, despidiendo espirales de música! ¿Quién tendrá, entre vosotros, tan abiertos los ojos, despiertos los oídos, para que aprecie este campo en carcajadas, saltando de dicha, inundado de festivos sonidos? ¡Preparaos para tocar con sutileza este Campo Sonoro!”.

El copetón, pequeño interprete, se mete con parsimonia entre el pastizal, y constata cuerda por cuerda, la música que tienen.

Mauricio Guzmán




Antes de cada batalla el general Guimaraes y sus soldados cumplían con el rito. Desnudos, se internaban en aquel río maravilloso que les había dado a ver el mundo sólo a ellos [nunca se les pudo ver, el río siempre estaba situado en otro tiempo] [un tiempo cercano al del ensueño] [cuando se ingresa en ese tiempo, las células explotan en finísimos cristales, y se incrustan, como joyas, en su brisa, en su agua]; permanecían allí hasta que el río los hacía un poema; entonces, bizarros, se lanzaban al campo de batalla con sus caballos, sus cañones, sus espadas y gritaban los versos con fiereza [los enemigos escuchan en la distancia: y uno a uno van desplomándose alucinados; cuanto más bellos son los versos, más alucinante, vaporosa es la batalla] [hay batallas en las que un solo verso hace desmoronar todo un ejército] [el verso cuando llega al corazón mata, cuando llega al cerebro, embriaga, cuando llega al alma, ilumina].

Mauricio Guzmán




Átomo 6: Salam Faadem

                                                            A las niñas y niños palestinos 

Hoy llueve como hacía mucho tiempo no llovía…
En mi casa, hecha de piedritas blancas, hay dos ventanas
Por una de ellas entra el sol, por la otra la luna 

Parada en la azotea, miro a la lluvia abrazarse con
Los pájaros y con los mosquitos que deambulan
Buscando azúcar y pan. Bellos niños buscando sus golosinas

Si pudiera me echaría a volar y atravesaría el Oriente
De mis sueños. Es en el Oriente que he guardado, entre
Todos mis sueños, el más preciado: un caballo alazán 

Montada en él, saltaría desde la azotea, y todos
Me mirarían con asombro partir hacia el país
Que tengo en la arboleda, un país rodeado de flores 

¿Quién, por más poderoso que fuera, podría alcanzarme
En mi caballo alazán? ¿Quién, por más poderoso que fuera
Podría entrar a mi país sin que lo adornaran las flores?

Ruego a los pájaros que no me falten cielos para ver
Ruego a los mosquitos que no me falte azúcar y pan
Ruego a la lluvia que no me falte su abrazo blanco que me haga soñar 

Escucho a la luna que golpea en la ventana

Mauricio Guzmán





El poema, verdad científica 

Lo invisible es velocidad, sólido invertido;
las cuchillas tañen.
Somos lo invisible de otros,
sus fantasmas,
no nos ven, no los vemos.
La materia, aun lo sólido, es invisible,
fantasma más fantasma.
[El poema es ciencia exacta, verdad científica].

Mauricio Guzmán












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