Harold Alva

El hombre observa la sórdida cadencia de su oficio
La velocidad del aire que llega desde el malecón
Y lame las ventanas de los edificios
Las puertas como un adjetivo siniestro
La niebla que ataca como un samurái
Con su cerbatana de miedo
Y se pregunta si la noche
Tiene algo que ver con su ictericia
O acaso la nostalgia
Es la única palabra que sostiene
El argumento de su día
Entonces retorna los ojos al vacío:
Salta en parapente hacia la sima
Tensa los músculos de sus brazos
Y se deja caer
Siente
            La generosidad
                                     Del abismo
Y ya no se pregunta
Si la noche
Tiene algo que ver con la caída.

Harold Alva




La física de tus manos contradice mis leyes naturales
La devoción por conservar el aliento
En una gruta donde nadie ejecuta oraciones como cábalas
Versos como ráfagas que atentan contra mis hábitos
Animales de azufre
Demonios que salen a la caza de un orate
Que se oculta noche a noche en los hostales de Lima
En sus intestinos de asfalto que esperan
Impacientes
                        El último estertor
                        Mi atípica presencia de fantasma
Y tú:
Dulce animal
Escala de grises sobre la orfandad de mi cuaderno
Brillas como el anillo del sol
En esta época de catástrofes apocalípticas
Mi violenta partitura
Mi fiera urbana de certeros zarpazos
Mi bestia incólume con quien apelo al adjetivo
A su virtud de ventana desde donde grito este poema
Con la ilusión de un cadáver
Que intuye que su muerte no es definitiva
Que intuye que tu muerte no es definitiva
Que se arranca el cráneo
Y lo cuelga en los cordeles del horizonte
Con la misma prepotencia de un sismo
Que sepulta los puentes y las casas
Tú:
Mi pequeño terremoto con el que destrozo
La ternura hereje de mis manos
                        El miedo que me asalta
                        Durante la mañana
La pesadilla que me exige procesar a la distancia
Te enfrentas a la física
Aplastas el sí y solo sí de la lógica
Y apareces en mi fortaleza imaginaria
Te detienes al centro con la precisión de una pantera
Y yo me quedo quieto: tiemblo
Y sé que la luna es insuficiente cuando leo tus palabras
En esta pantalla que apenas refleja la intensidad de lo que escribo
                        La noche también es insuficiente
                        La noche y su gran ojo que da vueltas
Con la velocidad de un paso que en vano pretende conquistarte
Cuando apenas ha sonado el silbato
Y el réferi se instala con asombro
                        En mis decisiones
                        En mi poema
                        En mi oscuridad
En mi boca que se abre cada vez que retornas con un verso
Y Lima entera se detiene
Y Lima entera se inclina frente a tus pasos
Y Lima entera se conmueve con el filo de tu lengua
Que parte en tres la dicción del aire
El rumor de los malecones
Mi grito que trepa los edificios
Y escribe tu nombre en las ventanas
Y escribe mi nombre en tu ventana
Y nadie puede leerlo porque carecen del espanto
Y la capacidad de nuestras visiones
Del alfabeto que aprendimos a tararear cuando los dedos
Se formaron como las columnas de un ejército
Que partió a colonizar la piel con las membranas de los otros
Y los otros se quedaron allí
                        Solitarios en sus cuerpos
Mientras la vida se esfumaba en otra parte
Y nosotros asimilamos la tensión de los accidentes
Y así nos reconocimos
Y así incendiamos estas calles
Y así le dibujamos pájaros a esta noche
Pájaros a las bancas del Kennedy
Pájaros a nuestras palabras
Pájaros a los ojos de las paredes
Pájaros a la soledad
Pájaros a la lengua que ahora nos enciende.

Harold Alva



La rabia se inocula
                        Como el grito suspendido de una cobra
Lima de noche con mis manos en su espalda
Y un extraño rumor de vidrios destrozados contra el ojo
Contra mi frente de cíclope
                        Extraviado entre los autos
Su inconsistencia para sostener
El incendio de otras cicatrices
En los muros donde gárgolas invaden
El cementerio de mis pájaros
O la hacinada cueva donde habita el roedor de la nostalgia
Su trompa de metal
            Que se abre como la puerta del metropolitano
Cuando cruza Lampa
                        Voltea por Emancipación
Y la ciudad se eriza
Y la ciudad se levanta
Y Lima tartamudea un himno que la proyecta
                        Sobre un muro de quejas
Y la rabia crece
Y nadie tiene el poder para difuminar la espuma de mi boca
Su antídoto de historia
La frente sin laureles
                        De las estatuas posmodernas
Sé que hay una ventana:
Un vitral en el que otros ojos se inyectan contra el cielo de otra tribu
De otra civilización que nada tiene que ver
Con las marcas putrefactas de estos muertos
Otra lengua
Otro código que interpreta
                        Las flechas de mis manos
Sus líneas como quipus
O la rabia:
Su nieve en la cresta de mis puños
Los pilares del tren
                        La bestia que cruza sus entrañas
Los corredores viales que unifican su tragedia
El color seco de su sangre
Mis brazos clavados como huesos
Agitándose como una bandera
Que nada tiene que ver con la historia de su patria
La voz despedazándose
Y el cráneo sembrado sobre un poste
A la merced de un cóndor
Que sabe que sólo habitan tinieblas en mis ojos
Lima es una hiedra
Su trompa se abre como el insomnio de un loco
Que intercede por sus fantasmas
                        Y no hay lugar
No hay casa
            No hay espacio inhabitado
Sólo la lluvia
Quebrándome
Luciferina
Vertical y solitaria.

Harold Alva




Los pájaros que pernoctan en los cables
Son testigos de esta historia
Ellos han visto cómo he roto con la prudencia
Saben de esto
Conocen a la esfinge
Y escriben conmigo sobre el aire
Tu voz de cebra
Tu lengua de fábula que se agita en mi poema
Y duplica el filo de los sables
Y duplica la potencia
De los estertores que se agitan con la niebla
Yo me detengo allí
Busco una señal con el humo de las chimeneas
Algún pretexto para demostrarle al horizonte
Que tú eres la fiera que me arroja a la demencia
El animal de fuego
Con quien consumo el vértigo de las azoteas
Y regreso los ojos
Hacia los pájaros que pernoctan en los cables
Y pregunto sobre el nivel de resistencia
Al que debo exponer a los reptiles de mi calle
O le exijo al viento un espejismo
Para perderme con la sombra de otras aves
Lima mientras tanto queda muda
Lima tiene tu marca en todos los lugares
Tu lengua que incendia las esquinas de mi parque
Tu pelo  Tu olor de fruta  Tu oscuridad
Tus ojos en los pájaros que pernoctan en los cables.

Harold Alva




Multiplicación de la mañana

Las tres de la mañana,
siempre son las tres de la mañana:
el reloj se detiene con la emoción de un gato
que rasga mis sandalias.

Las voces llegan despacio
en idiomas que apenas reconozco,
el espejo muerde mis manos
con los ojos que duplico en sus filamentos
como si acaso lo necesitara
para capturar su fe;
el miedo de las tarántulas teje una plegaria
con la inseguridad de la serpiente.

Yo soy el tacto impersonal de la vigilia,
el búho que se detiene
en la rama de aquel pino
para observar cómo se quiebran
los pies de su esqueleto,
las alarmas de las casas que interpretan
la música del día,
su época de manifestaciones,
la emoción de los dementes
que acuchilla la tranquilidad de un incendio
que hace crepitar mi habitación,
su bosque de eucaliptos,
el avance irregular del agua
en los canales de esta ciudad
expuesta al precipicio.

Nada hay en la oscuridad,
nadie hay en la oscuridad,
solo el vidrio duplicándome,
arrojándole a mis palabras la cera de una vela,
el desequilibrio de un verso
que llega impuntual
en su diligente cruzada contra el frío,
contra la indolencia del lugar común,
contra la inconducta del otro que Soy Yo
haciendo muecas para llamar tu atención.

La luna sabe lo que quiero decir,
por eso en sus cráteres
ha sembrado otra lengua,
otro alfabeto
para desaprender las réplicas.

Harold Alva




"No concibo a un escritor que no se involucra con su contexto."

Harold Alva



Un cuervo vuela hacia tu ventana
Le teme a la noche
Por eso permanece despierto
Intenta penetrar en tu sueño
Sabe que no hay ninguna historia
Pero es un cuervo que ha escuchado en tu voz
El timbre de su cuerva
El SOS que clama
La destrucción de los barrotes
Y allí lo tienes
Atrás de los cristales
Sobre los que ha escrito tu nombre
Con la soledad del pavimento.

Harold Alva















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