Jesús G. Maestro

"El arte, si no tiene ideas, no es arte. Y la poesía, sin ideas, es simplemente un sonajero."

Jesús G. Maestro



"No es una cuestión de lengua, sino de tecnología. Porque como he dicho muchas veces, las lenguas no son signos de identidad cultural, sino tecnologías. El español es una tecnología muy potente, sobre todo desde dos campos humanos muy importantes: la Literatura y la Filosofía. Piense que ni en inglés ni en alemán se puede expresar la diferencia ontológica entre ser y estar. Hay que tener cachaza para filosofar en esas lenguas. Lo mismo en literatura. ¿Cómo traducir al inglés el verso de Juan Ramón Jiménez «Dios está azul»? Es imposible. Las lenguas son construcciones operatorias llevadas a cabo por seres humanos que no se limitan a pensar o a escribir, sino a construir. La lengua no la hacen los hablantes. Esto es una gran patraña, un espejismo con el que se consuelan filólogos y charlatanes, indistintamente. La lengua la construyen quienes construyen realidades que exigen una nomenclatura inédita, la cual solo puede provenir de ámbitos categoriales ajenos al lenguaje mismo, y en los que solo a posteriori un lenguaje suficientemente potente puede proporcionar los términos necesarios, a priori desconocidos para los hablantes. La onomástica verbal es posterior a la construcción material. La Filología es la última de las operaciones. Porque las operaciones fundamentales y fundacionales son materiales, técnicas, experimentales, científicas. Hechas las cosas, se les pone un nombre. Una vez construida la realidad, se habla de ella. No a la inversa. La mentira está ya en la Biblia. En el principio nunca estuvo —ni fue— el verbo. El principio es el hecho, la acción, la operación. Sólo después de los hechos de los obreros llegan las palabras, los charlatanes. Los hablantes son los consumidores de un lenguaje generado por los constructores de una realidad que no es en absoluto lingüística. Los hablantes no hacen el lenguaje: lo usan. Y no digamos los escritores... Los escritores son los parásitos del lenguaje. Sus explotadores. Los vividores del lenguaje. Porque el lenguaje nace de los hechos, no de las palabras. Los creadores del lenguaje no son los escritores, sino los científicos, los obreros, los técnicos, los constructores de realidades operatorias inéditas, nuevas, materialmente efectivas. Las palabras vienen después. Lo operatorio es previo a lo lingüístico. El escritor usa el lenguaje construido por otros que no han sido nunca escritores. Las palabras que inventan los escritores, palabras como Trilce (César Vallejo) o cronopio (Julio Cortázar), tienen el valor de las joyas y las anomias, y su mismo destino: la contemplación inútil. O la recreación patológica. Sólo los filólogos se divierten con ellas como un aprendiz de brujo con un grimorio. El español es una tecnología que dispone de una filosofía potentísima, como es la escolástica renacentista, con la que Kant aprendió a discurrir. Otra cosa es que los españoles de hoy —profesores incluidos— ignoren esto por completo. El español es una tecnología hablada por 600 millones de personas, entre nativos y usuarios. Una tecnología así no puede ignorarse, aunque esté proscrita en algunos territorios de España. La dialéctica entre el mundo anglosajón y el Hispanismo es muy fuerte. Desde España se mira a Europa en busca de interlocutores, cuando nuestros interlocutores de preferencia están en Hispanoamérica. Europa se configuró históricamente contra España, esto lo explicó muy bien Bueno en su libro España frente a Europa. Nuestros políticos actuales no tienen apenas formación en Hispanismo. Ni en casi nada. No se puede esperar nada de ellos. La lengua está en quienes la usan para construir cosas útiles. Las lenguas se dividen en lenguas útiles y lenguas inútiles. Y las lenguas inútiles solo sirven para entretener a gente ociosa. También para nutrir el tiempo de filólogos que se interesan por esas lenguas con inquietudes presuntamente científicas, del mismo modo que el antropólogo se puede mostrar interesado en preservar a un grupo de seres humanos en sus formas de vida más salvaje y primitiva, a fin de estudiarlos cómodamente de este modo, privándoles de incorporarse a la civilización. Lo cual es una depredación científica intolerable, equivalente a un experimento inhumano. Sólo las lenguas útiles permiten al ser humano hacerse inteligible."

Jesús G. Maestro




"No considero que pueda afirmarse que Shakespeare, incluso a pesar de cuanto Inglaterra ha invertido en ello política y académicamente, sobrepase a Cervantes. Eso es imposible. Ambos se han convertido en marcas de sus respectivos países. Consignas en boca de gentes que no han leído nada de ninguno de los dos. Pero al margen de esto, es innegable que la literatura es una prolongación de la política, y que la Literatura Comparada así lo demuestra, al responder a la dialéctica de Estados en el terreno de la interpretación literaria. Establecer una relación de igualdad o de isovalencia entre Cervantes y Shakespeare es algo que sólo beneficia al inglés, alguien que apenas escribió unas tres decenas de otras dramáticas, sin que quede nada claro que todas son enteramente suyas, y unos 150 sonetos. Shakespeare no es un poeta, es un sonetista. Compararlo con Lope de Vega es un chiste, porque Lope fue dramaturgo, poeta y novelista, además de teórico del teatro, y promotor de una comedia nueva que él mismo constituyó de forma definitiva. Por su parte, Calderón desborda a Shakespeare desde todos los puntos de vista. Situaciones de este tipo sólo ponen de manifiesto que los españoles, desde los Austrias, han estado siempre por encima de sus políticos, quienes no han sabido administrar como es debido el patrimonio de su nación. La política, que es la administración del poder, es decir, la organización de la libertad, ha sido un fracaso sistemático en España desde la caída del Antiguo Régimen. Los españoles de a pie valen más que sus políticos y mandatarios. Los políticos dan un mal ejemplo sistemático, que, por desgracia, se toma como referencia y modelo por un sector de la población cada vez más amplio: incumplimiento de las leyes, descaro, malos modales, desprecio por la educación científica, corrupción que no se juzga como es debido, desobediencia de las instituciones públicas, falta de respeto a sus votantes y a su prójimo, además de una tremenda negligencia en su servicio al país, etc... Como consecuencia de esto, casi nadie se responsabiliza políticamente de su trabajo. No deja de ser irónico y revelador que, por ejemplo, las feministas defiendan una determinada idea de mujer (la suya, que no tiene por qué ser la de otras mujeres, que siendo mujeres no son feministas), y que los filólogos hispanistas, en lugar de defender el Hispanismo, defiendan la Leyenda Negra, por ejemplo. ¿Por qué? Ya lo he dicho: les interesa más su currículum que la Filología."

Jesús G. Maestro



"Toda la literatura de Cervantes es una demostración del racionalismo humano. Toda. Cervantes es el Spinoza de la literatura. El Quijote es la mayor burla y degradación que un idealista puede recibir. Y paradójicamente lo han leído como si fuera un elogio del idealismo o de la locura. Erasmo les encanta, y creen que Cervantes es soluble en la servidumbre y el panfilismo erasmistas. Un idealista es alguien que se declara incompatible con la realidad, es decir, un suicida. Ocurre que puntualmente todo idealista pacta con la realidad para no perecer en los primeros cinco minutos: no se olvida de comer, de procurarse un alojamiento, un trabajo, un seguro médico, una pensión, etc… Todos los idealismos son muy sui generis en este sentido. El Romanticismo fue, y es, la mayor hormona de los idealistas, al considerar incluso la locura como una forma superior de racionalismo. La gente se cree que somos lenguaje, y que decir «yo soy bueno, yo soy justo, yo soy feliz» basta para serlo de hecho. La realidad no está hecha de palabras. La Ontología no es Filología, a pesar de las tonterías que dejaron escritas en este sentido Heidegger y otros, como Emilio Lledó, por ejemplo. Me río mucho cuando leo en alguien que «el lenguaje es la casa del ser», como si el ser habitara en una mansión hecha de palabras. ¿Acaso Emilio Lledó cuando se encuentra enfermo acude al Filólogo? Imagino que visitará a un médico, ¿no? Si realmente creyera en sus propias palabras, cuando se encuentra enfermo acudiría a un doctor en Filología, y no a un doctor en Medicina. En ninguna obra de Cervantes hay desenlaces irracionales, ni inconsecuencias milagrosas. Es más: en ninguna de sus obras hay una sola idea metafísica que actúe como causa o consecuencia operatoria de los hechos. Cervantes reemplaza para siempre en la literatura el racionalismo teológico por el racionalismo antropológico. Y en este punto su racionalismo, de genealogía católica, es un racionalismo ateo. Como le digo, es el Spinoza de la literatura. Retrotraerlo a Erasmo es adoptar una posición filológica acrítica, europeísta y completamente ingenua."

Jesús G. Maestro

























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