Ramón J. Sender

"Aceptó ella a regañadientes, aunque salió todavía con su amante disfrazado de lacayo. Pero al llegar a Koenisberg les alcanzó un correo con órdenes urgentes de Francia para que el marqués se incorporara a su regimiento. Y el pobre Frégeville partió desconsolado. Ella no volvió a saber más de él, pero tenía sospechas de que había sido guillotinado en París.
Después de algunos años de aburrimiento en Riga (parece que fue entonces cuando el frailecito estuvo a punto de ver representado su drama) la baronesa se fue a Berlín. Era la época del triunfo definitivo del romanticismo. Desde su cátedra de Jena exponía Fichte su sistema de idealismo radical exaltando el espíritu (el Logos superior de Filón de Alejandría) como creador de todos los valores. Cuando Augusto Guillermo Schlegel se le incorporó, con Tieck y Novalis, una nueva era se abrió para el pensamiento alemán y europeo.
Como suele suceder, los enemigos de la revolución francesa se sintieron influidos por ella y entre la emigración aristocrática los libros de Rousseau y de Saint-Pierre hacían furor. La baronesa se encontraba en medio de aquellas corrientes muy a su sabor y buscaba por sí misma una salida que la satisficiera y la librara de alguna manera de la esclavitud de la pasión y de la angustia, de la falta de plenitud y de cumplimiento.
En 1794 estaba otra vez en Riga donde resistió dos años sumida en la oscuridad de la muerte de algunos parientes —entre ellos su padre— y leyendo a los místicos rusos y a los idealistas germanos. En 1796 volvió a Alemania esclava de una pasión arrolladora por Jean-Paul Richter. «No te hagas ver por ninguna mujer —decía a su nuevo amor— porque todas las que te vean y, sobre todo, te oigan, querrán morir por ti». Era el escritor que volvió loca a una generación de hembras exaltadas. La exaltación de las alemanas es una especie de misticismo de la carne que hace o puede hacer estragos. Pero en definitiva una cierta armonía interior de fondo pagano las salva. A fuerza de hacer el amor alcanzan los últimos linderos de todo amor posible y al otro lado ven el paisaje opuesto: la muerte, llena de mitos y de ritos compensadores.
Parece que allí quería llegar el frailecito cuando se había propuesto pintarla como Nuestra Señora de la Santa Alianza. Entretanto, y mientras aquel momento llegaba, la figura de la baronesa iba estructurándose como un feto en el vientre de la madre. Aquel feto en el lienzo del fraile a veces era repugnante, pero sólo sentía la repugnancia ella y no el emperador.
Cuando Valérie se fatigó de «posar» el pintor le dijo que podía marcharse si quería, aunque él se quedaría trabajando.
Y le pidió que al día siguiente volviera."

Ramón J. Sender
El pez de oro


"Cincuenta y un años repitiendo aquellas oraciones habían creado un automatismo que le permitía poner el pensamiento en otra parte sin dejar de rezar."

Ramón José Sender

"Cuando hubo colgado suspiró confuso y se dijo que las cosas le empujaban en la dirección de un misterio nuevo. Suele ser así siempre. ¿No es la vida entera un solo misterio siempre nuevo? La tierra avanza a velocidades fabulosas por un espacio siempre nuevo y siempre desconocido. ¿No será lo mismo en todos los niveles de la realidad? Aquella mañana, antes del mediodía, recibió un paquete (no por correo sino por continental exprés). No era libro ni orquídea, sino una lámpara de noche adaptable a la cabecera de la cama para leer acostado. Una lámpara que se podía acomodar fácilmente (con cuello de oca) al dorso de la cabecera. La ventaja de aquella lámpara consistía en que tenía un dispositivo para no molestar con la luz a la compañera de lecho si ella prefería dormir. ¿Qué compañera? Él no la tenía. Y miraba la muñeca rota."

Ramón José Sender
En la vida de Ignacio Morel


“Desde la época de Larra hasta la muerte de Azorín, el último de la generación del 98, todos se consideraban sobrehumanos, divinos, trascendentes. Con nosotros ha desaparecido todo eso.”


Ramón J. Sender




"El Careto trataba de hacer las cosas más verosímiles, porque a veces los idiotas tienen vislumbres de buen sentido. El Cinturita iba a buscar el resto del dinero. Y el Careto volvía a quedarse solo. Escondió los billetes dentro de la choza y volvió a salir. «Más de otro tanto», se repetía. Era el poder. «Conseguir el oro o destruirlo.» Destruirlo representaba la desesperación. Pero él no estaba desesperado. Sonreía: «Siempre había pensado yo que esto del dinero no podía llegar en mi caso por vías regulares. Soy demasiado inteligente para entrar en el plano de la ganancia progresiva. No pueden entrar en eso los subdotados, pero tampoco los hombres demasiado inteligentes. A mí tenía que llegarme el dinero de una manera irregular.» Y allí estaba. Se lo daba un idiota. ¡Qué sarcasmo contra su destino de hombre que rodaba por un mundo donde todos jugaban a los justicias y ladrones! Pero aquello le creaba problemas. Primero la conservación del dinero. ¿Sería eso posible sin suprimir al Cinturita? Y si había que suprimirlo, ¿se podía hacerlo «correctamente»? El mar estaba cerca. Miró a su derecha. Por la ventana de la parte trasera de la casa del Eminencias asomaba la mano de la leprosa soltando papelitos en el aire. La brisa jugaba dulcemente con ellos. El Careto se decía: «Si suprimo al Cinturita debo tener presente que desde esa casa lo ven venir a la mía, que la leprosa está todo el día en la ventana registrando las más pequeñas cosas.» Pero para verlo a él tenía que sacar la cabeza por la ventana, y eso no lo hacía casi nunca. Se tranquilizó. Suprimir al Cinturita era echarles un grumo de sangre a los peces. Por el canal de cinc de la casa del Eminencias cayó el agua sucia que solía caer hacia las nueve. El pájaro de la noche se oía."

Ramón J. Sender
Epitalamio del prieto Trinidad


“El espíritu es la huida. Es allí, en el espíritu del hombre, que el universo actualiza toda su potencia de huida.”

Ramón José Sender


“El mayor de los filtros protectores del hombres es la inteligencia. Su función no es tanto comprender como no comprender demasiado.”

Ramón José Sender


"El pueblo entero estaba callado y sombrío, como una inmensa tumba."

Ramón José Sender




“El que se muere, rico o pobre, siempre está solo aunque vayan los demás a verlo. La vida es así y Dios que la ha hecho sabrá por qué.”

Ramón José Sender



"El terror sobre todo provoca mucho miedo sobre quien lo ha ejercido."

Ramón José Sender


"En aquel momento llegaban de la bahía lamentos que parecían humanos, pero eran de los coyotes que se acercaban al olor de las ballenas muertas. Algunos indios creían que entre aquellos lamentos estaban los de la Llorona.
Porque con las ballenas muertas había un orden de aprovechamiento: primero los hombres, luego los perros sin amo, luego los coyotes. La diferencia entre estos dos últimos era que los perros gruñían y ladraban y los coyotes se lamentaban como almas en pena.
Iba a marcharse Heinde cuando llegó el tío abuelo de Loreta, con sus confusas maneras de hablar. Se veía que había estado bebiendo y en aquellos casos le gustaba recordar tiempos pasados. Sentía una admiración retrospectiva por Fernando de la Toba, militar español que proclamó la independencia de la península en tiempos del emperador Iturbide.
—Fue cuando vinieron los dos barcos con los sabios que tenían órdenes de los reyes francés y español de estudiar el paso de Venus por delante del sol. Y eran dos barcos que se llamaban «Astrolabio» y «Brújula» y era el año de Venus, que se juntaban las ballenas en las arenas del Malarrimo por centenares y allí se casaban y se cubrían para el empreñe y no es porque Fernando de la Toba fuera amigo de mis amigos, que hombre de calidad era y todo lo bueno que se hizo entonces lo hizo él y… bueno, que nadie se lo estimó ni lo tuvo en nada y hasta le quitaron su nombre a los lugares que lo tenían y ahora se me acuerda una historia que la señora madre de Fernando de la Toba me contó siendo yo muy chico y no se me olvida. Este… Hablo de un señor que era condueño de la mina del Boleo y estaba casado y tenía un hijo y una hija los dos chamacos y su señora se murió y, lo que pasa, el viudo se casó con otra señora y ella le dijo: pues si quieres vivir conmigo tienes que llevar a perder a tus hijos en un escampado y un día que te vayas a cazar coyotes te los llevas y te los olvidas. El chamaco lo oyó y le dijo a su hermanita: compra un bote de pasitas de uva y las vas echando por el camino y así sabremos cómo volver. Y el padre los llevó a perder y la niña iba sacando pasitas del bote y echándolas al suelo con disimulo y el padre se los llevó muy lejos y allí los dejó, perdidos, prometiendo que el día que pasara Venus por delante del sol iría a buscarlos. Pero los chamacos no sabían del sol ni de Venus ni de las ciencias del cielo ni de la tierra, por la edad. Y el papá con el apego de la hembra nueva nunca iba a traerlos. Entonces agarra el chamaco y le dice, este, hermanita, ahora sí que estamos perdidos para siempre. ¿Por qué? Porque los pájaros se han comido las pasitas y ora pos ya no vamos a dar con el camino y como no lo había, pos ni modo. Que entonces agarran y se van andando y andando y llegan a una parte que se encontraron con un viejito encogido que llevaba tres perritos que eran angelitos aunque no lo diría nadie por el semblante. Y uno se llamaba el Rompecadenas y otro el Pies Pesados y el otro Pies Ligeros y les servían de guías en el camino y el viejito se desvaneció con una brisita de niebla. Y todos se van y se van y un día que llegan a una parte en donde estaba una palma muy alta y a la chamaca se le antojaron unos cocos y le dice: bueno, hermano, súbete a cortarme aquellos cocos que están arriba porque tengo sed. Y que agarra y se sube el chamaco y cuando estaba arriba la hermanita le dice como burla: eh, que ya no quiero ir contigo, que me voy con los perritos, y así se fue sola y cuando bajó el chamaco ya no estaba. Y la chamaca había caminado mucho con los tres perritos y cuando estaban dentro de un chaparral la niña dijo: Tengo sed y quiero agua. Y había un pozo. Y el perro Rompecadenas habló como persona y dijo: ahí en el pozo hay agua buena, pero abajo está una espantable serpiente con alas y tres lenguas. Y la chamaca miró alrededor y vio atada a un árbol una princesa que estaba esperando a los sabios de las carabelas «Brújula» y «Astrolabio». Y el perrito Rompecadenas dio un estirón y se vio que era una figura como ángel o persona de mérito y la chamaca se espantó y se fue corriendo y el perro fue a buscar al chamaco y le dijo, este, le dijo: allá abajo está la doncella atada al árbol y en el pozo hay una serpiente con alas y tres lenguas y este, bueno, que más vale que vengas conmigo para salvar a la doncella. Y el chamaco, como que estaba conforme bajó y preguntó por su hermana y el perro Rompecadenas le dijo: Un arriero de la casa de Femando de la Toba se la llevó monte arriba. Y el chamaco fue donde el pozo y mató a la serpiente y le cortó las tres lenguas y desató a la princesa y ella corrió a la casa de su padre. Pero lo que pasa, todos le hacían traición al gran caballero que fue don Fernando de la Toba y el arriero que estaba también al servicio de la serpiente del pozo y había atado a la princesa ya había llegado a casa del rey y le dijo: yo solté a la princesa, que la tenía presa la serpiente. Ya debe de estar cerca de tu casa. Y ella apareció y dijo: Aquí estoy. Y el perro Rompecadenas llegó y como tenía habla de persona dijo: No es verdad, que la mató el chamaco perdido adrede por el padre viudo. Y el arriero que no y el perro que sí y el rey dijo, este, pues si el arriero la mató tiene que casarse contigo, hija, que es mi ley. Y la hija: no, papá, que fue un chamaco. Y el perro Rompecadenas se fue corriendo y volvió con el chamaco y con los otros dos perros. Y la princesa dijo: este chamaco fue. Y él traía en la mano las tres lenguas de la serpiente y cuando el rey las vio dijo: que truenen al arriero contra la pared de la misión y que se case mi hija con el chamaco. Y la boda fue muy sonada y la madrina fue la mera Llorona, que iba vestida con su huipil de seda, y el padrino fue."

Ramón J. Sender
El Mechudo y la Llorona


"En la cocina está lo bueno. Yo también sé vivir."

Ramón José Sender


"En Ontiñena el sargento había mostrado su satisfacción por las confesiones de los presos hablando en el patio de la prisión con un guardia y sus palabras fueron oídas por uno de los viejos campesinos que iban a tomar el sol contra el muro del Juzgado. Ese campesino las repitió a sus vecinos y como la noticia llegó a la posada, la recogieron allí los arrieros y el mismo día la divulgaron por Castelnovo. La noticia de que habían confesado el crimen llegó antes de que se celebrara una reunión convocada por los liberales para ayudar a los presos. Al saberla, más de la mitad de los convocados prefirieron quedarse en sus casas. Los otros iban con el disgusto de ir a ocuparse de ayudar a «dos asesinos».
En la reunión, los más decididos estuvieron tratando de atenuar los sufrimientos de aquellos desdichados, pero no acordaban nada concreto. ¿Nombrar un abogado, ir a declarar que Juan y Vicente habían sido dos de los mejores vecinos de la aldea, acusar a los conservadores del pueblo próximo de parcialidad en aquello? Eso era posible, pero a la menor insinuación todos se hacían atrás, con reservas. Era tanto como salir a campo abierto dispuestos a batirse con los poderosos en defensa de dos criminales.
Todos tenían más o menos miedo a llamar sobre sí la atención en aquel triste asunto. En el fondo se avergonzaban de haber contado entre sus amigos a los presos e incluso cuando se pensó en ayudar a sus familias, alguien se adelantó a advertir que no hacía falta ningún plan colectivo, porque ya sabían la mujer de Juan y la de Vicente que encontrarían abiertas las casas de los vecinos.
Así, pues, los liberales salieron de la reunión entre medrosos y evasivos.
El cura de Castelnovo era lo contrario de su colega de nuestro pueblo. Suaves maneras, dulce, con un halo de guedejas blancas alrededor de su cabeza. Era virtuoso (con una virtud humana, limpia y caliente) como el cura de nuestro pueblo, pero su virtud iba envuelta en una especie de languidez monacal. Aquel crimen le ponía en el caso, por primera vez en su vida, de buscar razones en lo político y social, y lo hacía con una torpeza singular. Atribuían a él, a su falta de labor evangelizadora, el hecho de que en las elecciones municipales triunfaran siempre las izquierdas. Don Ricardo había ido a visitarle con su coche Hispano que asustaba a las gallinas y hacía meterse precipitadamente en los portales a los campesinos en las calles estrechas. Iba a decir al cura que si las familias de los dos acusados tenían dificultades, como era probable, los socorriera él en su nombre. Ya le diría después los desembolsos que había hecho, para reintegrárselos. Don Ricardo nunca decía «devolver» sino «reintegrar». Llegó a insinuar que como la mujer de Vicente era hornera, quizá pudiera ofrecerle una plaza en el homo que allí mismo, en Castelnovo, tenía para las peonadas del verano. Durante la siega funcionaba día y noche."

Ramón J. Sender
El lugar de un hombre


"Entonces mi cuerpo irradia y los reflejos que produce alrededor, cerca de mí, son verdaderas satisfacciones para mi amor propio. Son lo que yo llamaría acción refleja, es decir, no directa, sino más bien derivada. Pero no es usted del todo exacto, porque tampoco soy varón con faldas o pantalones. Soy sexless, como suele decir la gente más arriba del río Bravo. Eso del sexo lo dejamos para los pobres hombres de la tierra que no tienen otra cosa. Y que con el sexo arman los grandes laberintos y todo lo involucran. Pero debo advertirle algo seriamente. Los toltecas se equivocaban en esta materia del Sol que baja a los poblados. Es pura superstición. El Sol está siempre en lo alto, fiel a su órbita dentro de la vía Láctea, como la vía Láctea es fiel a la suya en el universo y éste sigue leal a su órbita propia en el pluriverso y este pluriverso busca la manera de hacerse una órbita nueva y definitiva tal vez en las fronteras del eterno caos. ¿No es eso? Pero el Sol tiene hijos. Cada ser vivo en este planeta es hijo del Sol y los más conscientes de ellos nos convertimos tarde o temprano en una especie de delegados. Usted está en libertad de creerlo o no, pero por ahora le diré que, aparte de los mexicanos, que son por decirlo así los hijos predilectos del Sol, los griegos le proporcionamos al Sol los mejores delegados aquí en la tierra. Unos nos llaman microzeus o microteos y también heliomegas, no de mega, grande, sino de omega, es decir, la letra del alfabeto redonda como el sol. Bueno, frivolidades; aunque al lado del tema solar todo parece trivial. Ahora dígame el tercer verso si lo tiene a bien. (Yo recité:… quizá lleva debajo su calzón). Y sin quizá. Lo llevo. Debajo de estos harapos llevo mi traje de buen burgués acomodado. Los harapos no definen nada. Eso es igual y yo lo llevo porque durante el día me gusta ir y venir como uno más entre la gente, usted sabe, aunque no sea yo exactamente como los otros. ¿Ve usted que vendo lotería? Es uno de mis pequeños trucos. El Sol reparte la salud y las venturas. El dinero es el agente moderno de la salud y las venturas, ¿no cree usted? Bien, ya reparto dinero. ¿No quiere usted comprar lotería? ¿Cómo dice? ¿Me compra toda la lotería que llevo? Tanto mejor, porque así me evita ir a liquidar a la expendeduría. Además, estoy seguro de que va a obtener usted algún premio, de veras. En general el dinero va a donde hay dinero y ustedes son gente adinerada. No proteste, señor Ramírez; yo sé que no es necesario ser rico, es decir, tener caudales guardados, para vivir como un rico. Si viene usted mañana aquí le diré algo más interesante, le diré por qué teniendo mi tienda próspera de vidrios me visto como usted ve y salgo de noche a vender lotería. ¿O se lo he dicho ya? No del todo. Yo puedo influir en la suerte y realmente dar dinero a través de estas tiras de papel. Pero, en fin, no digo más por ahora. Usted venga mañana a este mismo lugar a la misma hora. ¿Oye? No, no crea que vaya a hacerle revelaciones sensacionales, aunque en definitiva sensacional es cualquier clase de verdad relacionada con el Sol. Yo le diré cosas simples, pero al mismo tiempo originales y nuevas. ¿Por qué voy a decírselo a usted y no lo he dicho antes a nadie? Ah, también eso requiere una explicación, pero no esta noche, por favor. Dejémoslo para mañana. ¿Le parece? Váyase con sus billetes de lotería y vuelva mañana. Por hoy ya basta. También mañana acabará de recitar su poema, si lo tiene a bien."

Ramón J. Sender
El extraño señor Photynos


"Era viejo, y estaba llegando a esa edad en la que la sal ha perdido su sabor."

Ramón José Sender



"Es verdad que estoy un poco en el limbo, un limbo neutro y propicio donde nada interfiere en mi necesidad de expresarme. Aunque a lo largo de los caminos no tenga a veces con quien hablar. Porque Karbo cultiva el silencio como un rito propiciador del kharma. Este limbo no me serviría para nada sin embargo, si mi recuerdo no estuviera lleno de substancia trágica (la decapitación de mi padre), dramática (el encarcelamiento en un impace subterráneo de todos los sirvientes nuestros menos Karbo), cómica (aquella anciana que insultaba al sheick Abdelazid llamándolo puercoespín de Capadocia) etcétera. En este etcétera podemos poner todo lo que queramos, seguros de acertar si no se trata de indignidades físicas o de aberraciones, de las que no hay nada en mi vida a pesar de ser yo un hombre capaz de comprenderlo todo. Por eso los árabes me resultan insufribles.
Comprendo todas las cosas (las mayores miserias imaginables, de verdad) aunque comprendidas y todo no las disculpo. Esto sería otra cosa. A Karbo le pasa lo mismo aunque a medida que se acostumbra al vino parece menos estricto.
Hay cosas que no se deben ni se pueden tratar de disculpar. El orden de la creación de Dios lo exige así. Yo creo en ese orden. Por ejemplo, asesinar al padre de una virgen con tres colmenas de abejas es de veras legítimo. Ellas son parte de Yama, Señor de la Muerte, y su decisión es sagrada. Las palabras nominativas formadas por cuatro letras como Zeus, Yama, la latina Apis aluden al tetragrammaton y eso quiere decir algo para nosotros.
Al norte de Bombay comienzan las influencias de Occidente por el lado religioso. Van apareciendo algunas misiones de santo Tomás, de san Juan evangelista cuyo cuerpo sepultado en mármoles produce maná en los días de la Pascua. Un maná parecido a la miel.
Esas misiones están más al interior y los musulmanes las respetan. Las que fueron fundadas en lugares pacíficos de la costa hindú tienen un aspecto acogedor e idílico. Las que se levantaron en lugares inseguros hacia el interior participan de la severidad almenada de las fortalezas militares. Hay algo en ellas de fortín. También hay algunas misiones más al norte y entre ellas la de san Jorge y el dragón que son la misma alegoría de Bellerofón y la Chimera tal como la veneran en la Última Hesperia."

Ramón J. Sender
El oso malayo


"Escuchaba todo aquello Túpac Amaru diciéndose: «Lástima que mi esposa no haya venido conmigo esta noche. La tristeza del Manchay-Puito habría sido más sabrosa».
Porque toda la gente que vive en las montañas sabe —mejor que la del llano— que hay tristezas sabrosas. Todos menos los españoles que buscan en el catolicismo un gozo a la medida de cada ambición. Una orgía en la que infierno, purgatorio, cielo y limbo andan mezclados. Sólo hubo un católico sin embargo que alcanzara a gozar plenamente de su catolicismo y hacer de él danza y canción: San Francisco de Asís.
El argumento de Ollantay tiene todos los trucos y habilidades de una comedia de capa y espada y alguna resonancia de la tragedia griega, incluidos los coros.
Lo que sucede en Ollantay es lo siguiente:
Un caudillo militar cuyo nombre es el de la tragedia cae en el peligroso atrevimiento de rebelarse contra el Inca. Como no hay argumento teatral posible sin amor, Ollantay se ha enamorado de una princesa que saca del palacio del Cuzco y se lleva a un castillo en el que viven los dos felizmente. Naturalmente el castillo es del Inca y está guarnecido con tropas también desleales al emperador.
El Inca no era tonto. Llamó a un general valiente, Rumiñahui, y le propuso un plan bastante hábil. Fue ese general acusado de haber profanado el santuario de las vírgenes del Sol y sentenciado a recibir azotes en público. Envilecido y castigado (cuya noticia llegó a Ollantay), el valiente Rumiñahui fingió escapar de la corte del Inca y pidió refugio al caudillo rebelde.
Ollantay lo recibió muy contento. El fugitivo era un general de prestigio.
A todo esto los amores de Ollantay y la princesa Inca habían dado fruto: la hermosa Imasumac.
Un día, fingiendo Rumiñahui defender el castillo contra un ataque del Inca, lo que hizo fue entregarlo con todos sus defensores.
La venganza del Inca fue implacable, pero se salvaron la princesa enamorada y su hija Imasumac. Hermosa leyenda, más o menos genuina, es decir, con base más o menos enraizada en la historia. (Más bien menos).
¿Pero a quién le interesa la historicidad de una obra de teatro?
Bajo la presidencia de Túpac Amaru la representación fue transcurriendo felizmente. Lo que le faltaba de artificio profesional lo suplían los improvisados actores con su entusiasmo y con la espontaneidad de sus cantos y danzas. Lo que no podían imaginar era que el final de Ollantay era parecido al que esperaba a Túpac Amaru.
Aunque el caudillo de Tintha no había sido o no creía ser un traidor al emperador español Carlos III. Pensaba en él como en un monarca que quería el bien de los indios y a quien engañaban todos en el Perú, desde el virrey hasta los corregidores y sus más mínimos auxiliares. Al menos eso decía cuando hablaba con mestizos, criollos o españoles.
Las leyes de Indias eran buenas, pero en su cumplimiento se interponían precisamente los que estaban obligados a servir al Rey: chapetones oficiales del virrey, godos aventureros, criollos y muchos sacerdotes simoníacos que se enriquecían obligando a los indios a comprar toda clase de objetos innecesarios: rosarios (cuyo uso ignoraban los indígenas) sin los cuales no les permitían entrar en el templo, y hasta botellines con agua bendita.
Estos hechos eran de conocimiento general y ayudaron a confundir las fronteras que separaban la rebelión india de la oposición que ofrecían al virrey muchos criollos descontentos y cholos, que soñaban con la independencia. (Aunque no con el restablecimiento del imperio del Cuzco).
Durante la representación, Túpac Amaru veía a aquella multitud de indios atentos al espectáculo y felices y pensaba en los de la provincia de Potosí, especialmente en la región de Chayanta que también se llamaba Charcar. Allí tenía Túpac Amaru un lugarteniente inapreciable: Tomás Catari. Vivía Catari en un pueblo llamado San Pedro de Macha y lo mismo que José Gabriel, había denunciado Catari los abusos y los crímenes de los corregidores tomando a veces el partido del Rey español contra sus codiciosos súbditos hasta el extremo de que los administradores de las Cajas Reales de Potosí le había dado la razón en varias ocasiones y llegado en una de ellas, a dictaminar de acuerdo con sus denuncias. Tan justificadas estaban."

Ramón J. Sender
Túpac Amaru



“Estamos protegidos por filtros que atenúan todas las señales que nos llegan del exterior.”

Ramón José Sender


“La conciencia del peligro es ya la mitad de la seguridad y de la salvación.”

Ramón J. Sender


“La emigración ha idealizado un poco en mí las raíces españolas. Por eso a veces me da miedo volver a España, porque estoy enamorado de España como todo español emigrado.”

Ramón J. Sender



"La fe es una función de atavismo que sólo puede ser promovida por lo presencial y lo potencial. Esa sustancia de atavismo, la fe, vive —podríamos decir— regresando de futuras comprobaciones. Todo lo que creemos se demuestra en sí mismo, en nuestra fe, pero será demostrable un día con otros medios que los de la estéril experiencia, y quizá de esa demostración de «un día», que ya no está presente en nuestros ganglios para los que el tiempo no existe, regresa nuestra fe en cada instante. Si se habla de «ver a Dios» para creer en Él, se habla en realidad de matar a Dios —que moriría con nuestra certidumbre—. Cuando una religión llama a Dios «la vida eterna» y dice que ir a Él es ir a la vida, dice una verdad sencilla y total, porque Dios es la vida y no puede dejar de serlo y si pudiéramos comprobarlo no sería ya la vida, porque habríamos experimentado su presencia, lo habríamos incorporado a nuestra diferencia cristalizable, al repertorio de nociones, a la persona y a la muerte misma. Existe porque yo lo creo. Yo sólo puedo creer en lo que formando parte de la realidad anterior (de las realidades de un universo «curvo y finito» en el que somos origen, fin y medio) tiene en ellas su esencia y es parte de la esencia misma del universo. El universo solamente puede pensar en sí mismo lo que «sí mismo» es. Nuestra fe, también. Si nosotros estamos en un universo del que somos origen y fin (lo ideamos y «recreamos») nada de aquello en lo que creemos puede estar fuera de ese universo, porque nuestra facultad de fe no ha nacido independientemente del orden universal, sino como un órgano de percepción de algo que existiendo necesita ser creído. Nada de aquello en lo que creemos puede «no estar», porque nos es imposible a nosotros salirnos del orden del que somos producto."

Ramón J. Sender
La esfera


“La locura, que parece una huida, no es más que una disolución en lo originario, que para el espíritu tiene toda la apariencia de una huida real.”

Ramón José Sender



"La profecía de Wells consistió en decir y publicar en 1927 que pronto habría en Alemania un fuerte movimiento nacionalista de revancha y que la segunda guerra mundial comenzaría en 1939. Las dos cosas fueron verdad. Según Wells, el hombre es un ser violento y maligno que ha avanzado lentamente sobre ríos de sangre y millones de asesinatos. Yo no puedo menos de darle la razón. Los más importantes adelantos de la ciencia se han logrado gracias a dos tremendas guerras devastadoras: aviones, cohetes espaciales, química destructora, la física nuclear. Sin embargo, y por encima de la admiración que siento por Wells, todo eso me da risa, no lo puedo remediar. Sin que yo comparta del todo sus ideas, coincido con él en la perspectiva de un futuro con el planeta entero bajo un solo mando y las naciones todas federadas. Creo que llegará pronto esa federación mundial en la cual habrán desaparecido las naciones políticas tal como existen hoy y se habrán creado otras muchas de carácter tradicionalmente cultural: Bretaña, Provenza, el Piamonte, Galicia, Vasconia (el lado francés y el español, juntos) y la Ucrania rusa o la Silesia alemana o esta misma Andalucía. Será interesante, ¿verdad Nancy? Más que naciones serán zonas culturales. ¿No le parece, duque? El mundo será más atractivo y tal vez nosotros (digo, ella y yo), lo veremos. Lo más curioso es que Wells dice que a esa federación mundial precederá un largo período de crímenes internacionales. El mundo entero (decía) será víctima de grandes corporaciones o mafias que explotarán los vicios y llevarán a cabo su política sobre la base del asesinato y otras cosas no menos salvajes. Ya estamos viendo cómo se descubren cada día empresas que explotan el opio y sus derivados, bandas de ladrones internacionales a mano armada (por medio de aviones desviados de sus rutas), o asesinatos en masa (Múnich), o secuestros de grandes industriales en Sudamérica o en Europa. A mí todo eso me divierte y es también una profecía de Wells que se está cumpliendo. Llega a hablar Wells de una era de caminos desiertos por el pánico de los viajeros, bancos fortificados como blocaus de guerra en las ciudades, hogares con trincheras alrededor y barricadas cerrando o abriendo el acceso a los edificios públicos. Espero que viviré bastante para gozar de todo eso."

Ramón J. Sender
Nancy y el bato loco


"La rana o sapo fue sorprendido por la culebra cuando quería comerse alguna alimaña pequeña, pero lo culebra fue sorprendida cuando acababa de comerse al sapo. Y el cocodrilo fue cazado y muerto cuando acababa de tragarse a la culebra. Ahora el hombre era el último peldaño de aquella curiosa relación de fracasos y victorias. La tragedia de un ser era la victoria de otro. Así son todas las demás cosas del mundo -se decía Lope, con ánimo ligero- y hay que andar alerta y madrugar.
(...)
Se dolía de la suerte de aquellas lejanas mariposas que ponían en el aire un inmenso reflejo flotante y que hacían que las brisas cambiaran de color. Seguramente habían salido de la otra orilla empujadas por algún céfiro y contaban llegar al otro lado, pero perdieron la brisa al llegar a la mitad del camino y no podían más. La nube luminosa fue bajando y por fin la mayor parte cayó al agua. Iban las mariposas tan cerca unas de otras que el río, en un espacio de más de mil quinientas varas, cambió de color y parecía que habían puesto sobre él un tapiz de seda."

Ramón J. Sender
La aventura equinocial de Lope de Aguirre


“La realidad está llena de falsedades que hay que saber calibrar y evitar , o bien… vigorizar hasta hacerlas verosímiles. Nuestra tarea es hacer verosímil la realidad.”

Ramón J. Sender



“La televisión es una hija del cine que le ha salido disipada y de malas costumbres.”

Ramón J. Sender



“La tragedia de un ser era la victoria de otro. Así son todas las demás cosas del mundo -se decía Lope, con ánimo ligero- y hay que andar alerta y madrugar.”

Ramón José Sender


"Le habló de la esplendida información que su compañero el corresponsal de París había enviado sobre la Comuna. El espíritu de emulación profesional se despertó en el periodista y poco a poco fue confiándose. Al final salía con la impresión de que la revolución española era complejísima. Necesitaría un año por lo menos para llegar a conocerla bien. Pidió a Mister Witt que le escribiera sus impresiones, y el ingeniero le hizo comprender que su situación social le impedía intervenir en aquello. Lo envió otra vez al cónsul, quien estaba informado “como el que más”. Y al mismo tiempo Mister Witt se proponía para sus adentros invitar al cónsul a cenar con él a menudo. Quería controlar la información del Times, indirectamente, si le era posible.
En el vestíbulo Mister Witt recordó que debía presentar a Milagritos. La costumbre española de separar a la mujer de los negocios de los hombres le hacía olvidar a veces aquellas fórmulas de su país. Fue a llamarla y la encontró escuchando a la vuelta del pasillo. Milagritos se inquietaba pensando qué podría ocurrir en aquella conferencia tan larga. La presentó al reportero que la besó la mano. Mister Witt vio a Milagritos comprobar de una rápida ojeada la fortaleza física del extranjero, dominar de una sola mirada todo el panorama físico del hombre. Era un hábito de los instintos en el que no había impudicia, sino quizá un atavismo. El mismo atavismo —muy atenuado— que lleva a algunos hombres a resolver con el robo o el homicidio sus dificultades sociales. Pero sonreía con una finura exquisita. Mister Witt también sonreía. El periodista no sonreía menos. La expresión que estaba más por encima de esas sonrisas de vestíbulo era la de Milagritos. A veces encontraba Mister Witt a su mujer rasgos de una distinción inesperada. Aquella actitud no hubiera podido aprenderla en ninguno de los colegios de la aristocracia inglesa. Y Milagritos la había aprendido en la calle. El periodista se inclinó por última vez, y Mister Witt vio en la sonrisa de su mujer cómo se acusaba la barbilla de jaspe y asomaban los dientes apretados con una expresión sensual. “Es la primavera”."

Ramón J. Sender
Mr. Witt en el Cantón



"Le preguntó si había estado en la casa de Dios. - Mire, Mosén Millán. Si aquello es la casa de Dios, yo no merezco estar allí, y si no lo es, ¿Para qué?"


Ramón José Sender


“Los chicos y los animales quieren a quien los quiere.”

Ramón J. Sender



“… lo más probable cuando una persona tiene síntomas de enfermedad es que se halle enferma y que si no los tiene está sana.”

Ramón J. Sender
En la vida de Ignacio Morel, 1969



"Lo que hicieron los hombres, los hombres lo deshacen."

Ramón José Sender


"Los chicos y los animales quieren a quien los quiere."

Ramón José Sender


"Los curas son la gente que se toma más trabajo en el mundo para no trabajar."

Ramón José Sender



"Los curas son las únicas personas a quienes todo el mundo llama padre, menos sus hijos, que los llaman tíos."

Ramón José Sender

  
“Matar a un hombre no es ofenderlo. La muerte la lleva todo el mundo en la sangre desde que nace. Lo único que hacemos es adelantarle la fecha a nuestro enemigo para impedir que él haga lo mismo con uno.”

Ramón José Sender
El bandido adolescente


"Mucha gente confunde el estilo con el amaneramiento. Lo que algunos académicos Hainan voluntad de estilo, es afectación (ganas de impresionar con trucos y morisquetas). No consiste el estilo en la voluntad de aparentar, sino en el conjunto de reacciones interiores que, ligadas a la fatalidad del ser, se manifiestan en una forma de expresión lo más espontanea posible. El estilo una vez más es el hombre."

Ramón José Sender



“Nadie hace nada en la vida si no llega a hacer uso discreto y natural de ese frío y trascendente egoísmo que es el origen y la fuente misma de lo sobrenatural.”

Ramón J. Sender
En la vida de Ignacio Morel, 1969



“No hay que dejar que la vida juegue con nosotros. Hay que adelantarse a jugar con la vida.”

Ramón J. Sender
En la vida de Ignacio Morel, 1969



"Patricia no piensa casarse nunca conmigo para molestar así a su madre —a quien por ese hecho, como he dicho otras veces, pone fama de infiel y doble adúltera— y para mantener en mi padre la duda sobre nuestra relación incestuosa.
¡Desdichada Güeny, esposa putesca y emputecida de Davidson, mi padre! En cuanto a este, al nacer me puso Cristóbal, pero todos me llaman Cristóforo porque es lo que se suele llamar aquí a los Cristóbales. De ahí Cristóforo Columbus. Y mi padre sólo ha visto a Adela, una o dos veces, con una indiferencia de comerciante. Porque dijo: «La piel de esos animales es buena, pero no vale nada al lado del petit-gris de sus hermanos de la Siberia rusa, de donde vienen los gabanes de lujo». En cuanto a Colón, lo llamaron Cristóforo porque llevó a Cristo a las Américas. Creo que lo dije ya antes.
Lo peor del caso es que la señora del poodle apareció estando yo en el parque esperando a Adela. Llevaba un gabán de pieles de petit-gris —hacía fresco— y traía, como siempre, a su perro, que iba orinando al pie de cada árbol.
Yo no decía nada, pero ella se adelantó a hablar. Y dijo que había leído en una enciclopedia cosas sobre las ardillas que yo ignoraba y que debía enterarme antes de formar juicio. Sacó un papel y leyó solemnemente como si estuviera en una convención política: «He aquí algunos argumentos en contra de esos roedores que son sólo ratas con cola larga: causan en los bosques bastantes perjuicios: comen las semillas, destruyen los retoños, roen la corteza de los árboles jóvenes, si en la cercanía hay plantaciones de árboles frutales se dirigen a ellas durante la noche para robar los frutos. Y no por los frutos mismos, cuya pulpa desdeñan y arrojan al suelo, sino para llegar a las semillas que tienen las proteínas que buscan. Sus enemigos principales son el perro llamado ardero y la marta, pero los persiguen también otros animales carniceros de pequeña talla y muchas aves de presa y rapiña».
Aquí la dama alzó la voz para molestarme, y siguió leyendo con más énfasis: «El hombre las persigue también matándolas a tiros o cogiendo vivos los pequeñuelos para enjaularlos». Luego me miró intrépidamente y preguntó:
—¿Qué le pasa?
—¿Por qué no sigue leyendo? Yo sé muy bien lo que viene detrás de esas palabras. Dice que las ardillas se encariñan con el hombre que las trata amistosamente, lo conocen y distinguen entre los demás, acuden cuando las llaman por su nombre y son encantadoras de gestos y también inteligentísimas. Todo eso dicen las enciclopedias, pero usted prefiere callárselo.
Seguía ella en silencio —más por indignación muda que por aquiescencia— y yo miraba su gabán, del que parecía orgullosa. Por si había alguna duda me dijo, altanera:
—Sí, este gabán que está usted mirando es de piel de ardilla.
Suponiendo que ella es conservadora —por sus riquezas— yo le dije:
—Usted está ayudando a un país ateo y comunista.
—¿Yo?
—Ese petit-gris está fabricado con las pieles de las ardillas de la Siberia oriental, cuyo mercado enriquece a los comunistas rusos. Así usted conspira contra el régimen de su patria americana. A no ser —añadí benévolo y maligno— que sea un petit-gris falso, porque suelen imitarlo con pieles de conejo."

Ramón J. Sender
Adela y yo


"Pensando en esas cosas pasó Simeón la noche.
Al amanecer llegaron a Gallípoli. Fueron recibidos con alegría. Las galeras de Aonés recordaron a todos la muerte del almirante asesinado el mismo día que Roger. Encontró la princesa muy disminuida la plaza en tropa y población. Sólo se veían mujeres y viejos.
Al día siguiente María escribió una carta a su madre que decía: “Te escribo otra vez desde Gallípoli después de las victorias de Tracia. Toda la provincia es ahora húmeda, florida y de nadie. Digo de nadie porque los catalanes no la quieren. La dominan, la castigan y la abandonan como si Tracia fuera una mujer. Estoy en Gallípoli al lado de la gran ventana del torreón que da a Occidente, es decir a Tesalónica. El sol es fresco y en el cielo hay un manojito de nubes rizadas. Alrededor hay docenas de pájaros que saltan con un ala tronchada sobre la sangre. Pero eso no es nada. Yo estoy en Gallípoli y sé que los nuestros van a la zaga de los alanos y masagetas a cortarles el camino. Se juntaron los dos capitanes Arenós y Rocafort y te digo que aunque son pocos no hay quien pueda con ellos si se ponen de acuerdo y acometen una misma empresa.
"Arenos está enamorado de mí, pero tiene miedo. Me tiene miedo a mí, y tal vez a sí mismo, que lo veo en sus ojos. Yo, en cambio, espero a Berenguer. Aunque está lejos volverá porque habíamos dejado una entrevista pendiente. Una invitación mía. No sé si Berenguer puede amar todavía a alguien. Aunque con distintos ojos y disposición, Berenguer, lo mismo que el César, mi marido, veían más allá de las cosas que miraban. A veces, viendo que Berenguer no regresa, lo odio. No puedo evitarlo. Por este odio de su ausencia sé muy bien que puedo quererlo un día.
”Y ese amor y ese odio tienen poder a distancia, como Olga me ha dicho algunas veces. No sé si creerlo. Me gustaría creerlo.
"Entretanto, escudriño buscando la raíz del esfuerzo de estos hombres para acabar de entenderlos. Te digo que no hay manera. Sé lo que es su odio. Su amor todavía no lo entiendo. Pero es lo que yo digo: si con el odio pueden hacer tantas cosas (sin contar lo de Rodesto), ¿qué no harían con el amor? Digo, en la vía de la destrucción. Me refiero al gran amor que no tiene nombre. Ya se sabe que el primer estímulo secreto del amor, según me decía Alejo el archimandrita, es hacer el mal. El mal a escondidas y disimulando con los vecinos. Cuando pienso en eso me callo o hablo conmigo misma. Nicodemos abre un poco la boca para atrapar mis palabras, ya que por los oídos no entiende bien.
”El amor que destruye no lo usan, todavía. No tiene nombre ese amor (ni objeto). Pero tiene nombre el daño que podría hacer. Tú lo sabes bien, madre. ¿No es verdad que lo sabes? Aquí sólo lo sabe de veras el prudente Arenós, que a mí me llama brujita de la victoria.
”Estos soldados saben ser ladrones a la hora adecuada —cuando la vendimia— y locos a su tiempo, cuando el amor que tiene nombre nos obliga a nosotras las hembras a pasar delante del espejo después de las doce de la noche. Saben matar y luego sentarse, y beber un trago entre el tumulto de las palomas y la degollación de los inocentes.
”Aquí, en Gallípoli, he hecho traer a mi azotea los bustos de mármol que había en los establos. Son esos bustos que hace cincuenta años quisieron destruir los enemigos de los iconos. Ya están en mi terraza un poco cegados por la luz del sol (antes estaban a oscuras). Envueltos en silencio. Como nadie sabe de dónde les llega ese silencio, dan ganas de rezarles. Y siempre están esperando que yo los mire, esos bustos.
”Todo está bien a mi alrededor, madre, pero a veces me abandono demasiado y tengo miedo de que me sea retirada la confianza. Porque a estos soldados no hay quien los entienda.
"Cuando parecen más sobrenaturales se ponen de pronto a hacer aguas a la vista de los demás. La guerra es la guerra. Cuando me parecen verdaderos cerdos salen con unos rasgos de carácter tan delicados que me quedo sin aliento.
"Hasta ahora ese aliento mío no se lo he dado a nadie. No soy quién para ofrecerlo nadie, porque sería como sacarlo al mercado público, lo que sólo se puede hacer cuando hemos pasado ya el equinoccio de la vida. A mí me falta mucho. Los catalanes de Gallípoli (heridos o viejos para la guerra) discuten con sus mujeres y las llaman putas. Siempre que riñen las llaman así. Después me miran a mí y se quitan la gorra. Otros, como Rocafort, han abierto zanjas delante de mí y las han cubierto con ramilla delgada y con rosas, igual que cuando cazan al inocente tigre.
”Pero no he peleado con nadie, ni siquiera con Rocafort. Quise darle con una daga en el pecho, pero eso es otra cosa. Eso es digno de ti y de mí, creo yo.
”Ya se sabe. Desde que nació cada cual hasta que comprobó, turbado, la idea de haber nacido —el último día—, todos dicen lo mismo: Aquí estoy. Yo también. Tú también, madre: aquí estamos. Otros dicen: Ya he venido. Y entonces la miran a una según el caso y el día.
”Por ahí se cuentan las vidas como monedas un poco sucias. Así es. Yo no soy yo, ahora. Debajo del arquitrabe de Santa Sofía dejé mi propia imagen aquel día que tenían que ayudarme para andar porque mis vestiduras y tiaras y diademas de oro pesaban demasiado. Y siendo joven y ágil y saludable, parecía medio inválida. ¿Te acuerdas? Tenían que sostener mi manto no sólo por detrás, sino también por los dos lados. Hubo un momento en que creí que tendría que llevarme en brazos Roger porque el oro y las perlas pesaban demasiado. Cuando se acabó la boda y pude quitarme la mitad de aquellas cosas, me pareció que iba a volar, tan ligera me sentía."

Ramón J. Sender
Bizancio



“Porque hay que ganar siempre aunque sea con trampa. A veces la trampa vale más que la victoria.”

Ramón J. Sender
En la vida de Ignacio Morel, 1969



"Recordaba Mosén Millán el día que bautizó a Paco en aquella misma iglesia. La mañana del bautizo se presentó fría y dorada, una de esas mañanitas en que la grava del río que habían puesto en la plaza durante el Corpus, crujía de frío bajo los pies. Iba el niño en brazos de la madrina, envuelto en ricas mantillas, y cubierto por un manto de raso blanco, bordado en sedas blancas, también. Los lujos de los campesinos son para los actos sacramentales. Cuando el bautizo entraba en la iglesia, las campanitas menores tocaban alegremente. Se podía saber si el que iban a bautizar era niño o niña. Si era niño, las campanas -una en un tono más alto que otra- decían: no és nena, que és nen; no és nena, que és nen. Si era niña cambiaban un poco, y decían: no és nen, que és nena; no és nen, que és nena. La aldea estaba cerca de la raya de Lérida, y los campesinos usaban a veces palabras catalanas. Al llegar el bautizo se oyó en la plaza vocerío de niños, como siempre. El padrino llevaba una bolsa de papel de la que sacaba puñados de peladillas y caramelos. Sabía que, de no hacerlo, los chicos recibirían al bautizo gritando a coro frases desairadas para el recién nacido, aludiendo a sus pañales y a si estaban secos o mojados. Se oían rebotar las peladillas contra las puertas y las ventanas y a veces contra las cabezas de los mismos chicos, quienes no perdían el tiempo en lamentaciones. En la torre las campanitas menores seguían tocando: no és nena, que és nen, y los campesinos entraban en la iglesia, donde esperaba Mosén Millán ya revestido. Recordaba el cura aquel acto entre centenares de otros porque había sido el bautizo de Paco el del Molino. Había varias personas enlutadas y graves. Las mujeres con mantilla o mantón negro. Los hombres con camisa almidonada. En la capilla bautismal la pila sugería misterios antiguos."

Ramón J. Sender
Réquiem por un campesino español


“… recordó que la nota disonante de una orquesta es la que mejor se oye y más tiempo se recuerda…”

Ramón J. Sender
En la vida de Ignacio Morel, 1969
Tomada del libro GuiaBurros Las mejores citas (Las Mejores Citas De Pensadores Españoles) de Delfín Carbonell, página 65



"¡Qué cosa es la vida! Hasta que nació ese crío, yo era sólo el hijo de mi padre. Ahora soy, además, el padre de mi hijo."

Ramón José Sender



“¡Qué pequeñas son mis manos en relación con todo lo que la vida ha querido darme!”

Ramón J. Sender


“¿Quién va a bajar la cabeza? Sólo la bajan los cabestros.
– Y los hombres honrados cuando hay una ley.”


Ramón J. Sender




"Revestido y oyendo las campanas, dejaba que por un momento el recuerdo se extinguiera."

Ramón José Sender


"Rómulo se marchó y salió al parque. Fue hacia los parterres de otoño y viéndolos cuajados de capullos verdes, todavía cerrados, se acercaba, los miraba con atención y se decía: «Esas rosas están para abrirse entre hoy y mañana y son todas blancas o amarillas». Le gustaban estas reflexiones después de la escena con el enano. «Como no han abierto aún, nadie las ha visto, y si las corto ahora y las saco de aquí nadie se dará cuenta, aunque son más de ocho docenas». Sacó su cuchillo y las fue cortando dejándoles el tallo muy largo. Cuando terminó fue a los lavaderos, las envolvió en un trozo de tela de harpillera que mojó antes hasta que se empapó bien. Las dejó debajo de un grifo entreabierto del que caían gotas de agua fresca. Todo, el agua, los tallos cortados, los capullos, era de una ligereza conmovedora. Los pétalos, encerrados todavía dentro del cáliz verde, debían tener la pureza de la piel del vientre de la duquesa. «Por cierto que la duquesa habrá perdido ya —pensó— la locura del primer momento y estará acostumbrada a la idea del duque muerto». Sonreía. Se dijo que al día siguiente las flores estarían en su punto, a medio abrir, algunas abiertas del todo, y se las llevaría a la duquesa. Desaparecido el visitante nocturno, quizá se podía ya hablar con ella, cosa que no había intentado realmente hasta entonces. Para que los milicianos no vieran las flores, llevaría por la noche los capullos al ascensor y los dejaría allí en un cubo con agua. Al día siguiente no tendría más que subir. Llenaría con las flores las habitaciones de la duquesa. Tenía derecho a hacerlo —se decía— como tenía derecho también a prohibirle a la duquesa que gritara. Quería pedirle que en lugar de gritar la verdad por la ventana se la dijera a él, a solas. «Después de lo sucedido, después de haber yo entregado al duque, ella representa para mí en un mañana quizá muy cercano, un peligro grave». Aquel peligro le gustaba. Recordaba la última visita a la duquesa. «Cuando entré estaba mirando por la ventana». ¿Qué podía ver por la ventana más que las sombras de la noche? Pero los disparos habían iluminado aquellas sombras del parque. «Yo iba y venía por aquellas sombras y ella lo sabía. Ella pensaba en mí mirando aquellas sombras. Yo pondré flores mañana en aquellas sombras». Oía el agua que caía con un gracioso rumor sobre las flores, como el de las fuentes de su infancia. «Ella quería que el señor duque estuviera a salvo. ¿A salvo? ¿Y quién está a salvo en este mundo? Ella sabía que mi mano lo había empujado hacia el muro donde tiran al blanco los soldados. Y que esta misma mano empujó después su cuerpo, el de ella, contra el mío, y que esta mano está dispuesta a todo para alcanzar que ella la bese un día entre una caricia a sus senos desnudos y otra a su cabello. Ella lo sabe». Rómulo comprobaba que por la chimenea de los hornos no salía ni una vedija de humo. «Dijo que me daría un millón, que me daría lo que quisiera. Lo que quisiera». Por las piedras del muro subía una lagartija. Andaba un poco, se detenía, volvía a andar. Parecía escuchar también los cañones y dudar antes de volver a avanzar. En cuanto a los pájaros habían desaparecido, se habían marchado todos en los primeros días de la batalla de Madrid. «La duquesa me decía que yo tenía armas. Que por qué no las usaba. Quizá por eso no podía tolerar mi presencia. Pero yo sé que ahora ya no sólo me escucha sino que me habla, se abandona delante de mí y quiere gritar la verdad, una verdad que yo conozco porque la verdad de ella no se grita, no se dice. Se ve. En cuanto le pongo los ojos encima yo veo toda su verdad»."

Ramón J. Sender
El rey y la reina



“Si el cántaro da en la piedra, o la piedra en el cántaro, mal para el cántaro.”

Ramón J. Sender



“Sin risa y sin llanto la vida no tendría sentido.”

Ramón José Sender


“Sólo he podido admirar la retórica de Valle-Inclán porque era vitalísima y podía formar un todo homogéneo con los esperpentos y con las formas de expresión más desnudas.”

Ramón J. Sender




"Tenía que estar contra el que mandaba, no importaba la doctrina o el color."

Ramón José Sender



“Todo el mundo está solo en el universo. Los planetas también.”

Ramón J. Sender
En la vida de Ignacio Morel, 1969



"Todo es provisional. De todos modos, si se hace la suma, se obtiene una segura e inalterable permanencia."

Ramón J. Sender



"Todo lo que la asamblea victoriosa puede hacer es transmitir a la gente una «voluntad de fe» en una realidad cuya objetividad sigue siendo dudosa mientras el camino para subir siga siendo el mismo que para bajar y sólo pueda vivir lo que no ha muerto (o al revés, morir lo que ha vivido) y mientras sigamos ignorando las circunstancias a las que me refería, sobre todo el inalcanzable qué.
Entre tanto que baile el que no pueda o no quiera hacer otra cosa.
Todo lo que puede hacer la asamblea es estimular en esta hora victoriosa esa «volición por complacencia» que rige nuestra vida y que depende de esa fuente milagrosa que llamamos libertad y que no sabemos dónde está. Sólo existe en nuestra infantil necesidad de la utopía, pero con ella podemos escapar a la amenaza del doloroso caos. Con esto no quiero decir que esa gente que baila representa el caos.
No. Tienen cada cual su reloj.
Y a falta del reloj de rinconera de nuestros abuelos y de bolsillo o de pulsera tienen el del corazón —que se adelanta con tanto fandanguear— y otro inorgánico que suele atrasarse las noches oscuras en las que titila Sirio.
El qué, ése es por ahora y todavía el gran problema de cada uno de nosotros.
Esta era en cierto modo mi tesis —planteada de un modo más académico, claro—*y como se puede suponer poco podría aportar la hermosa Eva o la atrevida Lola a las tareas de la asamblea. Ninguna de las dos piensa con el cerebro, y por otra parte Eva está incapacitada físicamente por su sordera para entenderse y tratar de hacerse oír sin estar en el programa, y sin saber cuál era la tónica de las discusiones sería también inútil. Se resignó cuando supo que el nombre de Aurelio estaba en el orden del día. Parece que aquella gente de la plaza iba a la asamblea, hacía su intervención, oía las mociones y volvía a la efemérides."

Ramón J. Sender
La efemérides


"Todos habían mirado al niño aquella mañana, sobre todo el padre, felices, pero con cierta turbiedad en la expresión. Nada más misterioso que un recién nacido."


Ramón José Sender


"Un prójimo es aquel cuya mujer deseamos. Ésa es la definición de la Biblia."

Ramón José Sender


"Y le volví la espalda, lo dejé allí. Así conjuré el riesgo, porque lo había en aquel incidente, de veras. Si uno se acoquina le dan pasaporte. No tuve más remedio que darle aquella patada moral en el culo y no en los cojones para arreglar las cosas, y quedaron así por algún tiempo. Aquel mequetrefe no era sino un policía subalterno en su país de adopción y volvía al nuestro como a tierra conquistada. Pero había que ponerlo en su lugar. El imponderable, tenue y leve, se puede hacer y suele hacerse dañino si no salimos al paso con un contraveneno adecuado y si es posible anticipado.
Meses antes, cuando Vares cayó sobre mí en la trinchera cubierto de sangre no pesaba nada. Es curioso como lo moral y lo físico se corresponden. Había quedado su ego hecho añicos. Y físicamente era también demasiado feble aunque del género de los pájaros de altura.
No tenía casi peso físico. Una de sus botas me dio en un ojo y era una extraña bota volatinera que no me hizo daño alguno.
El odio mismo de Vares, aquella tarde, mientras lo curaban, no era realmente venenoso sino una especie de trauma de neutras ansiedades. Un entresijo de miserables recuerdos recientes más o menos afiligranados. Habría querido volver a ver a los que lo fusilaron y discutir por qué quisieron matarlo cuando él no estaba amenazando en aquel momento a nadie.
Pero se sentía aquel día de Guadarrama en una encrucijada de sutilezas malignas. Ni siquiera sabía el enemigo si era verdaderamente rojo sino cuando vieron que quería huir. El cacumen nacionalista (la flor y nata del ego) se equivocaba y allí nacían los peores imponderables de los que pueden surgir de improviso el «gori-gori».
Poco pesquis y demasiado discretear sin base sobre la voluptuosidad de cargarse al prójimo. Pero aquellos tíos tenían, como dije, falsas perspicacias y querían sacar polvo debajo del agua para justificar el asesinato en el nombre del Altísimo. Cuando es la cosa más natural del mundo."

Ramón J. Sender
El superviviente



“Yo me divierto escribiendo lo que escribo, aunque sea sobre materia infausta, incluso sobre materia ominosa, pero cuando lo veo impreso me siento más bien culpable. Debería haberlo hecho mejor o no debería haberlo escrito de ningún modo.”


Ramón J. Sender




“Yo soy un elitista de estructuras, no de palabras. Las mejores palabras son las que menos interfieren entre mi naturaleza y la del lector. Odio la retórica.”


Ramón J. Sender



"Yo también sé vivir -dice la Jerónima-. No me casé, pero detrás de la iglesia tuve todos los hombres que se me antojaban. Soltera, soltera, pero con la llave en la gatera."

Ramón José Sender