Feliciano Mejía

Canto a la lluvia

(Gracias a Blaise Cendras por su “Antología Negra”.)

Para Percy, Tania, Nazim, Maywi, Sébatien y Mïlis Yauri Jeanne-Dulmira.

Yembelé, yembelé tuná.
Yaisla bembe bembé tuná.
¡Ulisla vá, bembelebe vé!
 
Tunjó oleja ti.
Elfili yá, tundala yá.
 
Telinla, yabahó.
Telinda, asihá.
¡Ulisla vá, bembelebe vé!
 
Efir. Efir. Datinga dá.
 
Aquimpele lulitendo si.
Efir, efir, efirvale si.
 
¡Ulisla vá, bembelebe vé!

Feliciano Mejía




Canto a la luz

Del espacio grande, grande,
donde todo ha sido oscuro,
ha venido. Ahá, ella. Ahá, ella.
 
¿Qué pasaría que no vino antes?
¿Qué habría antes?
 
De las garras de Vieri, ave de las dos Cabezas,
se escapó la luz. Se escapó la luz.
 
El árbol no se vería.
La piedra no se vería.
El camaleón i la tortuga no se verían.
¿Qué, entonces, se vería?
No sé. No me lo preguntes.
La luz ya estaba cuando yo vine.
 
¡Ahá, ah, éh! ¡Ahá, ah, éh! 
 
Los hombres
 
La calabaza está creciendo.
Knegún, knegún.
 
Los hombres dicen que el hombre es bueno
i que el hombre es malo.
Knegún, knegún.
 
Rué, le, le rué, el hombre más pequeño
puede ser el más grande.
Knegún, knegún.
 
Rué, le, etin le: los tambores suenan.
Etin le, le etin; los tambores suenan.
 
Knegún, knegún.
Knegún, knegún, fii.
Fii, fii, knegún fii. 
 
Aren pi, u e né
 
Bingo de la tierra donde no hay pájaros,
no eres flor ni árbol.
 
Bingo dice: alé, i las aguas de los ríos
se abren a su paso.
Bingo dice: ven, i nadie viene.
 
Están llorando las frondas una leche deleitosa
i la serpiente Uré le da a Bingo
un anillo de marfil.
 
Bingo de la tierra donde nació el fuego,
tiene la piel más hermosa del mundo.
 
Bingo juega dando saltos
entre las puntas de los cerros.
¡Huewech, Huewech, Bingo!
que sí nació de madre en nueve esperas.
 
Bingo: hijo de la piedra
i el pan.

Feliciano Mejía



Canto al fuego

Fuego, fuego, fuego de entre la sangre, fuego.
Fuego nuevo en los ojos del cielo, fuego.
Donde estás todo habitas, fuego.
 
Yo voy en pos de ti, yo voy en tu busca.
En la fruta i en el árbol.
El fuego es el fuego.
 
Crepitando en la fogata
¿qué hablas?, ¿qué cantas?.
Yo bailo en tu honor i tú sonríes.
 
Fuego del aire, fuego de la tierra,
¡Oh, fuego!
La noche viene i todo lo iluminas.
Ven, de donde vengas, fuego madre, fuego madre;
yo bailo para ti.
 
Gota a gota la lluvia cae de las hojas del ciruelo.
Pero tú vives, fuego, fuego, de la tea i de la sangre.

Feliciano Mejía




UKUPACHA
Lucha del Wakón: la angular pizarra 

UNO 

Agria luz por los párpados en agonía,
luz aguada, gualda, con olor a piel de mármol 

cuando llega la hora de la muerte:
el periplo se cierra y las cadenas crujen,
la mente se hace témpano y el latido un tambor de rito,
una red de carámbanos las venas. 

¿A quien llamar cuando el momento del frío
ha llegado?: nadie está a tu lado
en toda la multitud de amor que te rodea. 

La muerte tiene un tímpano que tintinea
con sabor a cristal esmerilado:
lo oyes varias veces a lo largo del tiempo de tu vida 

pero por fin se llega al último y definitivo
y el silencio taponándote
y la mudez en lo sórdido
de lo oscuro son tus únicas alternativas. 

Aceza y sonríe, animal corporativo.


CUATRO 

Afuera cantan los gallos,
adentro las sombras
enervando a los piojos en las retículas
de la cama:
la tarde va al ocaso sin mirarte,
y no oyes ya la risa de los niños
ni de los ancianos. 

Acábase la vida
como una pluma al centro de una fogata.
Ya no preguntes por tu nombre ni tu apellido:
estás en el dintel de la nada,
quizá puedas beber una tizana
ya sin sabor para siempre,
puedes atenerte al latido de tu vena;
pero todo está dicho:
llega la muerte con su ladrido pasmado
y tú no tienes vela en este entierro.
 

OCHO 

Nasal y alegre te apropincuas
desde el centro de tus pañales
al largo camino,
una ringlera de años
que no pasan y no sientes
comenzar a pasar,
los veranos e inviernos se suceden
y de pronto te asaltan los dolores,
las canas y arrugas en la piel
y tu eres el mismo en el espejo
pero llegó la hora de aprestarse
a la prueba final
sin aspavientos.

Feliciano Mejía










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