Daniel Medina

Postal 

Una ciudad.
Un continente con vista al patio de una casa pequeña.
El perro de la familia y los niños que juegan temerosamente
            a no morir.
La nube y su sax alto al impactar con las paredes.
La lejaní­a del amor. El estruendo. 

Desconozco en realidad
cómo es el aire, cómo el agua
            de tu lado del mundo.
Cómo la lluvia que seguramente cae
de tiempo en tiempo.
Cómo el relámpago que cruza
y te despierta

a tan sólo unos minutos
del amanecer.

Daniel Medina




Soliloquio 

Yo sé que la muerte
no es hermosa. 

Lo sé
porque llevo cuatro largas horas
frente a la tumba de mi padre y justo hoy,
que es dí­a de muertos,
las monedas no me alcanzan
para comprar flores.

La muerte, erguida en cada una
de las rutas de este cementerio
           canta, se exhibe.
Es quizá el pájaro
cuyo nombre desconozco pero que vuela ahora,
y en su vuelo encuentra alivio
y en su vuelo / encuentra cercaní­a
con su padre muerto.

Lo sé, porque mi brazo no es tan largo
como para tocar la frente de los hijos
que no tengo. 

Yo sé que la muerte
no es hermosa. 

Me lo dice el clima y el placer del vivo,
me lo dice el mundo, el fuego y su ceniza,
la música que en este sitio
es un silencio prolongado entre las piedras. 

Yo sé,
desde hace tiempo,
que la muerte no es hermosa 

y sin embargo
esta nació para cantarse.

Daniel Medina













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