Santiago Grijalva

Desilusión 

Puede esperar el optimismo
y aguardar el abrigo de infancia.
Deja que la agonía empañe el vidrio del tren
donde pocas veces encontraste su rostro.
Deja que la vida se quede quieta
que el humo conforme la sangre. 

Que no llegue por la noche
porque no sabríamos qué decir.
De lo poco que nos queda,
como una vela que espera el calor
para prender fuego a la memoria. 

Hoy el frío invade
y la muerte es la única vida que nos falta.

Santiago Grijalva




Retorno

La madurez del hombre consiste en recuperar la seriedad con que jugaba cuando era niño.

                                                            Friedrich Nietzsche
 

La cometa que volaba cuando niño
escapó una noche, a mano de otra generación. 

El rostro de la muerte
pintó acuarelas
con los dedos. 

Los nervios quedaron
en la caja de los primeros zapatos,
en la falta de decisión
para gastarlos. 

Andamos más y crecimos menos. 

Llorar ante lo desconocido me empapó de vergüenza. 

Qué retórica absurda
querer ser niño
sabiendo poco
y conociendo tanto. 

Entierro mis juguetes
junto a un hueco en mi patio
los dejo bajo tierra
hasta un segundo aviso. 

La lluvia me empapa
y el niño que fui
llora hasta por los cabellos. 

Decidí no dormir
temiendo despertar más viejo. 

Detengo la película,
y me recuesto en las manos tejedoras de mi abuela,
en el momento preciso que boicoteé la infancia
entendiendo que la vida
era una forma de morir. 

Llama la primavera
me invita a salir,
pero el día de mi cumpleaños
no es una buena fecha para morir. 

Se me pasa la vida
frente a los vidriosos ojos de la muerte
posados sobre mí.
Me quejaría,
pero fui yo quien la llamó. 

Por fin al otro lado
todo el mundo me reprocha el trabajo.
Me encontró la parca
y yo no estaba exhumado. 

Ahora me encargo de las cosas de la fría muerte:
escribo registros y sello papeles.
Quién diría que hasta en la otra vida
mi destino era ser burócrata.

Santiago Grijalva




Tatarabuelo 

Soy la historia
que heredé de tu nombre,
un centenar de cosas que no conozco. 

Me han dicho
que el abuelo de mi abuela
era pintor
y que la sangre nunca olvida
esas pinceladas. 

Tal vez, por rehusarme desde niño,
todos mis dibujos cojean de un lado.
y no entiendo para qué sirven las perspectivas,
por este simple hecho se ha tornado la vida tan jodidamente descuadrada. 

Si no sé plasmar mis manos en un papel,
tampoco cómo se ve mi rostro tras el carboncillo
ni qué color sugiere tu alma para pintar la cama. 

Por ser un remiendo a medio trazo,
un puntillismo compulsivo
un cuadro de Picasso,
tal vez un extraño con ojos cuadrados
o un indio de brochazos anchos. 

Tal vez por no entender los colores,
me he quedado sin ellos.

Santiago Grijalva









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