Nelson Romero Guzmán

Centinela
                                                           
 A Horacio Benavides 

Un gato en mi escritura no me deja escribir. Le lanzo tres versos para espantarlo, pero él los desescribe en perfectos arañazos. 

Es más que una escritura negra, llena de pelos, con los ojos del iluminado. Cuando en la casa huele a infierno, es porque el gato ya empieza a escribir, lo sé cuando se ovilla a las palabras que no permitirá que nadie escriba, porque pertenecen al mundo de sus propios misterios. Sabe, más que los críticos, que la escritura es un robo despiadado. Si el gato no se ovillara así, moriría en puros huesos. Alumbraría. 

En mi escritura el gato es un centinela, se arquea furioso en la puerta del infierno. Sólo aguardo a que el sueño lo venza, es el único instante en que puedo ser yo mismo y no debo malograrlo. Sin hacerle ruido escribo, aunque el gato tiene el poder de soñar con los plagios. Pero esta vez parece que no ha soñado, su mente está en blanco, el blanco más perfecto para la escritura. 

En lo más blanco ronronean estos versos, 

Si el gato despertara en este instante, podría asesinarme.

Nelson Romero Guzmán




"Descubrir a tiempo la capacidad y el talento que cada uno tiene, no importa cuál sea. Lo pequeño y lo grande está en nosotros mismos, somos dueños de nuestras propias oportunidades, por eso hay que atenderlas a tiempo. No nos abandonemos a lo fácil, debemos ser muy exigentes."

Nelson Romero Guzmán




Miniatura del universo 

Los erizos son obras monumentales de la naturaleza,
No se dejan rodear.
Tienen fe en la aniquilación completa de las puntas hacia
                                                                                         afuera. 

Cada vez que el erizo se mueve
Algo terrible pasa.
Hacia adentro de las puntas el erizo no es culpable,
Lo habita una paz profunda,
Quizá el imperturbable Dios.

Nelson Romero Guzmán




Para una iniciación 

¿Quién no hubiera querido ser la mano de Van Gogh? Estos poemas quisieran, por lo menos, revelar al lector los secretos de su oreja mutilada. Por ahora sueño que estoy sentado sobre la silla que dibujó, y que él viene; viene bajo el cielo de Arles, se me acerca y desenrolla un lienzo transparente a través del cual puedo mirar unas campesinas barriendo en los patios de su infancia. 

Más allá, veo sembradores de patatas, y los cuervos sobrevolando trigales por cielos de eternidad. Pero cuando voy a entrar a una casa que me ha dibujado, despierto asomándome por ventanas solares. Antes, el pintor me ha pedido que le lleve a Théo una carta.

Nelson Romero Guzmán




"Soy un agradecido con mi pueblo, Ataco. Por sus calles y sus veredas se metió mi espíritu. Fue una infancia a pie limpio y de pantalón corto, como el Renacuajo Paseador; pesqué y nadé en el río Saldaña, bajé en las balsas cargadas de plátano comandadas por ese boga que fue mi padre; jugué trompo y canicas y cargué leña en esas calles polvorientas. Diera todo por retornar a ese primer mundo."

Nelson Romero Guzmán




Súplica a Julio Cortázar

Julio, es hora de que me vendas o intercambiemos
El poema donde aparece tu firma, el titulado “El encubridor”,
El que dice de un hombre
Que salió del país por “miedo del queso con ratón”.
Ese poema es mío y tú me lo robaste.
Y aunque hayas agregado en él
Que “un mismo espejo es todos los espejos”,
Con eso quieres encubrir el robo que me hiciste.
Devuélvemelo entero, no es justo
Que yo, y toda una generación, estemos en el anonimato
por tu culpa.​

La mañana antes de yo escribirlo
Salía de Colombia, todo porque en la casa
Tuve miedo del queso con ratón,
Fue el ratón más cruel de nuestra historia.
Quise encubrir con esa metáfora la violencia y el hambre.
Pero tú te apoderaste de él por un descuido mío
Cuando lo abandoné en un café del centro de Buenos Aires.
Ese poema yo lo comencé así:​

Ese que sale de su país porque tiene miedo,
no sabe de qué,
miedo del queso con ratón,
de la cuerda entre los locos,
de la espuma en la sopa.​

Y tuviste el descaro de poner “Julio Cortázar” al final.
Lo escribí esa mañana porque en Colombia teníamos tanto miedo
Que veíamos espuma en la sopa y a hombres con una cuerda en la mano.
Tú nunca has tenido miedo, ni de tus propios bestiarios.
Devuélvemelo en intercambio por unas zapatillas rojas que te hacen bien al frío, ché,
Las usó James Joyce mientras escribía su Ulises.
Además yo lo escribí calzado con esas mismas zapatillas.
Es hora de que borres tu firma debajo de ese poema,
Si yo tuve miedo, tú sí deberías sentir mucha vergüenza del queso con ratón.

Nelson Romero Guzmán



Tinta de escarabajo 

El escarabajo huye de mi pluma. Mientras vaya redondeando materia pestilente, el insecto no se deja escribir. 

Un gran escarabajo hizo la redondez achatada de este planeta, gracias al poder de su imperfección. Cuando el escarabajo se cansa de redondear la materia, se escarabaja, y sueña. Deja de ser escarabajo.

El pequeño Larousse informa en sentido figurado: escarabajear es escribir haciendo escarabajos. Yo escribo escarabajos, y cuando también me canso de redondear mi propio excremento, me escarabajo, sueño. 

Escribo en una escalera, el abismo es insecto coleóptero. La tinta de mi pluma no le huye, ni se acuesta a esperar que el ángel del abismo le quite el peldaño. El escarabajo anda con su mundo bajo el vientre, no vaya a ser que le arrebaten el planeta. Poseo el oficio exquisito del insecto en mi mano: hacer redonda, aunque por un instante, la dicha invisible de una materia inútil.

Nelson Romero Guzmán














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