Marí­a Tabares

 ¿A dónde van los pájaros muertos?
¿A dónde, los que no mueren por el atropello de un coche
o en el campo por la bala de un niño o de un hombre? 

¿A dónde van cuando fallecen de enfermos o de viejos? 

¿Por qué no caen como frutos de los árboles?
¿Como piedras? 

¿Por qué no se ven sus cadáveres por los suelos de los bosques,
las calles, las aceras, el césped de todos los jardines? 

Quién los entierra, antes que puedan los niños
y los poetas verlos deshacerse a la intemperie,
callados, quietos.

Marí­a Tabares




Cuando te vas te pierdo
no queda piel
de la cual colgarme
o arroparme 

No queda memoria de ti
que me rescate 

Te vas
y adentro
afuera
no queda nadie

Marí­a Tabares




Duelo 

Obligada quedó al silencio de los ojos.
Una hoguera evaporó con su fuego
el agua que anidaba entre los cuencos
antes de derramarse en sal que sana. 

Ella invoca de nuevo las palabras como espadas
abre la herida, otra vez,
busca no dejar nada suspendido
desvestirse de añoranzas.
Negada en su ser, su identidad,
monumentales bibliotecas de prejuicios salieron de la boca del amante
como papel que atizaba el fuego, quemaron su piel,
adelgazaron el metal y lo afilaron, hirieron las manos,
creyendo la cabeza cortaron el corazón
y su sangre -dulce entre su rí­o-
rodó expuesta sin compasión sobre las calles. 

Cruel fue con ella este espejismo.
Cruel, como el amor de Narciso y de Otelo.
Cruel, como el amor del tuerto que mutila todo lo que mira.
Cruel, como el amor del sordo que incapaz de escuchar un canto
en ataques de ira todo lo destroza.
Cruel, como el amor de aquel que sólo puede valorar a una Eva igual a su costilla.

Marí­a Tabares




Inspiración 

La poesí­a no irá
ni más lejos ni más hondo
que yo misma. 

Atrapada
dentro de esta jaula
al diario mirar que son mis ojos
al diario pensar que ocupa
todas las horas de mis dí­as 

atrapada
a estos dedos solo superficie
sin vislumbrar el fondo
ni al pez ciego
luminoso entre lo oscuro. 

Pobre poesí­a mí­a
pobre
sobreviviente parásita
asida a mis costillas
sin poder plantarse
tierra adentro
colgarse del sol
o del ala de un pájaro. 

Amarrada en esta piel
a esta carne
a estos huesos.

Marí­a Tabares




Los peces vuelan
sus alas expanden
cierran
hacen giros
se deslizan
en picada
caen
caen
en el agua
y sus honduras. 

A veces uno de ellos
vuela
se eleva
se eleva
las alas extendidas
tensas
(la boca llena de barro) 

Salta 

y muere
ahogado de cielo
sobre la superficie del estanque.

Marí­a Tabares




Yo soy la casa.
En mí­ suenan los platos y los vasos,
un insomne da vueltas en la cama,
el gato duerme.
Soy las descoloridas paredes
y el tapete rojo escondite
del polvo.
También la luz.
También la puerta cerrada.

Marí­a Tabares













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