Sergio D. Lara

¿Crees en un solo Dios, padre todo poderoso, creador del cielo y de la tierra?

Mirar con detenimiento
eso que no existe,
lo que nos inventamos
para que sea posible —quiero decir: humanamente posible—
mirar con detenimiento el cielo1
 
                                                                                              [del latín caelum, se trata de una esfera
                                                                                              aparente —que parece y no es— azul y
                                                                                              diáfana —dicho de un cuerpo: que deja
                                                                                              pasar a su través la luz casi en su totalidad;
                                                                                              también véase: claro o limpio—
                                                                                              que rodea la tierra]
 
y no perdernos.

Y entonces (por contraste) tener los pies sobre la tierra,
bien plantados,
como raíces de un árbol cardinal.

Mirar y no moverse.

Mirar y tener fe:
tocar el cuerpo que deseamos, beber la aceda agua de los días, escuchar el estruendo de todo lo que
canta [y es necesario aclarar que todo canta: todo tiene algo que decir y lo dice y se arrepiente y
extiende su palabra para corregir los pasos del sonido pero estos también son errados y hay
que hablar y deshablarse].

Es decir:
sí.


1 La esfera celeste se divide en diversas regiones en las que se encuentran las denominadas constelaciones:


Aries:
De haber nacido bajo el influjo de otro signo
quizás no sería este carnero
que blande sus cuernos contra sí,
que insiste en flagelarse.

Tauro:
Se trata de un mito:
el rojo no provoca
odio ni deseo,
no provoca nada
en el corazón de los toros.
Se trata de un mito:
las estrellas son estrellas solamente.

Géminis:
De entre los dos apenas se hace uno.

Cáncer:
Tenemos que admitirlo:
es imposible hablar
de cangrejos o crustáceos.
la honestidad absurda
del que teme perder
las cosas que posee,
de este otro acomoda
con muchísimo cuidado
el amor que te tienes a ti mismo.
En realidad no importa
de qué lado se inclina
la balanza, igual es algo obsceno.

Escorpio:
Se conocen 1400 especies en el mundo
y casi ninguna es mortal. Aunque
nadie metería las manos al fuego,
nadie aseguraría, nadie
(o casi nadie, que es lo mismo).

Sagitario:
Tensa bien el arco de tu mirada
que a nadie va a importar si fallas,
nadie va a pedirte que repitas
absolutamente nada.
Yo también pienso
en esa mancha incómoda
que detectó el doctor
muy cerca de tu pecho.

Leo:
A ti también, aunque no quieras:
siempre hay un Hércules para degollar
al león que somos.

Virgo:
Si asomas a la puerta,
si gritas en la calle,
si buscas y preguntas,
si algo te hace falta,
si es mucho tu deseo,
si necesitas algo,
si levantas una piedra:
nadie, nada.

Libra:
Coloca de este lado

Capricornio:
Esa montaña
que a lo lejos
proyecta una sombra
breve
es una metáfora de otra cosa.
Tú eres la cabra pero eso
ya lo sabes.

Acuario:
El portador de agua,
el que sacia la sed,
el que baña los pies de los enfermos,
el que lava, el que limpia, el que humedece.
Después de algún tiempo
todos comenzamos a extrañar la arena.

Piscis:
Lo confieso: mordí el anzuelo porque sí,
para que nadie me cuente nada.

Sergio D. Lara




¿Has despertado alguna vez en la mañana después de beber la noche anterior y has notado que no puedes recordar parte de tus actividades? 

I

Lugar común pero necesario: recordar, del latín recordari que se compone de la partícula re- que expresa repetición y cordis que significa corazón. “Volver a pasar por el corazón”. Detalle: no hay sentimentalismo en una frase semejante. Nota: el corazón no era el recipiente del sentimiento sino de la memoria. Nel lago del cor, dice Dante en su Infierno. 

II 

Volver, dar marcha atrás,
pensar, por un momento, que es posible,
que de algo sirve, que vale la pena. 

III 

Mi memoria no está tampoco en el corazón.
No está donde la busco.
No la encuentro.
¿Quién puede contar
de qué color
era esa prenda que llevabas
cuando hicimos el amor
por vez primera?
¿Quién puede decirme
a que saben los labios
de las niñas de mi infancia?
¿Quién meterí­a por mí­
las manos al fuego
si digo que es amor
lo que tuvimos?
No está en el corazón, ni en la cabeza. 

IV 

“(Del latín cor.) Órgano de naturaleza muscular, común a todos los vertebrados y a muchos invertebrados, que actúa como impulsor de la sangre y que en el hombre está situado en la cavidad torácica. // Uno de los cuatro palos de la baraja francesa. // Ánimo, valor, temple. // Buena voluntad. // Dedo cordial. // Centro de algo. // Figura de corazón representada en cualquier superficie o material. // Heráldica. Punto central del escudo.”


No está en el corazón pero sí­
en el resto del cuerpo.
Mis dedos recuerdan
todo lo que han (o no, porque las ausencias también se recuerdan) tocado.
Mis piernas, los pasos (sobre todo en falso).
Mis labios (¡cuáles besos, carajo!), palabras.
Los muslos, el antebrazo, el cuello, también recuerdan. 

VI 

Quiero decir:
sí­.

Sergio D. Lara









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