Philippe Lacoue-Labarthe

“Dios ha muerto. Tradúzcase: Dios soy yo.”

Philippe Lacoue-Labarthe



“El arte según el fin del arte muestra el dolor de la presentación. Podría ser la alegría misma.”

Philippe Lacoue-Labarthe



“El nazismo es un humanismo.”

Philippe Lacoue-Labarthe



“La falta política de Heidegger es el abandono de lo trágico.”

Philippe Lacoue-Labarthe



“La música de Wagner es una música figural.”

Philippe Lacoue-Labarthe




“La obra de Wagner legó a su posteridad una tarea imposible: continuar lo que está acabado.”

Philippe Lacoue-Labarthe



“La poesía es la interrupción del arte.”

Philippe Lacoue-Labarthe



“Lo que cuenta y lo que dice un poema es aquello de lo cual se desprende como poema.”

Philippe Lacoue-Labarthe



“Lo trágico empieza con la ruina de lo imitable.”

Philippe Lacoue-Labarthe



“Ninguna estética o práctica artística puede declararse inocente de una política.”

Philippe Lacoue-Labarthe



 “[Nos corresponde ir] a ese lugar donde obstinadamente se ha querido articular juntos, y ligar (o re-ligar), el arte y la política. Como concepto de esta religión, queda por destruir la figura.”

Philippe Lacoue-Labarthe



“Recomenzar los griegos, es decir ya no ser griego en absoluto.”

Philippe Lacoue-Labarthe



"Si la mayor parte del tiempo no hablo, no digo nada —y no te digo nada—, no es porque no tenga nada que decir ni porque tenga ganas de callarme, es porque si digo lo que tengo que decir, sería difícil soportarlo. La dificultad, muy simple, es poder sobrevivir día a día. Imposible entonces decirte, en el momento en que eso como un rayo me pega y me lanza fuera de mí (allí donde no me conozco, donde ya no es yo sino ese que —¿ese quién?— , abandonándome, me sostiene o me hace mantenerme como «yo que va a morir» o «yo que no deja de morir»).

Imposible decirte el terrorífico dulzor de tu cuerpo en la noche, la palpitación de tu sangre más viva que mi sobrevida. Imposible decirte el pasto colmado de agua, reluciente, a la luz de la mañana (o bien, lo que viene a ser lo mismo, la claridad de tu mirada). Imposible no decirte más que un momento, el más elemental, el más banal, tan potente como la obscena pureza mediante la cual uniéndonos nos separamos y somos llevados allí donde no sabemos qué es pasar por eso. Todo eso no puede decirse — apenas, apenas escribirse. (Y si puede escribirse, hace falta una decisión que viene de lejos, hay que esperar, hacer la experiencia de la espera: solo quizás el ritmo de una frase está cerca de hacer un poco sentir, restituir, el desgarro).

La dificultad es también atreverse, incluso frente a ti. Digo: «incluso frente a ti» porque tú me conoces como nadie me ha conocido nunca y, de hecho, no se me hace difícil hablarte. La dificultad, puesto que hablo de dificultad, es de otro orden. En el fondo, tú eres la única con la que podría, incluso oscuramente, implicarme y pensar: es verdad, nos conocemos. (Tal vez así comprenderás que yo nunca pueda hablarme, menos todavía mirarme. Vivo ciegamente. Pero esta extraña ceguera termina contigo. Pero esta claridad demás, como si otro grado fuera alcanzado, es precisamente lo que me consagra al silencio. O al menos a una palabra escasa. Hablar dice siempre más de lo que podemos, de lo que somos capaces de escuchar decir).

Yo desde hace tiempo sé que la única manera en la que puedo dirigirme a ti es a través de la oración."

Philippe Lacoue-Labarthe




“Todo poema es siempre demasiado bello, incluso en Celan.”

Philippe Lacoue-Labarthe



Tu voz puede ser indolente, dura, autoritaria tus dichos desmesurados, a menudo a la altura de tu inquietud, de la ininteligencia, de los errores, de la falsedad, de las
injusticias que crees inadmisibles, de la seguridad, también, del que acaba de hablar con una seguridad que, piensas, te falta.
Pides, tú sin embargo soberana, que se te dé un discurso. A reales pero intratables
cuestiones —yo no las subestimo nunca, conozco demasiado mis deficiencias—, tú quisieras respuestas firmes, definitivas, o casi.
(Así, memorablemente, en la autopista entre Livorno y Alessandria).
Otra voz sin embargo te habita, o la acoges, musical, desarmada, casi infantil, esa que de pronto deja adivinar que ya no tienes miedo ni dolor, ni yo no sé qué opaca aprehensión. 
Es la voz cariñosa de la inteligencia o del reconocimiento, del don consentido, de la eternidad entrevista, tocada: calma.
Tus ojos azulados tienen ahora un brillo que te hace sobrehumana y de tus gestos, de tu paso, los animales nomás serían capaces.

Philippe Lacoue-Labarthe









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