Marcos Rivadeneira

Blanco
 
                                                                                                  Blanco sobre blanco Malévich (1918) 

Ellos me regalaron la noche
en perenne reclamo
y la barca abandonada
oscura y triste encallada bajo el puente
hay un árbol con los dedos lacerados
y yo querí­a quitarme la noche de la cabeza
mi llaga entrañable                    estéril. 

No es que no tenga pasado
lodo en profusión
es que no lo recuerdo como otros
insistí­a en una roca                   la boca
y ellos se han forjado una ensenada
el agua no tiene otro sentido que las manos
y yo la noche que es lo que creí­a
a mares los golpes de tornillo
no ha sido siempre lo que amaba
un lienzo nos contempla en blanco hueso
ellos han forjado una luz con el dí­a
abiertas fauces de labor antigua
y no ha sido la luz que me esforzaba
porcelana frágil
          nada 

Palabras humeantes
entonces la nada
la misma casa de las pinturas rupestres
penitencias          naturales fuentes
en donde tengo mis cosas de siempre
desierto el hábitat y en la arena
el grano de tu tristeza
el miedo por ejemplo y el bonsái inmóvil
débil rumor
con piedritas blancas
amado quedó
a la espera del silencio
de ver el verbo
del blanco regocijo de la nieve
o el marino color de los descansos
de las pequeñas cosas que la gente espera
y me engaño que envejezco
el rancio pan en la hornilla
o nuestro suspendido cuerpo la estatua
el musgo mullido de la fuente
calle abajo hay un busto que no baila
y sospecho de todos los milenios de los dí­as
y el silencio picado por insectos
yo camino como quien pasea
la ciudad es nueva           el extranjero
un árbol que alguna vez fue alguien
sólida cerrada y maullada
la fachada de La Habana deslucida
aquí­ todo parece nuevo
bien lucido y congestionado. 

Me gusta ver en los bares las mujeres
las palabras no pueden vivir sin alguien
que se rí­en con la estridencia del deseo
en el racimo todas las flores son iguales
y camino como quien pasea
en la noche los astros exhalan muchas formas
todo es nuevo y distinguido en la noche
un taxista me devuelve un billete falso
se profanan los dientes con el frí­o
lo que dura la amistad con el taxista
que guardo con cuidado en el bolsillo.

Habí­a ruido en la materia acuosa
en el temblor de la rodilla
mano sobre mano con sus alas
de desencanto
yo deseaba los relojes
empantanados en el viento
y la voz del poema que se hací­a un murmullo
el reflejo de mi cuerpo en los vitrales
mi desfigurado rostro por el humo
yo sé que cambio
soy un blanco manto que se mece
y una colilla en el suelo apresurada
anotaciones en el borde
de un libro de Lezama que me queda
habitar la casa
o un corredor oscuro
con el laberinto en las manos y lo real
en el pasado y en la verde eternidad
una bulla de grillos en desorden
general.

Marcos Rivadeneira Silva




Decir

I

Desarticula que arde la palabra
sólo ella donde ella exista
en un mundo por tigres frecuentado
fieros mamíferos
bárbaros
bestias
el orbe de tristeza sostiene un roble
la niebla sube fugaz
el humo
la ceniza.
Destrozado vuelo innecesario
planta sumergida en oprobio
borrada diluida
jadeante y olvidada
la palabra donde haya ido
donde ella exista
y sólo ella
un germen de latido innato
esporádico vientre de tierra y barro.
Porque ella arranca un rumor prendido
y lo tira
lo encierra
le miente
enciende la pradera y gasta un balanceo
se despliega hasta el último centavo
y disminuye
increpa
maúlla
y aflora.
La poesía fue perseguida
atrapada
muerta y enterrada
resucitó al tercer día
como todo lo que resucita
cuando es perseguido
muerto y enterrado
y canta solo ella donde ella exista
rama ésta sobre el posado mirlo
no insume ni resta decirlo
tronco que alumbra las termitas
en los vendavales que surgen de la gesta.
Poesía materia primitiva
sustancia de la herejía
me toma
me despoja
me destierra
se retruécana en la misma baldosa
sucia de la cocina
se inventa
me rapta
me pierde me sueña
así todos los días
con un sabor amargo en la boca
y los senderos que ella camina
yo beso
bebo delirio
pero ella piensa otra cosa
y retorna con su tilma de cangrejo
la mañana ensimismada
con la constancia de la tinta
me orgullo de tanto papel en el canasto
que me libero del tiempo
corro
huyo
y salto.
Ella me mira de lejos y
me crónica
me adereza
me margina
ella y sólo donde ella exista
una ventana arrulla el mirlo
y la cubre con las palmas de labranza
luego me silencia
me indómina
me ola
me lágrima
me espuma
y me besa.

Marcos Rivadeneira Silva


El bálsamo suyo

…en verdad, haberte conocido es un misterio
y he empeñado mis lirios para verte
si pudiera yo liberar de tus cantos esos besos
si la cláusula de la frente fuera liviana
por el cielo, que te ofrecería todos los húmedos secretos
de mi cofre de riquezas
y todas las mañanas sembraría un arco iris
y los caminos limpios de greda
donde la cabalgata de tus ejércitos proscritos
adore dormida las púrpuras líneas de mis dominios.
Que mi suelo empedrado con vetas de amapolas
florezcan a tus pasos
y el encanto de tierras ajenas se abran camino
y a tu llegada se agiganten los reflejos
y las conchas de todos los manglares
giren sus valvas
y el encanto de las tardes con sus vientos
abracen las criaturas de los desiertos
y que la luz virgen de las profundidades
ilumine las lejanas tierras
y descubras los ríos y el encanto de nuevas pieles
en la arena cálida de mi gruta
pero yo
soy apenas una chiquilla.

Yo soy apenas una chiquilla que rompe los latidos
del encanto y pinta con sus brisas de colores
las líneas níveas de cualquier verso.

Miraron de reojo a Lolita
y ejercieron furibunda sátira de su canto
se rompió la llama en sus mejillas
y sus pieles que eran sedas rosas
se fueron marchitando
maduraron sus ojos verdes
y empezaron a mirar de una forma adusta y lejana
su lengua se agrietó y las mieles
que en ese entonces brillaban de oro
empezaron a trocarse en cosas olvidadas.

Polvorienta la repisa de recuerdos
allí estaban las conchas petrificadas de otros tiempos
allí las ollas arqueológicas     las desenterradas
pero en la repisa estaba          toda ella
con la forma de un guerrero de Xi’an
en terracota
mi madre quiso limpiar la figurilla
y eliminó de la superficie
todo vestigio de antigüedad
fue allí que descubrimos que era falsa
un souvenir comprado en el Rastro.

Ella misma que en mis horas plenas
estuvo recostada en mi camastro
ella que durmió largas esperanzas
después de las batallas libertarias
ella se había convertido en mi bienhechora.

Entonces no sabíamos toda la verdad
solo en la fuente del espacio tercio
en un surtidor de frescura torrente
nació la franqueza.

Se abrió la blusa con los dedos húmedos
y dejándome ver el nacimiento de Venus
me habló de frente
las luciérnagas jugaban todavía
y los peces saltaban fuera del agua
yo era el errante, el loco de Picasso
ella la verdad, la cruz roja
de los caballeros de Santiago.
la pasión sofocante, el cabello ceñido
la lamparilla de noche
los cocuyos empezaron a hacer sus brillos
y las caricias entablaron una riña por fatiga.
Ella me dijo la verdad
perdimos la médula de la esperanza
el descenso en las praderas y las ciudades conquistadas
la gruta de cálidas arenas fue vedada
y las fuentes clandestinas habían sido ajenas.

Nada es para siempre, dije
y era demasiado bueno para ser cierto.
Con su mano me envió un ligero beso
suspendido en el aire hasta estos versos
y con los mismos dedos que
lentamente ensortijaba sus rizos
me dijo adiós.

Marcos Rivadeneira Silva




Los días de la aldaba

1

Junto a su sexo me entregó la mitad de la tierra cuando deshace su mortaja la neblina. La tierra sale a flote con sus luces escondidas en la hojarasca, la que recibe el rocío mientras los cuerpos descansan.

Junto a su sexo me regaló la mitad del aire con su presentimiento de zozobra, el aire que acongoja las flores en portales o ventanas. El que trasnocha con árboles y sacude la oscuridad con impaciencia.

La tierra misma se estremeció con sus caderas en esa época. Y tembló así telúrica en marzo de 1987. Algunas casas cayeron y las iglesias del centro histórico dejaron ver sus interiores virginales.

Yo surgí de mujer como confesión de pecado, igual afloraron los vestigios arqueológicos, así desprendidos de toda vestimenta. Una veta en la superficie terrestre fui. Yo que surgí del modo como nacen las canciones, aun espero el significado de la mancha de tinta en los papeles.

Con su sexo propagó en mí un bagaje de ensueños, de promesas que se deja en el tintero con el tiempo en contra, afirmaciones instintivas y pensamientos ocultos. Detrás de la puerta, una tarde, llegaron las mentiras con todo su bagaje, no timbraron, no pidieron permiso, no anticiparon, simplemente se instalaron en mitad de la cama.

Llegó el día en que tuvo que partir. Y aún tenía su sexo fortuito en mi olfato y aún tenía las manos llenas con sus gemidos, me dejó atado a una silla de mentiras y sin catálogo de supervivencia.

Junto a su sexo aprendí la vida que apura, la del organillero con malabares de mono capuchino. La del hierro que forja espadas para la guerra. La del campesino que cuida ovejas negras bajo la luna. La del eco que se atora en los barrancos. La del monte que bebe las verdades bajo sus pies, todos los días sin feriados.

Junto a su sexo aprendí a descoserme de mi cuerpo, a ser un ente metafísico en soledad, a mirar desde los balcones la monotonía y llegué a ser el capitán de los mensajeros con medalla de papel aluminio.

Desde su sexo encendí las heridas, cautericé con hierro fundido los sumideros de despojos. Y su mirada se abrió como capitán en avanzada, fundadora en indias, descubridora del agua torrente en ríos escondidos. Con su cabello coreaba canciones de sonajeros. Y con su sexo se fundaron los poblados, se concibieron herederos y establecieron casas grandes, caballerizas y pocilgas.

Marcos Rivadeneira Silva
















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