Julio Fabián Salvador

Hacienda en el paraí­so 

Yo de niño soñaba con una princesa,
una princesa que  salí­a de los cañaverales,
una princesa tropical que bailaba con el viento.
Habí­a noches que no dormí­a
pensando que ella, al fin, vendrí­a desde el sol
y  me  guiarí­a a la iglesia entre el aguacero.
Yo soñaba con una hacienda en el Paraí­so y
con el amor corriendo sobre el rí­o.
Uno de niño piensa que el tiempo
es más que el infinito.
Aún sueño con ella, con su nombre fuerte,
escrito desde un valle,
Iniciando el alfabeto.
Yo de niño soñaba con una princesa
tomándome las manos,
limpiando mi alma, rescatándome de la tristeza.

Julio Fabián Salvador




Kirsten Dunst trata de escribir a la manera de Carl Sagan 

Seguidamente me pregunto si estamos solos en el universo,
pienso en un contacto sensorial
con el hombre y hasta con la araña.
Solitario es un edificio,
solitaria es una maquina sin fotos.
En el cosmos siempre hay soledad y noche,
ponerse a pensar es correcto, dudar es correcto,
porque la noche atrae a los vampiros.
Es cierto, las mejores fiestas tragan a las noches.
A veces me dicen: ha llegado tu noche.
Tiemblo. Recuerdo a la chica pálida que saltaba
y miraba con urgencia.
A veces me susurran: Las mujeres hermosas no duran.
Y me quedo callada como si estuviera durmiendo
en una pelí­cula.
Me han dicho que mi conducta es afectada
por el movimiento de planetas,
entonces pregunto
si es Jupiter o Venus
el culpable de mis arranques emocionales,
entonces calculo
la fuerza para arrancar el brillo del metal más próximo,
tal vez el humo enredado en mis pulmones,
o la profundidad de la hierba.
Para mí­ el infinito es el borde de una hoja,
la carretera serpenteada de ciudades provincianas,
la distancia de mis ojos hacia Andrómeda,
el perí­metro de un claro peregrinaje a costas hundidas.
A veces, solo a veces, respondo tí­midamente:
estar sola en el universo es tanto
como la tristeza de uno mismo.

Julio Fabián Salvador




Stephen Hawking divaga desde
su estado cuasi-máquina 

Un agujero negro no es tan negro
puedo decirlo con el movimiento
de mis corneas, puedo asegurarlo
con el aire, con esa voz robótica
a la que me sujeto dí­a y noche. 

¿Pero a quién reclamar por mis angustias?
porque a mí­ ya no me preguntan nada
sólo me miran ya como una máquina.
El cálculo se ha hecho una rutina,
a veces dedicarme a otras cosas
añoro, caminar por las veredas,
abrir ventanas altas una a una
y también dedicarme a lo doméstico,
porque extraño lavar mis calzoncillos. 

Un agujero negro no es tan negro,
no necesito más mover mi cuerpo,
realidad está presente aquí­
mientras el hombre mira lo espacial
y yo apenas, estático, deseo
tocar tierra, una diametral sonrisa,
porque tal vez me mueva por milagro
y si preguntan yo responderé:
nadie es feliz sino se burla de uno
mismo, y esto lo sabe el universo. 

Un agujero negro no es tan negro,
sobre el big ban yo sé, no lo inventé
y si dudan pregúntenselo a Dios.
Porque a estas alturas de la vida
comprendo que no existen dimensiones,
ni inicio, ni final. En tanto creo
que sólo mi sombra es realidad,
que toda forma es sensatez, también
que ahora estoy muriéndome de risa.

Julio Fabián Salvador











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