Mauricio Montiel Figueiras

"Como dice mi querido Juvenal Acosta, la depresión no se cura sino que se comprende. Así pues, he aprendido a convivir con esa comprensión cada vez más clara de la enfermedad pero asimismo con la certeza de que la oscuridad siempre acecha en la periferia de la luz: puedo sentir su presencia cuando la angustia, las dificultades o la tensión cotidiana que se ha agravado con la pandemia del Covid-19 amenazan con avasallarme de nuevo."

Mauricio Montiel Figueiras




"El perro de la depresión está dispuesto a mordernos si nos atrevemos a descuidarlo y nos jactamos de haberlo domado para siempre. Se trata de un animal salvaje, peligrosamente recurrente, y hay que juzgarlo como tal. Una vez que hemos escuchado de cerca sus ladridos furibundos resulta difícil deshacernos de su eco y sobre todo dejar de temerlo."

Mauricio Montiel Figueiras




Haboob

Se ha avistado una paloma ante la arena que ya viene para cercar
nuevamente el mundo tras un muro inexpugnable.
Lo notifican por la radio, entre el crujido de la estática que preludia una ventisca de ferocidad sin par.
Atención, por favor, jadean mientras la lejanía crepita como hoguera.
Los radares han captado una veloz incandescencia en el primer sector del alba, cuando el sol era apenas una brasa entre los restos humeantes de la noche.
Un blancor inusitado, puntualizan, un relámpago de plumas y huesos minuciosos detonó una esquizofrenia de alarmas discordantes. Ladraron hasta perros muertos, habló en sueños la anciana que perdió la lengua en una riña marital, alistó su arma el soldado de guardia junto al pozo donde abrevan las sombras, se interrumpió unos segundos la transmisión televisiva que mostraba un bombardeo en cámara punzantemente lenta.
Una ráfaga de luz absoluta, añaden, el brillo de un alfanje que cae del cielo para desafiar ejércitos terrestres y se desvanece poco antes de llegar.
Testigos del suceso afirman que no hubo presagio alguno: estaban en su sitio las constelaciones, soplaba el aire cadavérico con que se empieza a gestar otra jornada de batalla. En el árbol del pavor las granadas se mecían de modo imperceptible. Todo discurría con la anormalidad de siempre.
Y de golpe esa blancura, rasguño fulminante en la piel inaugural del día: el reverso exacto de un vampiro que aletea con toda libertad para luego evaporarse como si un cortocircuito se instalara en la atmósfera.
Nadie ha vuelto a tener señal de tal pureza.
Nadie dice a dónde fue la visión inmaculada.
Atención, gimen en la radio, su atención, por favor.
Se busca la paloma que podría ser un principio de orden en medio del caos fincado por el viento.
Se busca el alma que ante la inminente llegada del haboob ha dejado sin autorización el cuerpo que la albergó para errar por cuenta propia en pos de territorios donde el polvo no establezca sus imperios sofocantes. 

Mauricio Montiel Figueiras




"La ideación suicida es sin lugar a dudas el fondo del pozo depresivo, el demonio más difícil contra el que hay que luchar durante la enfermedad debido a su insidia y a su persistencia. Con el tiempo he podido comprender que el suicidio tiene que ver más con la necesidad imperiosa de acabar de una vez por todas con el hondo dolor físico y psíquico desatado por el trastorno y no tanto con el impulso de poner punto final a la vida. Me explico: en las horas más oscuras de la depresión, que para mí se produjeron en las crisis de insomnio, se anula por completo la noción de futuro y por ende de continuidad vital, por lo que sólo queda el presente extendido como un páramo que se antoja infinito y que se halla dominado por completo por la angustia y el desasosiego. ¿Para qué, recuerdo haberme preguntado en varias ocasiones, seguir soportando este suplicio interminable que podría eliminar en un abrir y cerrar de ojos? En mi caso lo que me mantuvo con un mínimo de cordura en medio de las tinieblas, el faro que me iluminó en los momentos más aciagos de mi proceso depresivo, fue el hecho de pensar en mi hija y en el daño permanente que le causaría si decidiera atender las ideas suicidas que me rondaban con tenacidad escalofriante. Asumir que tienes que responder por alguien más, que hay otra vida que de muchas maneras depende de que no interrumpas tu vida por mano propia, puede ser un aliciente para salir adelante, aunque por supuesto no hay recetas infalibles: esto funcionó para mí y no es extensivo a otras personas en una situación similar. Cada depresión es, por desgracia, rigurosamente intransferible."

Mauricio Montiel Figueiras




"La noche en que más temí por mi integridad física, mientras luchaba contra la ideación suicida en una de mis tantas crisis de insomnio depresivo, supe que pasaba por una de las etapas más duras de mi propia temporada en el infierno. El recuerdo de Rimbaud y su extenso poema en prosa escrito hacia 1873 me llevó a consultar la admirable biografía de Starkie para repasar algunas andanzas del poeta. No dejará de causarme admiración la vida relampagueante de Rimbaud: empezó a escribir a los dieciséis años y renunció a la literatura a los veinte para entregarse a una intensa existencia itinerante que concluyó antes de los cuarenta, luego de que le amputaran la pierna derecha debido a un carcinoma en la rodilla. Me da la impresión de que gracias a la escritura el poeta francés se asomó a simas tenebrosas con las que tuvo que lidiar el resto de sus días. De un modo u otro el infierno lo persiguió siempre, y eso es algo que puedo entender ahora."

Mauricio Montiel Figueiras



"Nostalgia, melancolía y tristeza son emociones que están contenidas dentro de la depresión, que las potencia a un grado casi insoportable. Estas emociones, a las que añadiría las ideas de duelo y pérdida, son intrínsecas a la naturaleza humana: debemos experimentarlas y sortearlas en distintos momentos de nuestra vida, de lo contrario estaríamos enfrentando un serio desajuste anímico. Diría incluso que tales emociones son esenciales para la creación literaria: se sabe que la escritura reclama cierto estado de alteración psíquica, ya que no se escribe desde la paz y la bonanza interiores. Aquí recuerdo la frase célebre de Hemingway, uno de los tantos autores a los que acudo como compañeros a lo largo del libro: “La felicidad en las personas inteligentes es lo más raro que conozco.” La inteligencia, y específicamente la inteligencia creativa, implica saber acomodar en distintos espacios los golpes que nos propina el mundo de manera cotidiana, transformándolos en materia artística. Esto no quiere decir que para escribir debemos sentirnos nostálgicos, melancólicos o tristes por la fuerza, pero algo de esas emociones se va filtrando de manera quizá imperceptible a medida que avanza el proceso creativo."

Mauricio Montiel Figueiras



"Yo creo, más bien estoy completamente seguro, de que la literatura que realmente vale la pena, la literatura con L mayúscula se está gestando en las editoriales independientes. Las editoriales transnacionales (salvo la excepción que confirma la regla) están rebasadas por intereses más mercantiles que literarios."

Mauricio Montiel Figueiras








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