Ricardo Heredia De La Cruz

IV 

Busco algo parecido a la muerte de Joaquí­n
porque Joaquí­n murió entre ángeles,
quién sino él para morir entre ángeles al amanecer. 

Busco algo parecido a la muerte mí­a,
a la soñadora apariencia
de un cielo despojado de Dios. 

Busco algo parecido a la muerte
                                               (parecido nada más)
que me lleve a la música tuya,
me acompañe hasta la puerta
o a la muerte misma.

Ricardo Heredia De La Cruz




VIII

                                                            a Fredy Yezzed 

A propósito del terror, vi caer mis hombros
en otros hombros que no eran mí­os,
y ese ser tan intrépido
en la agoní­a de la luz
o lo que es igual,
la humana figura de una mosca en la pared
muere al partir cada silencio. 

Quizá requiera de otros cristales,
la ventana que heredé
no alcanza a recorrer en plenitud
los horizontes.
Es rara esta lejaní­a.
No suelo ser pesimista
ni llorar en las despedidas,
pero es probable
que ante los temblores de una doble puerta,
quede suspendido en las tristes alegorí­as de tu infancia. 

Apuesto a que soy hombre de poca fe,
al recuerdo que me arrancaron de una paliza. 
En los dí­as me resguardo del viento

y repito en los oí­dos que parió mi madre,
en los oí­dos que parió mi madre repito:
tengo miedo de mis entrañas
de esta amargura que se nos cae de la lengua y su infinita responsabilidad en los corazones
de los muertos.

Ricardo Heredia De La Cruz




XV

(…)
que nos vamos a morir al río
que se nos cae el cielo en la cabeza
que me duele
que sangro y no llego al río (por más que intente)
que en el cielo habitan hombrecitos verdes y me odian
que me quieren y lo ocultan bajo el abrigo
que me matan y no les dejo
que me duele la aspirina en los pulmones
que soy otro y no me di cuenta
que se me hace tarde y no llego al río
que no esperan
que me caigo
que me caigo y me levanto
que me vuelvo a caer
que me levantan y eres tú (y soy yo)
que me dejas con la boca llena (y no de respuestas)
¿qué hora es?
que no llego
que me dejan
que nos vamos a morir al río (y sa1e a cuenta)
que no me esperan
que se fueron todos (todos los poetas)
que se mataron
que se murieron
que me dejaron y me engordó la tristeza
que me mato
que mato y no es el río
sino la pena.

Ricardo Heredia De La Cruz



XVIII

Yo quise ser como un día jueves en Antares.

A todos los muertos, a todos los hombres cansados de una vida eterna, a las alas y su prescripción, al terror en las venas, a la furia de los dientes, a los acuarios que abandonamos, a los paraísos que nos dejaron, a las mujeres cansadas de parir, a los hijos cansados de crecer, al viento que no halla velas, a la cercanía que duele, a los potros de bárbaros Atilas, a los caminos que no traen de vuelta, al mar ausente, al río que ya no habla, a ese otro río que abraza, a las lágrimas que clamaron por lluvia, a los ojos que buscan, a la búsqueda que ya me encuentra, a las líneas rectas, a la hierba que me alimenta, a los santos, a los libertinos y sus rojas tratados, a las libertinas y su alegría, a todos los que restan, a todo lo que ellos suman. A todos nosotros, en especial.

Ricardo Heredia De La Cruz



XXVI

Para brillar
se hace poco el día,
no se contenta el cielo con mi sonrisa.

En la abadía de los despojados
juntan oraciones en la boca de Cristo,
que hago entonces
con los impares de abril,
como les digo que regresamos a cero.

Ya no brillan
las cruces y mi nombre,
se suspendieron las visitas de domingo.

¿Saben?
es invierno y hasta ahora
no me llueven los cristales.
Será que de tu voz,
los curas, no se sirvieron en la cena,
o es que ya no formo parte del séquito lila de las flores.

Ricardo Heredia De La Cruz





















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