Odymar Varela

 ¿Qué pasado nos separa?

                                                            Parece, mar, que luchas
                                                            -¡oh desorden sin fin, hierro incesante!-
                                                            por encontrarte o porque yo te encuentre.
                                                            Juan R. Jiménez 

Sabes que no me gusta el mar, lo sabes perfectamente. No es porque no sepa nadar, no, no es nada de eso. Es porque siempre me pareció cruel. El sistema de mareas: bajamar, pleamar. Las olas, la espuma. Hay algo de cruel en todo ese ciclo, en toda esa repetición.

El mar siempre devuelve a la orilla cachivaches desagradables que la gente ya no quiere: un sillí­n oxidado de bicicleta vieja, latas de leche condensada, zapatos sin cordones, cordones sin zapatos, llantas, plásticos, radios inservibles. O esos cadáveres que se perdieron mar adentro y que vuelven semanas más tarde, hinchados, picoteados por las gaviotas, cuando ya nadie los echa de menos porque hasta a la pérdida se acostumbra uno. 

Por eso no me gusta el mar, porque es igual que la memoria. Termina escupiéndote a la cara todo aquello de lo que quisiste deshacerte un dí­a.

Odymar Varela



En mi casa hay una silla vací­a 

Esto es lo que queda del polvo
por eso, no duele al caer
por eso, no sabí­a distinguir
tu aliento, del aire.
Por eso, los dientes manchados
en el pecho de la almohada
tu vida despidiéndose
del pulmón izquierdo.
La distancia era eso
todo un cielo sobre el suelo
todos los dí­as con un nido en la cabeza.
Los guantes de látex
y volar, con el ojo cerrado
el pecho en picado.
Para los pies de la cama
no hay nada
solo un libro
y hojas que arden.
Eso era
sentirse terriblemente horizontal
y sin rostro.
Si, esto es lo que queda del polvo
tu boca que asoma
de la boca de un horno.

Odymar Varela




Mar

El mar continúa siendo un sujeto
lleno de dudas y de sal. 

En él fallecen marinos
seres que desconocen su existencia
conserva canciones clandestinas
de sirenas.
No existen referencias de lo contrario. 

El mar nos transparenta
con la muerte.
No hay trayecto que devore
los recuerdos
no hay artefacto triturador
de osamentas sin dolor. 

Todo es dolencia
             la noche
             las sombras
             la mano
que desconozco tanto. 

Comienzan a derribar los primeros escombros
cortados con las uñas de los ojos.
La arena que se filtra
de los sueños se hace polvo. 

No hay más baile
             que tus ojos
apostados en la camisa. 

Ya no seré de nadie
             ni tú de nadie.

Todo es arcaico
             y la despedida se nos hace
una inservible libertad.

Odymar Varela




Mis cosas 

He regresado a la habitación de los ecos.
Mi espalda se ha vuelto cuadro, jardí­n, profundidad.
Cada objeto exhibe la huella de un algo impreciso
que en la memoria se tiñe de luz. Medallas, libros,
extraños suvenires que alguna vez tuvieron vida,
dibujos, hojas sueltas, versos y escritos
que languidecen junto al cajón blanco,
las fotografí­as que nunca enmarqué y que ahora
son la palpable seña de una destrucción programada.
Todo persiste en su obstinación de muerte. Mientras
busco entre las ropas lo que mi corazón olvidó
suenan cerca
otras voces, otros silencios, otros pasos sin futuro
que no reconozco.

Odymar Varela



























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