Renato Sandoval

Biblos (Lí­bano) 

Doble afecto
para el que ve lo mismo:
escarpada es la planicie del ojo
donde se cuecen todos los deseos.
Ahí­ te vi sobre una zarza
airada entre los cedros pusilánimes
de la desidia y el error.
El valle de las sombras en vilo
y esos naranjos de tiempo
que solo sabe a sí­
son una deuda de palabras,
el oro maronita
que no se entrega
ni nunca más nos salva.
Frente al mar Biblos desciende
por los ralos papiros de la hora tercia
y bate las peñas contra las olas
de un minarete sumergido.

Renato Sandoval Bacigalupo



Compasión absoluta
al otro lado del estí­o;
una frente de sangre
ilumina la trocha
que hoy supura en el mar.
No temer, no
reí­r, no
callar el nombre constante
que ahora se desploma, recoger
con el párpado erudito
el sigilo de la hora, la caí­da
inconclusa de quien tanto
se escuece, no
reñir, no pacer, no
santificar al padre ni mentir,
nunca en la gloria, no
callar, no ver, ya no estar
aquí­
no.

Renato Sandoval Bacigalupo





“He sido viajero desde los quince años, cuando terminé el colegio y salí del encierro familiar en el que hasta entonces había estaba sometido. Acaso debido a eso la fuerza centrífuga de mi vida se impuso a la centrípeta que me tenía retenido en una buena, aunque también desintegrada familia. Fui mochilero de veras y a la mala, lo que me llevó a recorrer casi toda América y Europa y, siendo ya marino grumete y estibador de barriles de petróleo, caleteé y circundé toda África hasta terminar en Goa (India), donde perdí todo, menos la vida. Naturalmente, escribí poemas y crónicas de viaje; los poemas de esa línea se reflejan en algunos libros míos, mientras que las crónicas sólo aparecieron en publicaciones especializadas extranjeras; una pena que en el Perú no haya publicaciones semejantes.”

Renato Sandoval Bacigalupo




“Me encantan tanto la estructura del lenguaje, en general, y la de las lenguas, en particular, que cada vez que me he cansado de leer, escribir o traducir libros de ficción o de poesía me pongo a leer y hasta estudiar gramáticas de otras lenguas que ignoro, hasta el punto de disfrutarlas como si fueran novelas de aventuras tipo Dumas, Verne, Stevenson, Salgari, Melville, London, Conrad… Ahora mismo retomo el sumerio, que empecé a estudiar cuando seguía un doctorado en la Universidad de Helsinki (Finlandia), siendo yo entonces el único alumno de esa clase. Como sea, creo que hablo más o menos nueve lenguas, leo razonablemente bien tres o cuatro más, y varias más en ciernes.”

Renato Sandoval Bacigalupo



“Me sigue emocionando el viaje, la curiosidad, la posibilidad de ser alguna vez medianamente feliz.”

Renato Sandoval Bacigalupo





No digas mañana
si adiós es un tiempo insomne,
la colina un alma ignota
que a duras penas
se yergue y expira,
un espolón alzado al viento
de las sombras primeras,
el rí­o de un dios
azorado en la penumbra.
Cavo ahí­
donde el aire se agosta,
el último bostezo
de una noche en cinta,
el pórtico de luz
suspendido entre la nada
y esa espuma que aprieta
al otro lado del dí­a.

Renato Sandoval Bacigalupo




Nostos
(fragmento) 

Y vuelvo el rostro y estoy en la ventana a los diez años,
apenas si hay lugar para algún sueño no surgido de pronto en la mañana,
y otros hay que van y vienen a mi espalda, desde lejos
el sol ya no recuerda ese estí­o donde los espejos eran la noche de los ojos,
y entonces yo te miro, madre, con los dos ojos tan altamente cantando
y elevo al cielo el gusto de saber que en mí­ mismo se fugan todas las guaridas,
yo el celador, el policí­a de los grandes dones y de los sables de espuma y palo
blandiendo una y otra vez el amor en los erales,
una y otra vez soy el ladrón, la presa, la lluvia prometida;
y es allí­ que surca al vuelo la piedra audaz, la espada canora,
y yo soy solamente asombro en su belleza de bala proyectándose en sí­ misma;
miro ya sin ver su zarpazo en mi ojo de fruta, la pepa maldita
rodando al acaso, exánime, por la cuesta prohibida de la memoria.
A tientas voy ahora buscándolo entre las matas crecidas en el rostro de mi hermano.
Y ahora mi patria es una nube donde todo es virtual y nunca cierto;
sueño y en el sueño Polifemo cuenta las ovejas, falsas
como el infinito, risueñas porque ellas saben que el vellocino a nadie pertenece,
que hay otro sueño aún dormido después del mar,
y otro más en la cuenca hueca de mis ojos;
allí­ está el pozo de un sueño más perfecto, indeclinable él,
fuente de las fuentes donde agonizan todos mis deseos,
porque soy el argonauta ciego en busca de ovejas despeñadas;
amo la piel curtida y el pellejo ensangrentado bajo las córneas,
ahora que llevo mi ojo en cabestrillo
y cuento con mis dedos el número ganador de la loterí­a.
¡Por fin, por fin gané mi patria sin destino, hacedor dinero de la dicha!
Sí­ que estaban lejos la mujer de al lado, el aliento,
el gesto de la muerte que acunaba rabioso en mis rodillas.
Todo porque sí­;
la razón nunca existió como patrón preponderante;
apenas si el rocí­o aprendí­a a rodar por las lúbricas quebradas del mastuerzo
y el gallo primerizo afilaba su canto en otro matorral.

Renato Sandoval Bacigalupo



Otro dí­a vi las entrañas de una piedra, de excursión por un braví­o roquedal.
Era como si una niña me dijese cuéntame un cuento
y yo, desarmado, implorase a Andersen ayuda peregrina.
Pero allí­ al fondo estaba yo acuclillado, chupando el dedo de la muerte,
mientras la savia de la piedra me circulaba en la vejiga
y una música de miel se dejaba oí­r en otras peñas sepulcrales.
Yo sabí­a que uno mismo es un misterio
y que saber demasiado no era de ningún modo conveniente.
De manera que al primer descuido de la piedra me arranqué de sus ví­sceras
y sin pensarlo dos veces puse pies en polvorosa.
Corrí­, corrí­ y corrí­ hasta olvidarme de por qué corrí­a.
Al primer recodo me detuve, deposité en el suelo lo que atenazaba con las manos,
y entonces me vi reptando sobre la arena, alto ya y primoroso,
con corbata y una flor sujetándome el pelo
y al parecer con un poema en los bolsillos.
Parecí­a un destino promisorio, qué párvulo ese Homero, y qué bandido.
Reí­ y reí­ con lágrimas de intenso placer, y las lágrimas formaron una nube
y la nube me impidió ver cómo una lagartija salí­a de su escondrijo,
tragaba al niño en un instante y oronda se perdí­a por donde vino.
No vi nada, pues.
¿Será por eso que dicen que ni el mar ni la muerte nunca lloran?

Renato Sandoval Bacigalupo





Ver siempre fue el más verde anhelo y el pensamiento
el oleaje de tul entre la sombra tumultuosa.
Pero si seré ése que yo viera un dí­a escalando los manzanos:
las manos eran peces de limón amargo y en los hombros
una joven testuz reí­a de sí­ misma señalando el horizonte.
El mozo ascendí­a como salmón entre las parvas
y las cigarras silbaban la canción de una fuente que se transformaba en mar.
Está bien zambullirse en el acaso, pensé
sin saber la hora en que empezaba mi serie favorita.
Pero no está bien decir que esta fruta es mí­a
si la rama es quebradiza y vulgar como este sueño.

Renato Sandoval Bacigalupo



XLVIII

Nada más que una palabra
para que la casa colapse
Es la misma que ella
susurra siempre
ese zumbido horadante
de lo no hecho
de la urgencia más discreta
desde donde
los afanes y deseos
han de irse a pique
Pero una palabra aún
un fonema sin sentido
para aceptarme mudo
como soy yo tantas veces.

Renato Sandoval Bacigalupo



XXXVIII

Si no lo sé hoy
ni mañana tampoco
para qué saberlo
algún día
cuando ya no sabré
de mí ni de ti
ni de nadie hasta hoy,
hasta ayer, hasta siempre.
No importa
saber lo no entendido
ni lo imaginado
Imaginar y entender
es creer entender
y creer que se imagina
y nada de eso
vale en esta esquina
donde espero en vano
una certeza, una fantástica mentira.

Renato Sandoval Bacigalupo










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