Diosce Martí­nez

Crónica de un caracol 

En busca del caracol
-el tiempo se detiene-
me asfixio en reparar los dí­as
hasta volver al jueves siete,
a la segunda calle,
a la casa con una bodega
y techo de asbesto. 

Las dos mujeres y un hombre
afuera el carro encendido
que encierra a un hijo.
Miro los ojos de dos extraños
siento el arma en el rostro,
las mujeres gritan,
el hijo lucha,
no cae, no se rinde.

Los extraños no disparan,
el padre no carga el cuerpo en sangre.
Nadie llora,
nadie muere esa tarde
-detengo el tiempo –
guardo al hijo en mis manos.
Simulo ser Dios
cuidando un caracol.

Diosce Martí­nez



In memoriám 

Esparcimos en secreto
las cenizas de la memoria
para que los vivos escuchen
los pasos de los que fueron. 

Cada tarde nos sentamos
en el patio
imaginamos
que somos pájaros
y no hay sequí­a. 

Todos escuchan
cuando en las ramas
un hombre ruega
que no haya llanto sino lluvia. 

En nuestro pecho
hay una bandera
como herida.
Fijo mis manos
para que no te desangres. 

Todos mansos,
callados,
caminamos en fila india
hacia el verdugo
con ojos triunfantes. 

Apunta con un fusil 

¿Escuchas la brisa?
creo que es un ángel que
susurra una canción. 

Siempre sentí la vergüenza
en los huesos.
No quiero caminar,
“la esperanza es para los otros”
decí­a Kafka. 

Parece que todo fue inútil 

Nadie ahuyenta a la bestia
que nos devora
en el miedo del
fuego del infierno. 

La palabra no salva 

Quisiera morir
y que mis hijos
no crezcan con el peso
de mi culpa
que aplasta
con cascos oliva.

Diosce Martí­nez






Miriam Fredes

Soy de Conchalí.
Cuando tenía 6 años empecé a darme cuenta
de que me gustaban más los niños.
Siempre elegía muñecas
y cosas más femeninas.
En el colegio sufrí mucho,
era mal mirada
por el simple hecho de ser distinta.
Todo el mundo me molestaba
ahí viene el maricón.

A los 12 o 13 años me puse Miriam,
desde allí siempre lo he usado
pero en mi casa es bien distinto,
en mi casa soy el Manuel.
Mis hermanos mayores son hombres
y saben que yo soy yo
pero no me aceptan como mujer.
Tengo que ponerme en sus zapatos,
no puedo decirles díganme Miriam
porque los respeto
y sé que les cuesta aceptarme.
Me da lo mismo que me digan Miriam o Manuel,
no me siento ni más ni menos,
soy tan ser humano como cualquier persona.

*

Antes no te podías vestir de mujer.
Carabineros te detenía por sodomita, por patín,
por vagancia, porque te andabai prostituyendo.
A empujones. A pagar la raja,
como se dice vulgarmente.
Te trataban por el suelo po.
Te decían maricón culiao
y otras palabras que no quiero repetir.
Ahora se ven chicas a las 3 de la tarde,
a las 10 de la mañana,
en plena Plaza de Armas vestidas de mujer
y nadie les dice nada.
Pasan al lado de Carabineros, de la misma gente
y ni las miran. Antes no po.
Veían a un homosexual y decían mira mira.
Eras el extraterrestre,
se fijaban en ti pa puro insultarte.
Me crié en un barrio donde conocía a todos mis vecinos
y me dolía po, que me maltrataran
o me hicieran a un lado por ser homosexual.

Muchas amigas han sido víctimas de homofóbicos.
Ponte tú las han golpeado,
a muchas les han marcado la cara,
a otras las han cortado,
sinfines de cosas.
Personalmente a mí no.
Lo que más me tocó fueron insultos,
pero conocí casos de muertes de amigas.
Entonces es como ¿qué está pasando, cachai?
¿Por qué nos hacen esas cosas?
Siento que nosotras no le hacemos daño a nadie.
Yo no ando molestando
ni tirándole el churro
al primer cabro que pasa.

*

La gente, aunque tú tengai pecho y andes vestido de mujer,
siempre te va a decir mira ahí va el hueón, ¿cachai?
Nunca van a decir allí va la Miriam, ahí va esta flaca.
Más encima los gallos que te conocen
dicen ahí viene el maricón.
La gente no piensa esta persona
vive, razona, come,
igual que yo.

*

Ahora no me visto mucho de mujer, no ando tan así,
pero me gustaría cambiar de nombre para los trámites
para que con tetas y todo no me digan Manuel.
Me ha pasado que he acompañado a amigas trans
que hasta se habían operado el sexo y de repente
las llamaban por su nombre de nacimiento
y ellas tenían que acercarse
y decir yo soy a quien están llamando.
Debe haber más aceptación,
que la gente nos trate por el nombre que nos identifica.

La primera vez que me vestí de mujer fue para unas fiestas.
Me pintaba poquito y sus cosas, ¿cachai?
Pero a los 14 años, cuando me metí a trabajar en el ambiente
fue cuando empecé a usar tacos altos,
vestidos, faldas.
En ese momento me sentí realizada y feliz.
Andaba vestida de las 8 de la noche a las 6 de la mañana,
pero no todo el día
porque siempre he vivido con mi familia.

El respeto tiene que empezar por una misma, ¿cachai?
Si me voy a vestir de mujer no voy andar con las tetas afuera.
Quiero respeto, pero para que me respeten
no me voy a agarrar a todo el mundo.
Si alguien dice algo distinto rayo bien la cancha,
si no me respetan como mujer u hombre,
como persona que soy.

*

Estudié peluquería el año 85,
hice otros cursos en el mismo instituto.
En todas las peluquerías he sido Miriam,
nunca he trabajado como Manuel.
Siempre he dicho soy homosexual.
Sí, yo soy así, si no te sirvo me dices.
Porque yo no voy a estar dejándome un bigote, ¿cachai?
o fajándome las tetas pa trabajar en alguna parte.
Vivimos en el mismo círculo
pero la sociedad nos ha apartado hasta de la educación.
Por lo mismo llegué hasta segundo medio.
Me trataba mal la directora,
los profesores, mis compañeros.
Todo por ser quien soy.

Diosce Martí­nez









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