Álvaro Bellido

"El amor ha sido siempre y será una temática universal, eso es cierto, pero yo no me planteaba escribir un poemario de tema amoroso. De hecho, no considero que “Todo es vorágine” trate únicamente sobre ese tema. Creo que ahonda también sobre las tragedias a las que estamos expuestos diariamente y de las que solo somos conscientes cuando nos tocan de cerca, también sobre lo azaroso de cada día, del equilibrio tan débil en el que todo está instalado. En este sentido, el prólogo de Charo Guarino hace un análisis de temáticas del libro muy revelador. Por mi parte no, nunca me habría planteado escribir un poemario de temática amorosa de no haberme sobrevenido unas circunstancias concretas. Mi primer poemario, “El habitante deshabitado”, que quedará para siempre inédito posiblemente, giraba alrededor de la idea de desarraigo, era un poemario mucho más melancólico, más nostálgico, un estilo y temática en el que me siento más cómodo."

Álvaro Bellido



Entonces

Cuando pase el tiempo y todo esto
no sea más que un puñado de cenizas
de un incendio que logramos sofocar,
cuando hayamos dado por imposibles
nuestros esfuerzos por enterrarlo en el olvido
y hayamos aprendido a convivir y sobrellevar
las ganas perpetuas por no recordar,
entonces se nos escaparán sonrisas,
nacerán nuevos sueños, perderemos
el temor entre los escombros y el humo.

Cuando llegue el día en que solo queden
recuerdos en rincones oscuros de la memoria
como souvenirs de cerámica que uno guarda
en el fondo amargo de los cajones menos usados,
y ya no exista nunca cicatriz en carne viva,
ni dolores postraumáticos de agujas y espinas,
ni cansancios en horas punta de impotencia,
entonces, solo entonces, sentiremos el orgullo
de la victoria más dura, el intenso sabor
del saberse superviviente de un atentado biológico.

Álvaro Bellido



"Hay un único viaje y aún no sé ni hacia dónde. De momento me trajo a Murcia, me ha llevado a Nueva York, pasando por Granada, por supuesto Córdoba, y me ha traído hasta aquí, en medio de la Boria, donde intento disfrutar, lo que la vorágine me deja."

Álvaro Bellido




"No hay forma de salvarse de lo aleatorio y caótico de todo esto. Estamos expuestos al capricho de la naturaleza y la situación es la misma desde hace miles de años: estás en Pompeya, siglo I, o en Murcia, siglo XXI, haciendo tu vida normal y de repente todo empieza a desmoronarse, bien porque entra en erupción el Vesubio o porque a tu pareja le diagnostican un Linfoma. Es un atentado biológico: la naturaleza contra uno mismo. No hay forma de escapar. Lo único que está en tu mano es elegir la forma de enfrentarte a ello, porque lo cierto es que en ese momento la vida, tal y como te la habías montado, se cae. Y a partir de ahí, nada será igual."

Álvaro Bellido




"No soy yo muy de dar consejos vitales; normalmente, quedan muy “Mr. Wonderful”, cosa que detesto profundamente, así que me limito a decir que todos deberíamos dedicar mucho más tiempo a estar con la gente que queremos y a hacer lo que realmente deseamos. Al final, todo lo demás, aunque necesario, será sólo relleno."

Álvaro Bellido



Montecarlo, 223

La 223 del Montecarlo se habrá olvidado de nosotros.
Las habitaciones de hotel no tienen memoria.
Tampoco corazón.
Sin embargo, tú.
Sin reparos, yo.

No es difícil recordar el temblor de aquellos días,
el olor a libro nuevo de primer día de curso,
tomando apuntes,
la mala letra,
alguna tachadura.

Jugábamos a que yo te guardaba las distancias
donde tú siempre acababas encontrándolas.
Cohen para desayunar:
But you don’t really care
for music, do you?

La 223 del Montecarlo se olvidó de nosotros.
Las habitaciones de hotel no tienen memoria,
aunque los recuerdos, a veces,
sean habitaciones de hotel
que nunca deshabitamos (del todo).

Álvaro Bellido



Tratado marítimo

I. Del mar

Que mi vida sea el mar
y que tú seas,
ya no marejada,
ya no el acantilado,
ni la orilla,
ni siquiera un barco.
Que mi vida sea el mar
y que tú seas
el salitre.

II. De la navegación

Ser un barco de vela
y que tú seas,
ya no el agua,
ya no el viento
ni el timón,
ni siquiera el puerto.
Ser un barco de vela
y que tú seas
la deriva.

III. De la épica

Ser Ulises
y que tú seas,
ya no las sirenas,
ya no Calipso,
ni Penélope,
ni siquiera Ítaca.
Ser Ulises
y que tú seas
mi Odisea.

Álvaro Bellido









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